EE.UU. advierte a Venezuela tras el vuelo de F-16 sobre un destructor en el Caribe

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El Pentágono lanzó una inusual advertencia pública a Caracas tras confirmar que dos aeronaves militares venezolanas se aproximaron a un buque de la Marina estadounidense que operaba en aguas internacionales del Caribe.

En un mensaje difundido la noche del jueves en X, el Departamento de Defensa calificó la maniobra de “altamente provocativa” y la enmarcó como un intento de interferir con operaciones “contra el narco-terrorismo”.

La nota no nombró el buque, pero medios estadounidenses y una fuente del propio Pentágono identificaron al destructor como el USS Jason Dunham, de la clase Arleigh Burke, señala la agencia Reuters.

La secuencia agrega tensión a una semana ya encendida: dos días antes, Washington informó de una operación militar en el sur del Caribe en la que murieron 11 personas al ser atacada una embarcación que, según la Casa Blanca, estaba vinculada al grupo delictivo venezolano Tren de Aragua y transportaba drogas.

La decisión —inusual en un terreno donde históricamente actúa la Guardia Costera— desató un debate jurídico y político en EE.UU. sobre el alcance de las facultades presidenciales para usar fuerza letal sin autorización del Congreso. El gobierno defendió el ataque como una acción lícita bajo la lucha contra “organizaciones terroristas” del narcotráfico; juristas y exfuncionarios replicaron que no había una amenaza inminente ni hostilidades que ampararan el uso de la fuerza, recoge el The Wall Street Journal

En ese telón de fondo ocurrió el sobrevuelo del jueves 4 de septiembre.

Dos F-16 venezolanos pasan sobre el Jason Dunham cuando el destructor realizaba misiones de interdicción en el Caribe

De acuerdo con funcionarios citados por grandes cadenas, se trató de dos F-16 venezolanos que pasaron sobre el Jason Dunham cuando el destructor realizaba misiones de interdicción en el Caribe. La cartera de Defensa insistió en que el barco estaba en aguas internacionales y, en su mensaje, equiparó a la cúpula de Nicolás Maduro con un “cartel” que no debería “obstruir, disuadir ni interferir” con operaciones militares estadounidenses. Reuters añadió que el Ministerio de Comunicación venezolano no respondió de inmediato a solicitudes de comentario, destaca por su parte CBS News.

Más allá de la dureza del lenguaje, el episodio revela el riesgo de errores de cálculo en un teatro con barcos, aeronaves y tripulaciones operando a distancias cortas. CBS News verificó con varios funcionarios de Defensa que el Jason Dunham formaba parte de una flotilla desplegada recientemente hacia el Caribe para intensificar la presión sobre redes criminales; la propia cobertura de Reuters habló de al menos siete buques y de infantes de Marina del 22º MEU realizando adiestramiento en el sur de Puerto Rico. Que la reacción oficial haya sido una advertencia pública —y no el detalle de contramedidas— sugiere que Washington busca desincentivar nuevas “señales de fuerza” sin escalar de inmediato a una confrontación abierta.

Caracas, por su parte, ha intentado convertir el marco narrativo: si para el Pentágono la maniobra fue una provocación, para el chavismo la presencia de destructores y anfibios estadounidenses cerca de su zona de influencia equivale a “cañonerismo” moderno.

Aunque no hubo una réplica oficial inmediata al parte del jueves, el gobierno de Maduro ya ha descalificado como “falsos” los elementos difundidos por Washington sobre el ataque a la lancha —y ha denunciado una estrategia de presión militar—, mientras medios afines celebraron el despegue de cazas como una demostración de soberanía. En cualquier caso, el sobrevuelo con F-16 —aviones de fabricación estadounidense entregados a Venezuela décadas atrás— muestra que la Fuerza Aérea bolivariana puede escoger cuándo y cómo hacerse ver.

La dimensión jurídica seguirá gravitando. Expertos consultados por Reuters y The Wall Street Journal sostienen que, si no hay guerra declarada ni amenaza inminente, el uso letal de la fuerza contra presuntos contrabandistas corre el riesgo de ser calificado como ejecución extrajudicial bajo el derecho internacional.

La Casa Blanca responde que el presidente está facultado para proteger intereses nacionales y que la denominación de “narco-terroristas” coloca a ciertos grupos en un terreno más cercano al de la lucha contra milicias armadas. Ese hilo —político y legal— puede tensarse en el Congreso, donde ya se prepara un escrutinio sobre la operación en el Caribe y sobre la doctrina que invocó el Ejecutivo.

A corto plazo, lo que cambió es el entorno operacional. La confirmación del paso de F-16 venezolanos sobre un destructor estadounidense en el Caribe meridional, sumada a una fuerza naval de EE.UU. más numerosa en la región, eleva la probabilidad de encuentros cercanos, interceptaciones y comunicaciones tensas por radio.

En el pasado, episodios similares con Rusia, China o Irán han terminado en imágenes de “acercamientos no profesionales” y en normas de deconflicción más estrictas; trasladada al Caribe, esa lógica multiplica la necesidad de canales militares y diplomáticos abiertos que reduzcan la fricción. Por ahora, el mensaje desde Washington combina amenaza y contención: no más “provocaciones” de la Fuerza Armada venezolana y continuidad de operaciones marítimas y aéreas contra redes criminales, detalla Reuters.

Para América Latina, el choque añade incertidumbre en dos planos. En el de seguridad, porque la militarización de la “guerra contra las drogas” —con bombardeos a embarcaciones en alta mar— puede arrastrar a terceros países a incidentes indeseados en rutas compartidas. En el diplomático, porque una escalada entre EE.UU. y Venezuela reconfigura alianzas y respuestas regionales, desde las condenas por el uso de la fuerza sin debido proceso hasta los respaldos a acciones punitivas contra bandas transnacionales.

Que el primer movimiento de Caracas haya sido un “mostrar bandera” con aviones de combate sobre un buque de EE.UU. indica que ninguna de las partes quiere ceder simbolismo. De ahí que el detalle técnico —quién estaba dónde y bajo qué reglas de enfrentamiento— importe tanto como el relato que lo acompaña, señala la agencia inglesa.

Lo que ocurra en los próximos días —nuevos acercamientos, filtraciones de audio o video, citaciones en el Capitolio— dirá si ambos gobiernos deciden bajar el tono o si la geopolítica hemisférica se prepara para un nuevo ciclo de choques. Por ahora, la consigna oficial en EE.UU. es clara: “no interfieran”. Y el eco desde Caracas, también: “aquí estamos para defender la patria de Chávez y Bolívar”.

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