Entérate qué dirían las autoridades de Cuba si los animales del Zoológico de 26 fuesen dueños de motorinas

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Hace unos días, en Las Tunas, la policía decidió que los robos de motorinas no son culpa de los ladrones, ni de la falta de iluminación en las calles, ni del desorden que reina en la isla. No, no. Es culpa de los dueños por su “descuido”.

Así lo reveló en un reportaje el medio oficialista Tunas Visión donde, al entrevistar a oficiales de la policía en la provincia, estos atribuyeron el aumento de robos de motos eléctricas al descuido de sus propietarios.

Sin dudas luce revictimizante que las autoridades policiales señalen como culpables – también – a los propietarios de las mismas, argumentando que los descuidos en que estos a veces incurren, inciden en el aumento de estos delitos.

Que si dejaron la moto sin candado, que si se olvidaron las llaves puestas, que si no la escondieron debajo de la cama… y ¿la inseguridad que se vive en las calles? ¿la deficiente iluminación de las vías pública (o nula a causa de los apagones)?

En un contexto de creciente inseguridad, donde la recuperación de las motorinas robadas no es una norma, debido a lo rápido que se desarman en piezas, trasladar parte de la responsabilidad a los afectados, quienes ya de por sí enfrentan el trauma y la pérdida económica por estos delitos, provoca una reflexión a raíz de otro problema denunciado recientemente: la desnutrición de los animales en el Zoológico de 26.

Si le aplicásemos la lógica oficialista sobre el robo de las motorinas, al estado lamentable en que están los animales del Zoológico de 26 – motivo del título «extraño» de esta nota – ¿qué creen Uds. que dirían? Pues seguramente el discurso oficial ya estaría listo y escucharíamos algo como esto: «El deplorable estado de los leones, los antílopes y demás es su culpa. ¡Por dejarse atrapar! ¡Por no correr lo suficiente! O… ¡por confiar en el sistema socialista cubano!» Sí, porque en Cuba, la culpa nunca es del que debería responsabilizarse, sino de la víctima, ya sea un pobre ciudadano con su moto robada o un antílope desnutrido que apenas se sostiene en pie.

Es fácil imaginar a un funcionario del Zoológico de 26 explicando con la mayor seriedad: “El estado lamentable de los animales no tiene nada que ver con nosotros. Ellos no han sabido adaptarse al socialismo moderno. El antílope, por ejemplo, debería entender que hay que esforzarse. Si los perros callejeros buscan comida en la basura, ¿por qué no puede hacerlo él también? Digamos… no comer hierba, sino piedra.”

Mientras tanto, los leones, que ya parecen más gatos flacos que los reyes de la selva, podrían recibir un sermón sobre el peligro de comer carne en exceso. Pero no nos desviemos, ni tampoco demos malas ideas, porque en el reino de las excusas todo es posible. Tal vez mañana alguien proponga que los leones se conviertan en veganos «para evitar crisis alimentarias». Total, aquí todo es culpa de alguien más, incluso de un antílope que no tiene fuerzas ni para protestar.

Al final, la lógica oficial no discrimina: humanos, motorinas o animales, todos son responsables de su destino… menos, claro está, quienes deberían garantizar seguridad, alimentación y cuidado.

Con toda esta lógica tan retorcida que las autoridades en Cuba le aplican a todo – tengan presente que cuando una mujer denuncia a su marido abusador en una Unidad de la PNR a menudo le preguntan: «¿qué tu le hiciste?» -, podríamos imaginar al Zoológico de 26 utilizando el mismo guion: “El antílope debería haberse camuflado mejor en selva. Los leones podrían haber aprendido a cazar ratas en lugar de esperar que los alimentemos.”

Mientras tanto, las denuncias en redes sociales sobre el estado deplorable de los animales siguen acumulándose. Fotos de antílopes que parecen sombras de lo que deberían ser, leones que apenas pueden levantarse, y flamencos que, si pudieran hablar, pedirían exilio político. Pero claro, el problema no es el abandono, la desidia ni la falta de recursos invertidos en el zoológico. Seguro que es culpa de los animales por no innovar. Tal vez los leones – ¡si hubiesen podido! – debieron montar un negocio de ron y tabaco dentro de su jaula para sobrevivir a la crisis.

Lo cierto detrás de todo este sarcasmo es que la situación de los animales en el Zoológico de 26 no es un chiste para los pobres animales, pero sí un reflejo de cómo se maneja la responsabilidad en Cuba. Los antílopes famélicos y los leones que parecen caricaturas de sí mismos no están así por capricho. Están así porque el Estado que administra el zoológico no se preocupa por el bienestar animal ni por mantener unas instalaciones dignas. Jaulas oxidadas, estanques secos, caminos en ruinas: ese es el escenario en el que viven estos animales. Pero si escuchamos a las autoridades, seguro que pronto escucharemos excusas como: “¿Quién les mandó a ser tan dependientes de nuestra comida? Deberían haber aprendido a resolver, como hacen los cubanos.”

¿Y qué decir de los empleados del zoológico?

A todas estas parece que, por ejemplo, a los leones, ya Aniplant no le garantiza la cuota de carne que, en forma de perros y gatos callejeros que recogían les suministrababn, debido a la pisoteada y burlada hasta la saciedad Ley de Bienestar Animal.

Según testimonios, les mandan algunos huesos desde el cárnico, pero… ¿qué argumentarán los trabajadores del Zoológico? Seguro algo en la línea de: “¿Cómo esperan que le demos carne a estos animales, si ni a nosotros nos alccanza la comida en la casa?”

La triste realidad es que los animales del Zoológico de 26 viven en un ciclo de abandono que refleja la falta de prioridades del gobierno, pero según la lógica de «los dueños de la finca», la culpa sería completamente de ellos, por no “protegerse” mejor, por no planificar su supervivencia o por confiar demasiado en un sistema que ya no tiene respuestas ni para ellos, ni para los humanos, ni para nadie.

Así es como se vive en un país donde siempre hay culpables, menos quienes deberían ser los verdaderos responsables.

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