La reacción internacional y regional a las elecciones en Venezuela complejiza las relaciones entre los líderes de izquierda, y demuestran que al estilo venezolano-cubano-nicaragüense, América Latina no puede marcar un rumbo democrática. Son gobiernos totalitarios y dictatoriales.
La izquierda latinoamericana se fractura por culpa de Nicolás Maduro y su fraude electoral. Este lunes, mientras el presidente cubano Miguel Díaz-Canel volvía a demostrar su «inquebrantable apoyo» al mandatario venezolano Nicolás Maduro por unos cuántos barriles de petróleo, destacando el «sentido democrático» de su gestión, en medio de acusaciones internacionales de fraude electoral en Venezuela, el presidente nicaragüense, Daniel Ortega, calificaba a Luiz Inácio Lula da Silva, presidente de Brasil, de «arrastrado» por cuestionar la legitimidad de las elecciones en Venezuela.
Ambos acontecimientos reflejan el complejo y divisivo panorama político en América Latina, donde las alianzas y los enfrentamientos entre líderes marcan la pauta; donde incluso, un izquierdista, Gabriel Boric, presidente de Chile, ha hecho más méritos que Lula para ser blanco de las críticas del dictador nicaragüense.
Lula y Boric no son los únicos de izquierda que se han decepcionado de Maduro, pero el arrastre de Ortega y de Díaz-Canel es de ampanga. Aquí se cumple la máxima de que «el ladrón juzga a los demás por su condición», y en el jueguito de ser dictadores en América Latina, Ortega sin dudas puede darle clases a cualquiera.
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Durante su intervención en la Cumbre del ALBA-TCP, Díaz-Canel reafirmó su respaldo a Maduro, ignorando las denuncias de la oposición venezolana y de varios gobiernos extranjeros que cuestionan la transparencia de las elecciones del 28 de julio.
«Nos solidarizamos, sin una sola duda, con el hermano pueblo venezolano y con nuestro compañero, Nicolás Maduro», expresó el mandatario cubano desde el Palacio de la Revolución. Sus palabras se alinearon con una narrativa que culpa a las «oligarquías regionales, el imperialismo, los emporios de las comunicaciones y las plataformas digitales» de los problemas en Venezuela, siguiendo el discurso de Maduro que ha acusado a estos actores de intentar desestabilizar su gobierno sin proporcionar pruebas concretas.
Díaz-Canel elogió lo que describió como el «alto sentido democrático institucional» de Maduro, omitiendo las denuncias de represión y encarcelamiento de opositores en Venezuela.
Sus declaraciones han generado críticas, tanto dentro como fuera de Cuba, con ciudadanos y políticos señalando la desconexión entre el discurso del presidente cubano y la realidad en Venezuela, donde la falta de transparencia electoral ha sido ampliamente documentada.
Por otro lado, el presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, ha adoptado una postura aún más confrontativa, en el mismo marco de la cumbre virtual con jefes de Estado de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de América (ALBA), al romper relaciones diplomáticas con Brasil y atacar verbalmente a Lula.
Ortega acusó a Lula de ser un «representante de los yanquis en América Latina» por no reconocer la victoria de Maduro. En su discurso, Ortega cuestionó la exigencia de Lula de que se presenten las actas de votación para validar los resultados electorales en Venezuela, calificando la demanda como «servil» y «traidora». Esta declaración subraya el aislamiento creciente de Nicaragua en la región, mientras Ortega se aferra a alianzas con otros líderes autoritarios.
Dijo que el brasileño ha tenido una “reacción brutal” y “cobarde” por exigir transparencia en el proceso electoral.
“Ahora que hay que repetir las elecciones, dicen. Lo dice Brasil, Lula”, señaló Ortega y a seguidas afirmó que el brasileño repite “las consignas de los yanquis y de los europeos, y de los Gobiernos arrastrados de América Latina”.
“¡Te estás arrastrando también, Lula! ¡Te estás arrastrando, Lula!”, sentenció Ortega, y dijo que en su pequeño país hay «dignidad».
“Si querés que te respete, respétame Lula. Si querés que te respete el pueblo bolivariano, respeta la victoria del presidente Nicolás Maduro y no andes ahí de arrastrado”, exclamó también, mientras pedía – casi que exigía – respetar la “victoria” de Maduro, proclamada por instituciones, TODAS, afines al régimen chavista, sin mostrar evidencias de tal victoria.
La postura de Ortega contrasta con la de otros gobiernos latinoamericanos, como los de Brasil, México y Colombia, que han exigido al Consejo Nacional Electoral (CNE) de Venezuela que presente un desglose detallado de los resultados electorales.
Según fuentes del gobierno brasileño, citadas por el diario Clarín, la transparencia en este proceso es fundamental, y han enfatizado que el fallo del Tribunal Supremo de Justicia de Venezuela, que ratificó la victoria de Maduro, no será aceptado sin la presentación de las actas correspondientes.
El cuestionamiento de la transparencia electoral en Venezuela no es nuevo. Incluso Juan Carlos Delpino, uno de los rectores del CNE, ha denunciado públicamente la «falta de transparencia y veracidad» en las elecciones, admitiendo que no posee la evidencia que respalde los resultados anunciados por el gobierno chavista.
Delpino, quien ha criticado abiertamente el proceso electoral, ha declarado que la legitimidad del mismo fue comprometida, lo que ha generado mayor escepticismo sobre la validez de la victoria de Maduro.
En este contexto, las declaraciones de Díaz-Canel y Ortega no solo reflejan un apoyo incondicional a Maduro, sino que también revelan la fractura en las relaciones diplomáticas dentro de América Latina, donde las diferencias ideológicas y políticas continúan profundizando divisiones.
Mientras tanto, las voces críticas dentro de Venezuela y en la comunidad internacional siguen demandando transparencia y respeto por la voluntad popular, en un clima de creciente tensión y polarización en la región.
