El reciente anuncio del Departamento de Estado de Estados Unidos sobre nuevas restricciones de visado a funcionarios de países que mantienen acuerdos con las brigadas médicas cubanas ha provocado reacciones encontradas en el Caribe. Mientras el gobierno de Granada rechazó categóricamente las acusaciones de “trabajo forzado” en relación con los médicos de la isla, en Jamaica las miradas se centran en las dificultades que enfrentan sus estudiantes de medicina en Cuba, donde muchos cursan su formación gracias a convenios bilaterales.
De acuerdo con el Miami Herald, el canciller granadino Joseph Andall negó que su país incurra en prácticas de explotación laboral y defendió la cooperación sanitaria con Cuba, calificándola de “indispensable” para el sostenimiento del sistema de salud local.
“No seremos parte de nada que atente contra la dignidad humana”, dijo, insistiendo en que los profesionales cubanos han reforzado de manera crucial la infraestructura médica no solo en Granada, sino en toda la región. El funcionario agregó que, en ausencia de esas brigadas, “no hay dudas de que nuestro sistema sanitario colapsaría”.
Washington sostiene que La Habana retiene la mayor parte de los salarios que pagan los países receptores y califica el esquema como “trabajo forzado”, fuente de más de 4.9 mil millones de dólares anuales para el gobierno cubano. Sin embargo, Granada asegura que los pagos se hacen directamente a los profesionales, aunque no ha revelado públicamente los detalles contractuales. La decisión estadounidense, encabezada por el secretario de Estado Marco Rubio, ha generado tensiones diplomáticas a semanas de la Asamblea General de la ONU.
Paralelamente, otra historia con sello cubano se desarrolla en Jamaica. El Jamaica Observer recogió testimonios de estudiantes que cursan medicina en la isla caribeña, atraídos por el bajo costo de la formación en comparación con otros países. Kelsey Clarke, que inicia su segundo año, describió la experiencia como un reto constante debido a los apagones de hasta ocho horas diarias, la falta de agua en los campus y las limitaciones de recursos básicos.
“Es difícil estudiar medicina, pero en Cuba lo es diez veces más”, dijo Dominique Whitely, otra joven jamaiquina que se encuentra en su sexto año en la Universidad de La Habana.
Ambas perspectivas reflejan la doble cara de la influencia cubana en el Caribe: para unos, la presencia de médicos es una tabla de salvación; para otros, la precariedad en la isla se convierte en un obstáculo que pone a prueba la resistencia de quienes buscan formarse como profesionales de la salud.
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