Esto respondió Kenny Robert cuando le preguntaron con cuáles reguetoneros cubanos ha estado: “A mí me gusta el maltrato”

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Lo suyo no es el escándalo gratuito, sino la risa afilada. Kenny Robert, el influencer cubano más chispeante del momento, volvió a hacer de las suyas en Instagram. Entre risas, almohadas voladoras y reguetoneros con cara de “¡yo no fui!”, el creador de contenido dejó claro por qué su irreverencia es puro oro viral.

Una tarde cualquiera, una sala repleta de carcajadas, y una cámara que no se apaga nunca. Así arranca el último Reel que puso a medio internet a carcajearse y a otro tanto a levantar las cejas. Kenny Robert, ya acostumbrado a hacer del doble sentido una herramienta de arte, fue el epicentro de una broma que rozó lo íntimo sin perder el humor.

Esta vez, el juego lo compartió con Samantha Hernández, también influencer y cómplice habitual, y los reguetoneros Wow Popy y Lenier Mesa. Todo empezó cuando Samantha le lanzó una pregunta que algún seguidor curioso dejó caer en sus redes: “Kenny, cuéntanos con qué artistas del género cubano tú has estado”.

Él, sin titubear, respondió con picardía: “Yo estuve con Lenier y con Wow Popy”. A su lado, ambos músicos fingen escándalo y, entre risas, reaccionan defendiéndose a cojín limpio. ¿El contexto real? Una reunión entre amigos para promocionar el nuevo tema del dúo urbano, “Más y más”, que viene cargado no solo de ritmos bailables, sino también de su propia coreografía pensada para arrasar en redes.

No es la primera vez que el influencer juega con la ambigüedad como si fuera un instrumento de cuerda fina. En una entrevista para el pódcast Destino Tolk, soltó entre risas una de sus ya clásicas frases: “Yo he sacado del clóset a unos cuantos”. Al ser instado a soltar nombres, no perdió la oportunidad de provocar con humor: “Yulién Oviedo. Ay, Dios mío, Yulién, no me cojas odio”. El set estalló en carcajadas, como de costumbre.

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Más allá del humor, lo que hace Kenny tiene más que ver con una forma de supervivencia mediática: desarmar prejuicios con risas, jugar con el morbo sin caer en lo vulgar y crear una comunidad que entiende (y celebra) que su identidad no necesita etiquetas rígidas. Porque en el universo digital, donde muchos bailan al son del algoritmo, él baila al ritmo de su autenticidad.

Hay quienes han intentado encasillarlo -¿es comediante o provocador?-, pero Kenny es, ante todo, un narrador de sí mismo. Uno que convierte cada beso simulado con una amiga en un acto de performance y cada respuesta ambigua en una bomba de interacciones.

Sobre sus videos más comentados, ha dicho con tono burlón que no le molestan las mujeres y que, si el guion lo pide, él lo interpreta. No hay pose que no le quede cómoda. Y en eso radica parte de su éxito: hace de la fluidez una bandera, del humor una trinchera y de la viralidad un arte.

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