Dakota Johnson reescribe el mito sexual femenino tras su papel en “Materialists” y su ruptura con Chris Martin

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Desde su estelar aparición en 50 Shades of Grey, Dakota Johnson se había asentado como una de las estrellas más cotizadas del Hollywood moderno. Sin embargo, su reciente estreno Materialists —y la confirmación de su separación de Chris Martin— han encendido una nueva ola de interés además del que normalmente tienen sobre ella como actriz, y todo tiene que ver con su libertad y declaraciones que ha hecho sobre su exploración sexual.

En un reciente episodio del podcast Good Hang de Amy Poehler, Johnson, de 35 años, declaró con franqueza: “No tengo que prepararme para las escenas de sexo, estoy siempre motivada para el sexo” , una frase que ha calado más que hondo entre sus millones de seguidores y fans.

En la entrevista, la actriz atribuyó su confianza corporal a la orientación que le brindó su madre, Melanie Griffith, con quien mantuvo conversaciones abiertas y sin tabúes sobre el sexo, lo que le permitió “usar (su cuerpo) y sentir que era real”, recoge People.

La ruptura con el líder de Coldplay no pasó inadvertida en la entrevista. Aunque Dakota Johnson habló con cariño de la relación, y recordó lo atractiva que le resultaba la presencia escénica de Martin, también dejó claro que su búsqueda de independencia afectiva y sexual no está atada a su pasado emocional.

Lejos de seguir el guion clásico de la ruptura sentimental plagada de lágrimas y apariciones discretas, Dakota Johnson decidió reescribir el libreto. Apenas días después de confirmarse su separación de Chris Martin, la actriz apareció radiante, sonriente y sin miedo a decir lo que piensa. Nada de comunicados lacónicos ni silencios prudentes: Dakota se mostró auténtica, incluso bromista, como si hubiese cambiado el drama por una comedia bien ensayada y dirigida por ella misma.

En tiempos en los que aún muchos esperan que una mujer “repose” su duelo amoroso en silencio, el contraste con otros casos recientes es revelador. Mientras figuras como Elizabeth Gutiérrez han optado por el perfil bajo y lacrimógeno tras separarse de William Levy, Dakota ha abrazado lo que muchos consideran el nuevo símbolo del empoderamiento femenino: seguir brillando, sin pedir permiso ni ofrecer explicaciones. Su frescura post-ruptura no solo rompe moldes, los pulveriza.

Este giro en su imagen – que a fin de cuentas lo que proyectaría o intentaría proyectar es una imagen y forma de ser ideal para todas las mujeres – no es solo coyuntural. Se concentra sobre una actriz que ha logrado construirse más allá de su papel en la saga erótica de 50 Shades... —donde su sexualidad estaba bajo un guion de chica inocente y cándida que explota en la cama (o en la ducha)— para desplegar ahora todo un discurso auténtico: su cuerpo, su deseo y su derecho a mostrarse sin culpa ni mediación. Y lo hace ahora desde una posición madura: post‑relación larga, post‑exposición mediática intensa, y con una postura clara de autoconocimiento.

Una Dakota Johnson diferente en Materialists

Aunque Dakota Johnson no es matchmaker de profesión, en Materialists interpreta precisamente a una mujer completamente diferente: una experta en unir parejas, en entender los engranajes emocionales del deseo y del compromiso. Este detalle ha servido para reforzar una percepción que algunos espectadores ya venían cultivando desde sus tiempos en Fifty Shades of Grey: la idea de que Dakota «sabe de lo que habla» cuando se trata de relaciones, sexo y vínculos humanos.

En esa fusión cultural tan típica entre ficción y realidad, muchos parecen asumir que Johnson podría aconsejarte con la misma soltura con la que selecciona a los pretendientes perfectos para sus clientes en la película. Así, su personaje no solo la hace brillar como actriz, sino que alimenta la narrativa de una Dakota más segura, más madura y más conectada emocionalmente con los temas, resortes y entresijos del amor moderno, justo en el momento en que su propia vida sentimental entra en una nueva fase, y eso ¡no lo duden!, ha despertado más interés sobre ella.

¿Un reflejo histórico?

Este tipo de “resurgimiento sexual” – si es que se pudiera llamar así y por eso usamos las comillas – no es nuevo en Hollywood.

En los noventa, Sharon Stone subió al olimpo cuando encarnó a Catherine Tramell en Basic Instinct (1992), con una escena icónica que marcó su poder como símbolo sexual. A pesar de que luego confesó que no fue informada de la exposición explícita de esa escena —y que sufrió manipulación profesional tras ella— su imagen sólida eclipsó cualquier controversia.

Stone llegó a redefinir su sexualidad en pantalla y a influir sobre cómo las mujeres podían transitar entre el deseo, el poder y el control narrativo. Al igual que Johnson hoy, Stone encarnó la idea de que la figura femenina puede apropiarse de su cuerpo y su sexualidad como instrumento de empoderamiento, no de sumisión.

Es obvio que, de lo de Dakota Johnson, a lo de Sharon Stone va un grandísimo trecho pero, aspectos como la candidez, la sonrisa, el color de los ojos, su sinceridad al hablar y otras miles de cosas más pueden suplir perfectamente a un cruce de piernas sin nada debajo de la saya.

¿Quién más podría sumarse a este tipo de narrativa?

En el Hollywood actual, una o dos figuras femeninas están siguiendo un patrón similar:

Léa Seydoux, tras su papel en Blue Is the Warmest Colour y roles en franquicias como James Bond, ha seguido construyendo un perfil de mujer sexualmente libre y emocionalmente entera, sin dejar atrás su vertiente artística.
Florence Pugh, en auge tras Little Women y Midsommar, ha reivindicado la autonomía sexual desde una mirada joven e ingeniosa, combinando empoderamiento y frescura.
Margot Robbie, que tras The Wolf of Wall Street, consolidó una imagen de sexualidad potente en Barbie, pero sin perder el control de su proyección mediática.

Y tal vez Sydney Sweeney, quien tras sus papeles en Euphoria, White Lotus y su escena de sexo en The Voyeurs, ha despertado un interés en la teleaudiencia que, tras sus decenas de otras interpretaciones no había despertado. Por cierto, Sydney y Dakota Johnson trabajaron juntas en Madame Web (para olvidarlas a ambas aquí).

De todas las mencionadas anteriormente, solo dos, Margot Robbie y Dakota Johnson, fueron incluidas en una especie de Top 20 mundial de mujeres más atractivas elegida además por los hombres en España como “la mujer más atractiva del verano 2023”. El listado, incluyó a Katherine Langford como la número uno; a Jodie Comer como la número dos; y a la cubana Ana de Armas como la número tres.

El resto del Top 20, elaborado con criterios como fama, influencia, belleza y estilo, incluyó a otras figuras como Zendaya (17), Bella Hadid (16), Ariana Grande (15), Scarlett Johansson (14), Megan Fox (13), Angelina Jolie (12), Priyanka Chopra (11), Emilia Clarke (10), Deepika Padukone (9), Gal Gadot (8), Amber Heard (7), Emma Watson (6), Beyoncé (5) e Irina Shayk (4).

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Lo curioso es que, aunque figuras como Robbie y Johnson ya estaban bien posicionadas en la cultura pop global, es ahora —tras cambios en sus vidas y proyectos con fuerte repercusión— que entran a este tipo de listados. Un síntoma de que el atractivo no es solo una cuestión estética, sino también narrativa: lo que transmiten, lo que representan y cómo se reinventan.

Pero, ¿por qué importa este fenómeno? Pues porque redefine el lenguaje con que se habla de las mujeres en el cine. Ya no basta con ser un objeto erótico a lo Sharon Stone en los 90´, sino que la nueva ola exige mensaje, coherencia y control narrativo. Ni que los directores y directivos tengan que buscar y exigir – en ocasiones no de muy buenas maneras como ha revelado el movimiento #MeToo – escenas de sexo para que la película pegue en la taquilla; o para que una actriz se consolide como favorita, algo que ya habían demostrado con anterioridad Meryl Streep y Glenn Close.

Dakota Johnson, a sus 35 años, aparece ahora como un ejemplo contemporáneo de esa tendencia: una actriz joven que, tras un papel que la retrató como símbolo sexual y una relación pública, retoma su cuerpo y su deseo como un mensaje de libertad personal y profesional.

Y si bien treinta años atrás Sharon Stone – no olvidemos, por favor, lo que hizo años antes Kim Bassinger – cambió el paradigma sexual cinematográfico, hoy Johnson se inserta en una cadena evolutiva de empoderamiento, validando la idea de que la sexualidad femenina no necesita permiso para ser vivida —ni silenciada.

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