Miguel Angel Sarmientos Santander, a nombre de los habitantes de los municipios de Niquero y Manzanillo, reclamó en Facebook que, si ambos municipios tienen costas al golfo del Mar Caribe y poseen una industria pesquera con todas las de la ley, ¿por qué allí tienen que «esperar por esta lata de jugo de pescado» -atún en lata- para poder comer de los alimentos que el mar nos da?
Su pregunta es la pregunta de muchos. Pobladores de lugares donde solo existe caña alrededor sin azúcar; guantanameros en Caimanera sin sal; cienfuegueros sin mariscos… ¡la lista sería inmensa! La distribución y comercialización de los productos alimenticios en el país es tan deficiente, que resulta inexplicable que los habitantes de Niquero y Manzanillo tengan que probar «pescado», comiendo atún de lata.
«Había necesidad que municipios como Niquero y Manzanillo tuvieran que esperar por esta lata de jugo de pescado, sacadas de los almacenes Rusos, teniendo estos municipios una producción pesquera de puntería, pero sus pobladores solo pueden ver cómo los camiones llegan y se llevan las producciones que nadie sabe dónde van a parar mientras los pueblos se fajan en largas colas por los espinazos que quedan?
Estos pueblos son eminentemente pescadores por contar con costas pero sufren con todas las medidas y regulaciones que les son impuestas mientras las embarcaciones del Estado son depredadoras de las especies con sus Camaroneros, sus Copos de Arrastre que también utilizan los que pescan el machuelo, atrapando todo tipo de peces con una talla no comercial, esto es como algún jefe dijo: Haz lo que yo digo y no lo que yo hago»,
expresó el joven, no sin antes pedirle a los internauras que compararan el tamaño de las latas en la palma de la mano.
En la provincia de Cienfuegos, por ejemplo, los precios del pescado, el camarón y la langosta se han disparado, además.
Allí, la evolución de los precios ha sido la siguiente:
En mayo del 2019, una libra de camarón con cabeza costaba en la barriada de Las Minas, en la cabecera provincial de la ciudad de Cienfuegos, unos 100 pesos moneda nacional. Si lo deseban “limpio”, o sea sin cabeza, ya quitado el caparazón, la libra se comercializaba en unos 150 pesos. O sea, al precio de cambio respecto al CUC aún vigente en aquel entonces era de entre 4 y 6 CUC, respectivamente. Precios que eran “el doble de lo que costaba el camarón aquí en Cienfuegos el año pasado (2018)», según el testimonio de una fuente.
Todavía en enero del 2019 la libra de camarón estaba a 90 pesos, en comparación con igual período del 2018 que se vendía a 60 pesos la libra.
Dos latas de leche condensada, rellenas de masa de jaiba mezclada con cangrejo costaba 40 CUP. La cola de langosta, pequeña, 2 CUC; la mediana a 3. Precios muy distantes de aquellos en el 2011, cuando en la barriada de Las Minas el camarón se vendía la libra entre $30 y 35. Ese año, 2011, las colas de langosta mediana se vendían a 1 CUC. Las más grandes a 2 CUC; las pequeñas, nadie las compraba.
Ya para este 2020, los precios han cambiado demasiado. Una libra de camarones cuesta ya 250 CUP. Y estamos hablando de Cienfuegos, una provincia eminentemente pesquera, donde siembre se ha comercializado el pescado; donde sus habitantes nunca han sentido la necesidad de torear una lata de atún por la calle.
Igual sucede en Puerto Padre, Las Tunas, un pueblo pesquero por excelencia; donde aún se consigue, aunque con muchos riesgos, el pescado.
Sin embargo, en días pasados, había allí «expectativa» por la lata de atún que repartirían proveniente de Rusia. E igual expectativa había en Santiago de Cuba.
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Al parecer en estos poblados pesqueros cubanos, el refrán de «a falta de pan casabe», se ha cambiado por este otro: «a falta de pescado, la lata de atún».
