No importa lo mucho que sonría Lis Cuesta, como Directora de Eventos del Ministerio de Cultura de Cuba, y que asegure delante de decenas de personas que a los reguetoneros en Cuba los evalúan Digna Guerra y Edesio Alejandro, mientras este último se encuentra en cama, en Madrid. La realidad es una y es esta: la cultura cubana está abandonada.
Sí, la cultura cubana, reconocida por su riqueza y diversidad, enfrenta actualmente un preocupante abandono que va más allá de los eventos oficiales, las fanfarrias y las imágenes promocionales en la prensa; y más allá de también cómo hemos dejado que un país como México nos robe – casi – la autoría del bolero y se apropie de nuestro danzón. Este deterioro se manifiesta también, y sobre todo, en la desatención de instituciones culturales emblemáticas y en la falta de apoyo a los artistas locales, lo que pone en riesgo la preservación y promoción del patrimonio cultural de la isla.
Un ejemplo destacado es el estado actual del Complejo Cultural El Sauce en La Habana. El actor Luis Alberto García Novoa ha denunciado públicamente las deplorables condiciones de este espacio, señalando que el escenario, las luces y el sonido han dejado de cumplir con los estándares mínimos para la realización de eventos culturales. Además, la oferta gastronómica es, en muchas ocasiones, inaccesible para el ciudadano común, y los artistas enfrentan retrasos en sus pagos, lo que evidencia una falta de respeto hacia su labor. García Novoa propone menos desfiles y congresos inventados, y más resultados concretos que beneficien al público habitual de estos espacios.
Esta situación no es aislada. La casa natal de Bola de Nieve en Guanabacoa, un ícono de la música cubana, se encuentra en un estado de abandono alarmante. El inmueble ha perdido su techo y sus paredes están deterioradas, convirtiéndose en un cascarón grisáceo. Aunque existieron proyectos para su restauración, estos no se materializaron, y la vivienda fue tapiada para evitar ocupaciones ilegales, según reporta 14ymedio.
Asimismo, señala el mismo medio, la Casa de la Música de Cienfuegos, que en su momento fue un vibrante centro de actividad cultural, hoy presenta una imagen desoladora. Sin turistas y sin actuaciones en vivo, el lugar carece de ambiente, con sillas vacías y una oferta limitada de bebidas, muchas de ellas a precios inaccesibles para la mayoría. La programación cultural es casi inexistente, y las pocas actividades que se realizan dependen de la disponibilidad de electricidad, lo que refleja una falta de planificación y compromiso con la cultura local.
Por cierto, un detalle, la primera gran presentación de Buena Fe fuera de su natal Guantánamo y ocurrió aquí, en la Casa de la Música de Cienfuegos, ante… 12 personas.
Pero no es solo el abandono y la desidia lo que golpea a la cultura cubana. La censura sigue siendo un problema latente y recurrente. Un ejemplo reciente es la suspensión de la exhibición del documental Manteca, mondongo y bacalao con pan (2009), del cineasta cubano Pavel Giroud, en la 40ª edición del Festival Internacional Jazz Plaza. El filme, que estaba programado en la cartelera oficial del festival, fue eliminado a última hora con la excusa de que «no se encontraba en buen estado», reemplazándolo con otro documental.
La investigadora Rosa Marquetti denunció la censura, lamentando que el público cubano se haya perdido un excelente documental sobre el jazz en la isla y su historia. Giroud, quien ha sido reconocido internacionalmente con premios como el Platino de Cine Iberoamericano por El caso Padilla, ha sido una voz crítica del régimen cubano y sus prácticas restrictivas en materia cultural. La censura de su obra demuestra que la cultura sigue estando sujeta a los designios políticos de un gobierno que prioriza la propaganda sobre la verdadera expresión artística.
Este abandono de la infraestructura cultural tiene repercusiones directas en la comunidad artística. Muchos artistas han emigrado o se han trasladado al sector privado en busca de mejores oportunidades, ya que las instituciones estatales no les brindan el apoyo necesario. La Empresa de Grabaciones y Ediciones Musicales (Egrem), por ejemplo, enfrenta dificultades para organizar presentaciones y pagar a los músicos, lo que ha llevado a una disminución en la oferta cultural estatal y a una dependencia creciente del sector privado para la promoción del arte y la cultura.
Es evidente que la desidia, la censura recurrente y la falta de gestión efectiva por parte de las instituciones culturales están causando más daño que cualquier influencia externa. La cultura cubana, con su rica mezcla de influencias africanas, europeas y americanas, es un tesoro que debe ser preservado y promovido. Es imperativo que el Ministerio de Cultura de Cuba y otras entidades responsables tomen medidas concretas para restaurar y revitalizar estos espacios, asegurando que la cultura esté verdaderamente al alcance del pueblo y que los artistas reciban el respeto y el apoyo que merecen.
En lugar de centrarse en eventos grandilocuentes y actos culturales de dudosa calidad, es necesario enfocarse en resultados tangibles que beneficien a la población y fortalezcan la identidad cultural de la nación. Solo así se podrá garantizar que la cultura cubana continúe siendo una fuente de orgullo y un elemento vital en la vida de sus ciudadanos.