Tras la trágica muerte del reguetonero cubano conocido como «El Taiger», han surgido una serie de reflexiones en redes sociales y foros públicos sobre el legado del artista y su impacto en la sociedad cubana.
Figuras públicas y usuarios han discutido no solo su trayectoria artística, sino también los aspectos más controvertidos de su vida, entre ellos sus antecedentes judiciales en Miami y su comportamiento en la esfera pública. En medio de este debate, han salido a la luz algunas contradicciones que revelan una doble moral tanto en quienes lo critican como en aquellos que lo defienden.
En la internet, donde cabe de todo y hay comentarios de todo tipo, hay quien ha señalado como, muchos de los que ahora adoran al artista, y han ido al hospital a encender velas, son los que se burlaban continuamente de él y hasta exigían que lo deportasen a la isla. Otros señalan que entre los férreos críticos del pasado criminal del artista, los que hay se drogan, realizan actividades ilegales como el llamado «tarjeteo» o robo de identidad, robo de gasolina, y el uso del llamado «perico». Todo mientras presuntamente mantienen una fachada de respetabilidad.
De hecho, en más de una ocasión, figuras que se han mostrado como abanderados de la ética y la justicia han sido reveladas como practicantes de las mismas conductas que denuncian. La ironía de la situación se agudiza cuando aquellos que han estado en posiciones de poder para hacer un cambio real, optan por señalar los errores del pasado de otros en lugar de mirar hacia sus propios defectos.
Otro aspecto a destacar es cómo el caso de El Taiger también expone las profundas contradicciones en la relación entre la cultura popular cubana y el régimen de la isla. Durante años, el reguetón fue despreciado por las instituciones oficiales. Sin embargo, la popularidad masiva del género entre los jóvenes y el impacto cultural que ha tenido en Cuba han forzado un cambio de postura en el régimen, que ha empezado a incorporar a artistas urbanos dentro del marco oficial.
De eso, entre otras muchas cosas, hablaba el periodista Michel Hernández cuando señalaba que «la muerte de El Taiger ha unido a a un sector de los cubanos, al menos simbólicamente, cuando cada vez estamos más segmentados por posiciones políticas, económicas, sociales.»
Hernández lamentaba que sin embargo, esta unión ocurriese «a partir de la pérdida de un exponente masivo de la cultura popular», y dijo que «su fallecimiento deja varias lecturas y pone en evidencia un desmedido interés por sacar créditos de ambos lados del abanico político.»
«En Cuba luego de más de cuatro días del balazo y de su estado de coma despertaron los medios y las instituciones de su letargo y aseguraron que estaban muy pendientes de los hechos relacionados con el artista, que con anterioridad era un total desconocido para la red de medios oficiales. Como sigue siendo desconocido el fenómeno del reguetón y el reparto. Para peor fortuna el primer texto publicado denostaba de soslayo el reparto y el reguetón, una escena musical de la que precisamente el artista era uno de sus máximos exponentes,» agregó.
«(…) El Taiger fue despedido con los honores que le corresponden a un símbolo de la cultura popular. Se divulgaron notas en la televisión y la prensa escrita, y quizás muchos que no siguen el género se enteraron por primera vez que existía este artista y que había alcanzado tanta popularidad entre los cubanos», indicaba a continuación y se hacía esta pregunta:
«¿ Por qué otros artistas que han fallecido o han pasado por situaciones de gravedad no han recibido el mismo tratamiento en los medios estatales?», y mencionaba «para no ir más lejos», la muerte reciente del actor Carlos Massola.
«El gobierno de Cuba ha pasado años atacando al reguetón, marginando a sus exponentes. Negándoles en los medios el espacio que claramente se ha ganado entre la gente. Usando la voz y letra de autoridades culturales y a sus terminales mediáticas para criticarlo,» reconocía por su parte en una publicación en Facebook el epidemiólogo cubano Amilcar Pérez Riverol.
Pérez Riverol calificó como «gesto positivo» la cobertura oficialista de la muerte de El Taiger, pero la acusó de no ser un gesto espontáneo.
«Huérfano de figuras, de símbolos, de herramientas, (el régimen) se aferra al sentimiento horizontal que este suceso y alguien tan querido ha generado para intentar conectar con un pueblo del que desde hace años está desconectado completamente,» expresó.
El caso de El Taiger representa un giro interesante – en caso de que el régimen quiera cambiar su política hacia el género y los llamados «intrusos del arte» -, ya que el régimen ha tenido que adaptar su postura ante la presión de la popularidad del reguetón y la influencia que este tiene en la juventud cubana, reconociendo que no se puede negar su impacto en la sociedad cubana y su capacidad para conectar con una generación que busca su lugar en un país marcado por la incertidumbre y la crisis en todos los aspectos de la vida.
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