La historia de Roelbis, un niño cubano residente en Camagüey conocido cariñosamente como «Titingo», ha tocado el corazón de miles tras ser publicada por el periodista independiente cubano José Luis Tan Estrada.
El periodista se encontró con el niño mientras recorría las calles de la ciudad y lo vio vendiendo tamales a bordo de una bicicleta armada con piezas de segunda mano.
Al indagar más, Tan Estrada logró dar con la dirección de su casa.
Luego, descubrió que Roelbis, de apenas 10 años, vendía tamales por 60 pesos para ayudar a su abuela Daisi, de 62 años, quien vive de una pensión de solo 1,600 pesos cubanos (CUP), insuficiente para cubrir sus necesidades básicas.
El periodista compartió la conmovedora historia en sus redes sociales, revelando que el pequeño vendía los tamales sin el conocimiento de su abuela, quien pensaba que él salía a jugar. Roelbis, con el corazón lleno de buenas intenciones, buscaba aportar algo a la economía familiar sin preocupar a su abuela, quien le había enseñado principios y valores sólidos, pero se oponía a que él trabajara vendiendo tamales.
Vecinos y seguidores de la publicación se conmovieron con la situación del niño cubano y, gracias a la colaboración de varias personas, Tan Estrada pudo llegar hasta la casa de Roelbis y su abuela, ubicada en el barrio Nuevo Salomé, en condiciones de extrema pobreza.
La historia no solo capturó la atención de los medios, sino que movilizó a la comunidad, que decidió ayudar a este pequeño héroe. Un grupo de personas se organizó para invitar al niño a una comida y regalarle una bicicleta nueva, reemplazando la vieja que usaba para trabajar.
La publicación primera de Tan Estrada y también la segunda, generaron una ola de comentarios en las redes sociales, donde muchas personas se ofrecieron a colaborar con la familia.
Algunos destacaron la nobleza del niño, mientras otros criticaron la realidad social que obliga a niños como Roelbis a trabajar en lugar de disfrutar de su infancia. Sin embargo, todos coincidieron en que Roelbis es un ejemplo de valentía y esfuerzo en medio de las dificultades.
Gracias a la solidaridad de la comunidad y a la visibilidad que ofreció la historia, se espera que «Titingo» ya no tenga que vender tamales y pueda disfrutar de una infancia más feliz como todo niño cubano se merece, mientras su abuela y él reciben el apoyo que tanto necesitan.
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