Activistas cubanos arremeten contra la oposición de la oposición; «valientes y expertos» que viven en Facebook

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Durante las últimas horas, dos figuras del activismo cubano en el exilio, Colette R. Marcano, residente en Italia, y Fernando Almeyda, radicado en Serbia, lanzaron duras críticas hacia lo que pudiéramos describir como la “oposición de la oposición”: ese grupo de usuarios que, amparados en las redes sociales, se dedican a descalificar el trabajo ajeno y a sembrar divisiones dentro del propio campo disidente. Sus mensajes, transmitidos por Facebook, llegan en un momento en que el exilio se sacude entre festejos y polémicas tras la salida de José Daniel Ferrer hacia Miami y la llegada a Madrid del exprisionero político Luis Robles.

Colette fue directa desde los primeros minutos de su transmisión. Dijo que su paciencia había llegado al límite y que ya no podía seguir callando ante el “jueguito” de quienes, sin tener familia en Cuba ni haber sufrido persecución, se dedican a destruir y dividir a los que trabajan de corazón.

“Me cansa, me cancela —dijo—. Le voy a sacar la voz porque ya es mucho”. Según ella, detrás de ese patrón de ataques se oculta una conducta aprendida del propio sistema cubano: “Tienen todo un dictador dentro, están todavía adoctrinados”, afirmó, refiriéndose a quienes pretenden dictar cómo debe actuar un opositor o qué debe decir un preso recién liberado.

El punto de inflexión que la llevó a hablar fue, entre otras cosas, la reciente llegada de Luis Robles a España.

“A mí ayer se me partió el corazón al verle la cara”, dijo Colette. “Tenía la tristeza y el trauma tatuado en su rostro y todavía vienen a cuestionarlo. Un muchacho que se jugó la vida cuando nadie se atrevía a salir. Déjenlo tranquilo, aunque no le dé la gana de luchar más. Él hizo su aporte y quedó en la historia”, señaló. Su reclamo iba también dirigido a quienes se burlan, hacen memes o descalifican la labor de quienes —a su juicio— se han ganado el derecho al silencio o al descanso.

La activista no evitó los nombres. Aludió a los “rosaditos”, como algunos detractores llaman despectivamente a quienes trabajan en Madrid junto a organizaciones como Prisoners Defenders o Observatorio Cubano de Derechos Humanos. Para Colette, ese mote encubre una guerra absurda contra personas que “han hecho un montón de trabajo sin estar posando para las cámaras”.

“Están creando fractura y le están haciendo el juego a la Seguridad del Estado”, advirtió a aquellos que los descalifican, como Lucio Enriquez y Lázaro Mireles, residentes ambos en España, por mencionar dos de ellos. En su visión, los verdaderos “agentes” no están infiltrados por La Habana sino entre los propios opositores que actúan movidos por celos o frustraciones personales.

“Antes lo sospechaba —dijo—, pero ahora lo tengo confirmado”, indicó.

Desde otro continente, Fernando Almeyda coincidía en el diagnóstico y en el tono. En su directa, también aludió a quienes —según él— se creen con autoridad moral para juzgar desde la comodidad de sus pantallas a los que han pagado precios reales. Recordó que Robles cumplió más de cuatro años de cárcel “bajo torturas atroces y horribles”, y que su exilio debería ser motivo de respeto, no de sospecha.

“Parece que Luis Robles no tiene derecho a existir —lamentó—. Es una víctima re-victimizada por personas que dicen luchar por la libertad de Cuba”, señaló.

Almeyda fue más allá. Rechazó la idea de que todos deban “unirse” a cualquier costo, un mantra que a menudo se repite en la diáspora.

“Yo pienso que no podemos ni debemos unirnos —dijo— con personas que nunca tuvieron la dignidad de decir ‘opino diferente’ y asumir las consecuencias”. Para él, hay una diferencia esencial entre quienes han asumido riesgos reales y quienes transformaron su exilio en un espectáculo ideológico o una empresa personal.

“Yo sé quién tiene casa en el Vedado, quién planifica regresar —ironizó—. Algunos están más integrados que los propios dirigentes del régimen, pero ahora se presentan como los más anticomunistas del mundo”, expresó más adelante.

En otro momento, el exintegrante del movimiento Archipiélago se refirió al modo en que ciertos “expertos de Facebook” desprecian cualquier iniciativa que no encaje con su discurso.

“Si tu lucha es no violenta, te atacan; si es violenta, también”, comentó. Cuestionó además a quienes ridiculizan la estrategia pacífica que en su día defendió Luis Manuel Otero Alcántara o José Daniel Ferrer.

“A ese hombre —dijo sobre Ferrer— lo han torturado durante más de veinte años, acaba de salir al exilio y lo único que necesita es descanso, no otra campaña en su contra”, expresó.

El hilo común entre ambas transmisiones es la preocupación por un fenómeno que amenaza con devorar la credibilidad del activismo cubano: la división interna y la sustitución del trabajo de base por la visibilidad digital. Colette denunció que muchos han convertido el activismo en una competencia de “likes” y visualizaciones.

“El activismo de los ‘likes’ —dijo—, el activismo de las views… Todos quieren sonar más alto que el otro. Pero no se trata de sonar, se trata de hacer”, dijo.

Su frustración se alimenta, además, de la percepción de que estas peleas públicas tienen consecuencias concretas. En una de sus intervenciones, contó que en instituciones europeas donde ella ha gestionado temas de derechos humanos, funcionarios le han preguntado por qué los cubanos no logran unirse.

“Nos dicen: ustedes se odian, se atacan entre sí”, relató. “Y tienen razón. Ese es el ejemplo que estamos dando”, añadió más adelante.

Ambos activistas coincidieron en que el daño de esta fragmentación es político y moral. Colette lo expresó con una mezcla de rabia y desilusión: “No dañen la causa ni la lucha, no jueguen con mi dolor ni con el dolor de tanto cubano”. Almeyda, por su parte, habló desde la decepción: “Veo una campaña contra los que han sufrido las torturas más crueles y me pregunto en qué momento nos convertimos en esto”.

En sus mensajes hay también una defensa implícita de los que trabajan desde el silencio: abogados, gestores, comunicadores y voluntarios que ayudan a presos y familias sin hacer ruido. Colette pidió reconocerlos y dejar de asociar discreción con complicidad.

“Hay gente valiosa —dijo— que trabaja muchísimo sin hacerlo público, que ayuda de verdad a los presos y sus familiares, mientras otros se dedican a desunir desde un teclado”.

El discurso de ambos es una radiografía del agotamiento dentro del exilio cubano: cansancio por la desconfianza, por el narcisismo y por la manipulación de causas legítimas. En sus palabras resuena una advertencia común: si el debate opositor se convierte en un campo de insultos, el régimen no necesitará infiltrar nada; bastará con dejar que los “valientes de Facebook” sigan haciendo el trabajo por él.

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