Cuba “gana” en la ONU, pero pierde aliados: cómo cambió el voto del embargo en 2025
Cada octubre, La Habana exhibe su “victoria” en la Asamblea General: una abrumadora mayoría de países condena el embargo estadounidense. Este año no fue la excepción. La resolución se aprobó con 165 votos a favor, 7 en contra y 12 abstenciones, muy lejos del marcador récord de 187-2 del año pasado, pero aun así contundente en términos formales.
La diferencia, sin embargo, está en la política: la foto de 2025 no muestra a Cuba más acompañada, sino más sola. Reuters resumió el giro: además de Estados Unidos e Israel, se sumaron a los votos en contra Argentina, Hungría, Macedonia del Norte, Paraguay y Ucrania, mientras una docena de países se movieron a la abstención.
Es el peor resultado para La Habana en más de tres décadas de esta liturgia anual y revela una erosión real del consenso que antes parecía inamovible.
El dato argentino pesa por su simbolismo regional: Buenos Aires rompió con décadas de voto contra el embargo y acompañó a Washington, en línea con la doctrina Milei.
Ese giro no es coyuntural: expresa una lectura ideológica de la política exterior y un reposicionamiento hacia Estados Unidos que Buenos Aires Times describió como un “quiebre histórico”. Paraguay hizo lo propio, otro indicador de que parte de América Latina está menos dispuesta a regalarle triunfos diplomáticos a La Habana, señala por su parte la agencia EFE.
El bloque de las abstenciones también habla: según recabó la prensa de Miami, países como Costa Rica, Ecuador, Albania, Bosnia-Herzegovina, Marruecos, Moldavia y Rumanía optaron por no acompañar a Cuba. No es un respaldo a Washington, pero sí una señal de distancia frente a una Habana alineada con Moscú en plena guerra.
Ese contexto se endureció el mismo día de la votación, con Ucrania cerrando su embajada en La Habana y denunciando la captación de combatientes cubanos para el frente ruso, un asunto que Cuba niega oficialmente pero que ha tensado las capitales europeas y americanas.
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La Habana, por su parte, insiste en que el embargo es una violación a los derechos humanos y que explica buena parte del colapso económico interno de la isla.
Ese alegato sigue encontrando eco en la Asamblea, pero rinde menos fuera del edificio de cristal. La misma nota de Reuters que trae el conteo subraya el nuevo campo de batalla: Washington ha colocado la relación Cuba–Rusia en el centro del debate y, con ello, ha achicado el margen de maniobra diplomática de la isla.
La resolución de la ONU es no vinculante; para levantar el embargo hace falta el Congreso de EE. UU., y hoy no hay voluntad política. Cuba puede celebrar el ritual, pero no traduce esa “victoria” en cambios concretos.
La lectura geopolítica fallida de La Habana —apoyo político a Rusia, discurso refractario a reformas de mercado, represión doméstica y un éxodo que vacía legitimidades— se cobra un precio. Cuando países que antes la acompañaban ahora se abstienen o votan en contra, el mensaje es claro: la empatía histórica con el embargo no alcanza para cubrir silencios en derechos humanos ni alineamientos peligrosos.
La “victoria” anual sigue en el marcador, pero la cancha se inclinó. La ONU le recuerda al mundo que el embargo existe; los votos que pierde Cuba recuerdan que su soledad también.
