En los últimos días de 2025, mientras Europa entra en el tramo final del año y Cuba sigue empujando una rutina marcada por apagones, escasez y la resaca de un ciclón, dos historias de solidaridad llegan desde puntos distintos del mapa con una coincidencia central: no se cuentan como gestos simbólicos, sino como envíos, compras y campañas con nombre y destino.
Desde el Reino Unido, el periódico oficialista Trabajadores describió el cruce del Atlántico de un contenedor con 23 toneladas de leche en polvo que, según el reporte, debía arribar “muy pronto” al puerto del Mariel. La carga no está pensada como mercancía general, sino como apoyo directo a familias de las provincias orientales golpeadas por el huracán Melissa en octubre. El texto sitúa esa donación como cierre de un año de acciones de la Cuba Solidarity Campaign y de sindicatos británicos bajo la iniciativa “Cuba Lives”, con un balance que incluye cinco contenedores de suministros médicos enviados en 2025 y valorados en “millones de libras esterlinas”.
La nota insiste en que no se trató de una reacción lenta ni protocolar después del huracán. Afirma que, tras los daños en infraestructura y agricultura en el oriente, la campaña de emergencia se activó con rapidez y logró involucrar a sindicatos como UNISON, Unite, NEU, ASLEF y RMT, entre otros, para reunir fondos y comprar un alimento básico asociado a la seguridad nutricional de niños, embarazadas y personas mayores. En ese marco, el director de la Cuba Solidarity Campaign, Rob Miller, fue citado explicando la donación como un alivio en un momento difícil, atravesado por la combinación de huracanes y el endurecimiento del bloqueo estadounidense, y defendiendo la solidaridad internacional como práctica concreta para “defender soberanía y vida”.
El mismo texto recoge la voz diplomática cubana en Londres. La embajadora Ismara Vargas Walter agradeció el envío y lo ubicó en un “momento crítico” de recuperación tras el huracán, subrayando que el contenedor aportaría comida esencial para sectores vulnerables y, al mismo tiempo, funcionaría como gesto político contra las restricciones. Trabajadores remata esa escena con una imagen de grúas descargando en Mariel y con una idea de continuidad: la solidaridad, dice, se reafirma hacia 2026 como pilar del vínculo entre ambos pueblos.
En Italia, el enfoque cambia de producto pero no de intención: en vez de leche o jeringuillas, la urgencia se enuncia como energía. La Voce del Trentino informó de una recaudación de fondos promovida también en esa región por CGIL, ANPI, ARCI y ANAIC con un lema explícito, “Energia per la vita. Accendiamo una luce a Cuba”. El objetivo, según el artículo, es sostener el sistema electro-energético cubano mediante contribuciones para la compra de productos, equipos y soportes técnicos vinculados al funcionamiento de paneles solares, con la idea de garantizar electricidad para escuelas, hospitales, centros de trabajo y espacios culturales.
El texto italiano enmarca la campaña en el endurecimiento del embargo estadounidense durante más de sesenta años, menciona la falta de bienes esenciales como alimentos, medicinas y combustible, y añade como factor agravante tanto la crisis económica global como las catástrofes naturales recurrentes en el Caribe, pero no hace en absoluto una crítica, ni modesta siquiera, al ineficiente sistema socialista cubano ni a la incapacidad demostrada de sus dirigentes. A la vez, apela a un argumento moral que conecta con la memoria reciente europea: recuerda que, durante la pandemia, médicos y médicas cubanos prestaron ayuda en muchos países, incluida Italia, y presenta esta recaudación como una devolución práctica de ese gesto. La nota incluye, además, los datos bancarios de la cuenta de Nexus Emilia Romagna ETS para canalizar donaciones con el concepto “Energia per la vita” y señala que las contribuciones son deducibles fiscalmente según la normativa vigente.
Leídas juntas, ambas historias dibujan una postal menos abstracta de la palabra “solidaridad”: contenedores que se llenan, compras específicas que se organizan, sindicatos y asociaciones que ponen su nombre, y un destino marcado por la urgencia cotidiana. En un extremo, el alimento y el suministro médico como respuesta a un golpe inmediato, el huracán Melissa; en el otro, la electricidad como condición básica para que lo demás funcione, desde un aula hasta un quirófano. Dos caminos distintos para la misma idea: que la ayuda no se quede en declaración, y que el vínculo político se mida también en toneladas, equipos y luz.



















