Ciro Bianchi refrenda acoso callejero mediante piropos

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Ciro Bianchi: por textos como ese, hay mujeres asesinadas todos los días.

Ciro Bianchi debutó en la prensa cubana en las últimas horas como todo un titimaníaco o viejo verde, en un artículo publicado en Cubadebate, ese medio donde trabajan tantas mújeres jóvenes que dicen llamarse «feministas» y donde a cada rato sacan algún artículo contra el «machismo» o el «sexismo», pero que sin embargo dan luz verde al viejo historiador cubano en un texto que causa más que vergüenza.

No hay que leer muchos párrafos para darnos cuenta del tufo que emana de esta peligrosa nota que legitima el acoso callejero del cual son víctimas a diario las mujeres en el mundo entero; mujeres cubanas incluidas.

Ciro Bianchi sabrá mucho de historia, pero del tema en cuestión no conoce ni la letra más pequeña. Ciro, por textos como ese, las mujeres son asesinadas.

Sí, Ciro Bianchi. Este texto, es un sostén al asesinato y la violencia contra las mujeres. Es un texto a favor del femicidio y el feminicidio.

Sí, Ciro Bianchi, el machismo no solo te atrasa. También mata. Tu oda al piropo no es más que otro ladrillo en el muro inmundo del acoso callejero, y si tú deseas ser un viejo verde y recibir el respaldo de Randy Alonso, es imperativo que conozcas el rechazo que provoca en tus lectores párrafos como el segundo, que ya destila podredumbre.

«Elogiar al paso la belleza de una mujer, hacerlo cara a cara, casi en su susurro, o decírselo solo con los ojos, nunca es pecado, y en verdad a veces es difícil contenerse porque hay cubanas tan monumentales que bien merecerían que las declarasen patrimonio de la nación.»

Sin embargo, la perla de las perlas llega en el párafo cuarto cuando el historiador titimaníaco expresa de manera descarnada:

«Un buen piropo motiva, entusiasma, levanta el ánimo. Aunque en ocasiones diga lo contrario, una mujer siempre lo agradece.»

O cuando indica dos oraciones adelante:

«Y más que la muchacha joven y linda, (…) sale a la calle en busca (…) lo valora con más fuerza la mujer que va dejando de merecerlo.»

Lo llama incluso el historiador «un acto de justicia.»

Y luego afirma que (la mujer) agradece el piropo en la calle «porque le hace sentir que todavía es capaz de llamar la atención, atraer miradas, despertar deseos e inflamar pasiones.»

Nada comparable al ejemplo que detalla más adelante cuando ubica «el pasaje» de la mujer que camina con una niña al lado.

Tal sarta de machismo y verde viejancias, ya vistas en un artículo de corte similar que se vio obligado a retirar de su página web el oficialista Cubasí, provocaron por suerte, la repulsa de no pocos internautas en el mismo lugar donde Ciro Bianchi publicó su nota.

Tal vez la mejor respuesta al desafortunado artículo que Cubadebate se ha negado a retirar y que hasta publicó en su sección de «Especiales», la escribió la periodista Mónica Baró Sánchez en su muro de Facebook.

¿Buscará Randy Alonso «tráfico» en la web de Cubadebate, tal y como en su momento buscó – y defendió – Manuel H. Lagarde al publicar aquel otro infame texto condenatorio de las mujeres que usan audífonos en las calles?. No lo sabemos, pero la respuesta de Mónica es preciosamente condenatoria y explicativa. Un corte de bisturí muy preciso, que disecciona en partes – a partir de una óptica personal – lo que el piropo en realidad es.

«Los supuestos piropos que recibimos en la calle las mujeres por parte de hombres desconocidos clasifican como acoso. La mayoría, además, son siempre vulgares,» indicó la periodista residente ahora en Madrid, que defiende desde su posición una posición cada vez más común entre todas las mujeres del planeta.

«(…) si hay dos cosas que yo aborrezco con todas mis fuerzas de ese tipo de acoso son que me susurren y que me “halaguen” cuando ando con niñas. Detesto que un hombre que no conozco viole mi espacio y se acerque a mi oído para decirme algo que a mí no me interesa; algo casi siempre ofensivo. Detesto sentir su olor, su aliento y a veces hasta salpicaduras de saliva. Y detesto más aún que me acosen cuando camino con niñas o, peor, que existan hombres que acosen adolescentes.»

E indica más adelante:

«(…) los acosadores esperan siempre que una les de las gracias, que sonría, que devuelva los buenos días, que se detenga a escucharles, y si no lo haces se enojan y pueden llegar a insultarte y gritarte. Muy desagradable todo. Muy inútil todo. Porque no se trata de hacer sentir bien a las mujeres, menos de intentar conocernos a nosotras, sino de demostrar poder sobre nosotras. Yo lo que he sentido siempre ante el acoso es miedo y asco, como si los acosadores quisieran en realidad violarme.»

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