El nombre de Sandro Castro, nieto del fallecido líder cubano Fidel Castro, vuelve a encender las redes con un nuevo episodio que mezcla, como ya es costumbre, dosis de delirio, performance visual y un discurso que coquetea con lo político desde una estética casi teatral. Esta vez, el dueño del bar EFE en La Habana protagonizó un video en el que lanza un mensaje dirigido nada menos que al expresidente estadounidense Donald Trump.
Desde una piscina vacía en las ruinas del icónico edificio Ríomar, en el municipio Playa, Sandro apareció con el torso descubierto, ondeando banderas (una cubana y otra mexicana) y luciendo, en el pecho pintado con letras rojas, la frase “Fuerza, América Latina”. Con un tono exaltado, proclamó: “Presidente Donald Trump, ya ni las Cristach te hacen efecto. Los emigrantes no los veas como enemigos… ayudan a fortalecer la economía de tu país. Patria es Humanidad”.
La escena, como salida de una obra de teatro postapocalíptica, culmina con Sandro de rodillas, gritando un lamento desconcertante. Etiquetó a Trump, Marco Rubio, María Elvira Salazar, y hasta a las cuentas oficiales de Telemundo, Univisión y el gobierno de Quintana Roo, buscando -quizás- que el mensaje no se quedara solo en la farándula cubana, sino que cruzara fronteras.
A primera vista, su gesto puede parecer una simple extravagancia más. Pero, en un país donde la libertad de expresión tiene límites muy marcados, cada palabra que se sale del guion oficial puede leerse con otros ojos. No por gusto, hace poco llamó la atención al darle “me gusta” a un comentario que ridiculizaba al actual gobernante Miguel Díaz-Canel. Para algunos, fue un acto involuntario. Para otros, una señal clara de desafección. Y en una Cuba tan ávida de símbolos, cualquier mínimo gesto adquiere peso político.
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Entre la mofa y la controversia, su figura se ha convertido en un fenómeno único en el escenario cubano: un heredero de la dinastía más poderosa del país, que juega al desmarque con performances que rozan lo grotesco y, al mismo tiempo, insinúan cuestionamientos al poder que su familia alguna vez representó. Mientras muchos lo llaman “payaso”, no faltan quienes -mitad en broma, mitad en serio- lo proponen como presidente, como si su personaje representara, de forma involuntaria, el reflejo absurdo de una realidad nacional.