“Avileños de Corazón”: cuando la comunicación oficial roza con el chisme, la burla y la homofobia

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En el ecosistema digital cubano abundan las páginas con nombres amables, logos con corazones y frases como “siempre con la verdad”. Pero bajo esa capa de supuesta preocupación ciudadana se esconden estructuras de propaganda. Tal es el caso de Avileños de Corazón, una página de Facebook aparentemente enfocada en reportar hechos delictivos en la provincia de Ciego de Ávila, pero cuyo verdadero objetivo parece ser otro: presentar al MININT como héroe todopoderoso, y al mismo tiempo, entretener al pueblo con un guion que mezcla policiales, chisme y misoginia, con fuertes dosis de homofobia.

La dinámica es siempre la misma: capturan a alguien, publican su nombre completo (violando su derecho a la presunción de inocencia), cuentan los hechos en tono de novela de esquina y, acto seguido, rematan con frases como “se va para Villa Cabilla” o “que le reserven el Hotel Cabilla”. Este último término, lejos de ser inocente, es un eufemismo conocido en el argot cubano que alude a las relaciones sexuales, en este caso referido a relaciones sexuales entre hombres en prisión, con un componente adicional de violencia, ya que muchas veces se refiere a violaciones cometidas dentro del sistema penitenciario.

Este tipo de lenguaje, además de ser vulgar, representa una gravísima banalización de la violencia sexual en contextos carcelarios. En lugar de condenar el crimen y abogar por procesos legales justos y transparentes, Avileños de Corazón convierte la supuesta “justicia” en espectáculo morboso en las redes sociales, donde el castigo no es solo la privación de libertad, sino también el abuso sexual, que ellos presentan como una forma legítima de escarmiento.

Por si fuera poco, como pueden ver en estos dos ejemplos recientes, los últimos publicados, ni siquiera se toman el trabajo de pixelar los rostros de los presuntos delincuentes.

Pero el problema no termina en la página: la comunidad digital que la sigue se suma al coro con entusiasmo. Los comentarios replican las mismas bromas. “Ahora que eche guapería en el Hotel Cabilla”, dicen unos. “Que lo metan en celda con los de la otra orilla, para que aprenda”, sueltan otros. Lo que se construye es un discurso que criminaliza no solo el delito, sino también la orientación sexual, y que establece una narrativa en la que ser violado en prisión es un castigo justo, sobre todo si la víctima es percibida como “guapo”, “engreído” o “delincuente”.

¿Y la policía? Bien, gracias. Silencio absoluto. ¿Las instituciones que supuestamente defienden los derechos humanos? Ni una palabra. En Cuba, cuando el abuso se enmascara de “orden” y se vende con etiquetas de “tranquilidad ciudadana”, todo se permite.

La página, lejos de cumplir una función informativa o preventiva, opera como un brazo propagandístico del Ministerio del Interior. Solo se publican los casos que refuerzan la narrativa de eficiencia, es decir, cuando hay un detenido, un capturado, un “delincuente neutralizado”. Nunca verás ahí una denuncia de abuso policial, una detención arbitraria, un caso sin resolver o un robo en el que la policía llegó tres días después. No. La línea editorial es clara: el MININT siempre gana, y gana con estilo.

Ese “estilo” es justamente el problema: Avileños de Corazón trivializa la criminalidad, convierte los arrestos en telenovela, y hace propaganda de la brutalidad. Cada publicación parece escrita por alguien más interesado en ganar likes que en respetar principios mínimos de ética informativa. Hay emojis por doquier, frases teatrales, “dictados de sentencia” desde la página, y referencias a castigos sexuales como forma de escarnio. Y ese alguien a todas luces es un HOMOFOBICO de 5ta categoría. Probablemente alguien con la homosexualidad reprimida.

Pero lo más lamentable de todo es la naturalización del odio. En los comentarios nadie señala la homofobia, la vulgaridad, ni el tono burlón. Por el contrario, se suman a la orgía de insultos, piden más mano dura, más castigos crueles, más abuso. Se ha instalado la idea de que la justicia no necesita debido proceso, sino escarnio público. Y si en el camino se le arranca la dignidad al presunto culpable, mejor. El aplauso será más fuerte.

Esta página no es un fenómeno aislado. Es un síntoma. Un reflejo de una sociedad que, golpeada por la crisis, la inseguridad y la desesperanza, se conforma con consumir propaganda disfrazada de chisme, y aplaude la represión mientras sienta que no le toca de cerca.

Lo más preocupante es que este tipo de comunicación, lejos de promover la convivencia pacífica o la prevención del delito, reproduce estigmas, legitima la violencia carcelaria y refuerza estructuras de odio que ya están demasiado normalizadas en la sociedad cubana. La homofobia como “castigo” y la brutalidad como “justicia” son mensajes peligrosos, sobre todo cuando vienen disfrazados de entretenimiento popular y con el sello del poder.

Porque cuando la comunicación oficial baja al nivel del chisme de esquina, la sociedad sube un escalón más en la escalera de la decadencia moral.

Y ahora que el régimen se ha dotado de una pomposa Ley de Comunicación Social, con la que pretende regular hasta los suspiros en el ciberespacio, habría que preguntarse: ¿Enjuiciarían al administrador de una página como Avileños de Corazón por promover un discurso vulgar, homofóbico y antipedagógico desde un perfil abiertamente institucional? ¿O esa ley, como tantas otras en Cuba, solo se aplica contra quienes critican al poder y no contra los que lo sirven, aunque sea con bajeza?

Porque si de “responsabilidad comunicacional” se trata, esta página es un ejemplo perfecto de lo que no debe hacerse: viola principios éticos, refuerza estigmas, banaliza la violencia sexual y transforma la comunicación institucional en una especie de meme tóxico con uniforme policial. Pero claro, como todo eso sirve al relato oficial, probablemente no habrá reproches, ni amonestaciones, ni cierre de cuentas. Al final, en Cuba, la ley es como el “Hotel Cabilla”: selectiva, oscura y con las puertas cerradas a cal y canto para la justicia verdadera.

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