Carlos Fernández de Cossío, viceministro de Relaciones Exteriores de Cuba, aprovechó una entrevista en México para negar la censura en la isla, defender las misiones médicas y culpar a EE.UU. del éxodo cubano. Pero su discurso parece más bien una competencia de cinismo con Bruno Rodríguez y Johana Tablada.
Carlos Fernández de Cossío, viceministro de Relaciones Exteriores de Cuba, utilizó el set de un programa televisivo mexicano para ofrecer una clase magistral de cinismo diplomático. En su intervención, negó que en Cuba exista censura, culpó a Estados Unidos de todos los males nacionales, glorificó las brigadas médicas y defendió la supuesta apertura al diálogo del régimen, siempre y cuando –claro está– se le trate como a un “estado soberano”.
Pero en realidad, más que un ejercicio de diplomacia, lo suyo fue un número propagandístico digno del podio. Porque sí: Carlos parece estar en una competencia soterrada con el Condenator in Chief, Bruno Rodríguez Parrilla, y con la “versión tropical de Marie Antoinette”, Johana Tablada, a ver quién de los tres logra decir la mentira más grande con cara de palo y tono doctoral ante la opinión pública internacional.
Y hay que admitirlo: Fernández de Cossío se está ganando su lugar. En un momento de la entrevista, con absoluta tranquilidad, aseguró que “en Cuba todo el mundo dice lo que piensa”, que el acceso a internet es “barato y total”, y que si no se ve diversidad de opiniones en los medios es porque estos “están comprometidos con la defensa de la soberanía nacional”. Una joya. O sea, como no hay diversidad, la culpa no es de la censura, sino del “compromiso patriótico”.
El eterno culpable: Estados Unidos como chivo expiatorio universal
Durante más de 50 minutos, el funcionario cubano describió el éxodo masivo de ciudadanos como una consecuencia del “bloqueo económico” y del “trato privilegiado” que históricamente ha ofrecido Estados Unidos a los migrantes de la isla. Nada dijo sobre la represión, los salarios de miseria, el desabastecimiento o la pérdida total de futuro que motiva a los cubanos a lanzarse al mar o a cruzar el Darién.
Según él, no hay causas internas: todo es culpa de Washington. Y si hoy EE.UU. quiere repatriar a esos migrantes, entonces es “absurdo y cruel”, porque “fueron invitados”. Como si el régimen cubano no llevara décadas empujando a la gente a irse, como válvula de escape social y económica. ¿Acaso no recuerdan los mismos funcionarios que la consigna implícita del sistema siempre ha sido: “el que no aguante, que se vaya”?
Las brigadas médicas: ¿solidaridad o negocio millonario?
De Cossío también sacó pecho por el programa de exportación de servicios médicos, insistiendo en que se trata de cooperación “solidaria” y de que ningún profesional es explotado. Eso sí, omitió mencionar que los médicos no tienen libertad para moverse, que muchas veces son separados de sus familias, y que buena parte del dinero va directo al Estado cubano y no al bolsillo del trabajador.
Y por supuesto, lanzó dardos a quienes han denunciado esta situación: para él, no son más que “voluntarios” que se vendieron por una residencia americana. De nuevo, la táctica de siempre: negar, desacreditar, difamar.
Censura en Cuba: ni existe, ni existirá… según él
Uno de los momentos más surrealistas fue cuando el viceministro afirmó que en Cuba “hay debate en todas partes” y que “nadie puede callar al cubano”. Sí, claro. Díselo a los periodistas independientes censurados, a los activistas en prisión, o a quienes han tenido que exiliarse por escribir un tuit. Asegurar que no hay censura porque “la gente habla en la bodega” es como decir que no hay represión porque “la cola del pollo es democrática”.
Fernández de Cossío, con su traje bien planchado y tono pausado, retrató una Cuba que solo existe en los editoriales del Granma: culta, informada, activa, sin prejuicios, y con una ciudadanía que no es reprimida ni vigilada. Una isla de fantasía. Un holograma ideológico.
En esta puesta en escena desde México, Fernández de Cossío mostró que no quiere quedarse atrás en la carrera de mentiras diplomáticas. Mientras Bruno Rodríguez repite el guion del “bloqueo genocida” y Johana Tablada se dedica a justificar lo injustificable con cara amable, Carlos intenta brillar con argumentos más largos, más enrevesados, pero igualmente manipuladores.
Solo que hay un pequeño problema: el pueblo cubano ya no les cree. Y el mundo, cada vez menos, pero si Ud. quiere así y todo escuchar lo que dijo y verlo, pues aquí lo tiene.
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