Funcionario que homenajeó a cubana que «enfrentó» a Mike Hammer, se pasea por un irreconocible barrio de La Timba

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Roilán Rodríguez Barbán encontró un barrio de La Timba diferente al que se conoce. Allí se estaba recogiendo, casualidades de la vida, la basura que se acumula todos los días en sus insalubres calles. Había un consultorio abierto y con una enfermera dentro. ¿Lo mejor? Una panadería abierta, y con un pan que ni en Sedano´s los encuentras mejores.

Roilán Rodríguez Barbán, alto funcionario del Consejo de la Administración en Plaza de la Revolución, militante del Partido Comunista y hombre multitarea (o múltiple, quién sabe), vuelve a las redes con otra entrega de su reality político digital, esta vez en el barrio de La Timba.

Según su cuenta de Facebook —que claramente no maneja él mismo, salvo que tenga un poder sobrenatural para estar en cinco barrios distintos mientras redacta crónicas poéticas—, recorrió el barrio habanero de La Timba. Sí, esa Timba que normalmente parece escenario de película posapocalíptica: ruinas, escombros, basura, niños en harapos y ese perfume permanente de cloaca vieja.

Pero milagro revolucionario mediante, en las fotos de Roilán La Timba aparece limpia, reluciente, como recién barrida para una inspección sorpresa. El funcionario incluso se atrevió a decir que «junto a autoridades del Gobierno Municipal, comprobamos ahora las acciones de limpieza e higienización». ¡Sabe Dios desde cuándo no se recogía allí la basura!

La magia no culminó ahí. Gracias a su actividad multisectorial en Facebook conocimos que en La Timba, barrio abandonado por las autoridades cubanas, hay consultorios funcionando, panaderías abiertas (con pan, ¡imagínate!), farmacias decoradas, y trabajadores de Comunales como salidos de un catálogo.

Todo eso, junto a niños con mirada perdida y —detalle que se les escapó— dos mujeres retratadas con la boca abierta, no por alegría, sino por desesperación. Rostros que gritan sin hablar. Hambre, agotamiento, hartazgo. La realidad que ni el filtro más sofisticado consigue disimular.

En medio de todo ese drama él, pulcro, camisa limpia y planchada. Reloj dorado – Orient o Seiko – en la mano.

Y luego, el desfile de hashtags:
#DePieYCombatiendo,
#PlazaEnElCorazón,
#LaHabanaViveEnMí,
#CubaVencerá, como si nombrar lo que no existe fuera suficiente para invocarlo. Spoiler: no lo es.

Ahora bien, si todos esos recorridos son reales y no solo parte de un guion de ciencia ficción, y de verdad él conversa, se preocupa, escucha y busca soluciones, entonces hay un misterio logístico que resolver. ¿Cómo lo hace? ¿Roilán gasta más gasolina que un ómnibus Girón, usa scooter eléctrico importado por la Zona Especial de Mariel, o simplemente va en patines soviéticos con motor de voluntad revolucionaria? ¿O será que tiene un hermano gemelo? ¿Un holograma? Porque no hay manera humana de estar en tantos sitios, hablar con tanta gente, y publicar tanto contenido diario en las redes con hashtags, fotos y textos… a menos que sus días tengan 46 horas.

Todo esto tras su reciente participación en el homenaje a Lyzett Castro Toledo, la heroína improvisada que enfrentó —según la versión oficial— al embajador estadounidense Mike Hammer en la lanchita de Regla. Un show montado a plena luz del día, donde la “ciudadana común” terminó siendo una directiva de Cítricos Caribe rodeada de agentes de la Seguridad del Estado disfrazados de pasajeros. Roilán, por supuesto, la aplaudió con entusiasmo y prometió, otra vez, que “en Cuba no se rinde nadie”. Lo dijo sin ironía. De verdad.

Pero volvamos a La Timba. Porque mientras él hace recorridos “espontáneos” y publica veinte fotos desde distintos rincones de La Habana, el pueblo sigue buscando comida, jabón y esperanza. Las visitas de Roilán sirven solo para eso: posar, fingir normalidad, escribir hashtags desde la comodidad de un despacho con split y cafetera.

Y uno se pregunta: ¿a quién engañan? ¿A sí mismos? ¿A sus jefes? ¿O creen que los cubanos todavía se comen el cuento?

Porque La Timba, señor Roilán, sigue siendo La Timba. Aunque usted la vea a través del lente mágico de su community manager.

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