Entre mechones de rizos, poses naturales y una colección de peluches que haría temblar a cualquier fanático del diseño kawaii, Saisha, la hija del reguetonero cubano Jacob Forever y la influencer Diliamne Jouve (La Dura), se ha robado la atención de las redes sociales con una tendencia que, aunque parece infantil, está cargada de estilo y exclusividad: su amor por los peluches Labubu.
La pequeña, de apenas 9 años, ya domina la estética mejor que muchos adultos y ha hecho de estos peculiares muñecos su sello personal. En sus más recientes publicaciones en Instagram aparece rodeada por una verdadera tropa de Labubus: grandes, medianos, con lentes, edición navideña, estilo Yeti, brillantes o con trajes de colección. El mensaje es claro: está en su “era de Labubu”.
Pero, ¿qué son exactamente los Labubu y por qué causan tanta sensación? Originarios del universo de la marca POP MART, estos muñequitos nacieron como parte de una tendencia de “designer toys”, juguetes de colección que mezclan arte, cultura pop y un alto nivel de detalle artesanal. Aunque parecen simples peluches o figuras para niños, en realidad son parte de una movida global que incluye adultos coleccionistas, filas interminables en lanzamientos y cifras que pueden marear.
No es raro ver uno de estos personajes -como los que abraza Saisha- rondando los 500 dólares, o más si es una edición limitada o difícil de conseguir.
En una de las imágenes más comentadas, Saisha aparece sentada en un elegante Rolls-Royce, con tres Labubu gigantes que podrían valer entre 900 y 1.800 dólares. A sus pies, una docena más, con caritas dulces y orejas puntiagudas, descansan como si estuvieran en la vitrina de una boutique de diseño. Sumando precios, la colección podría superar los 2.800 dólares.
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Para muchos cubanos que viven con lo justo o que remesan cada mes a sus familias en la isla, esa cifra es casi impensable. Pero para la familia de Jacob Forever, representa solo una muestra más del estilo de vida que han construido desde Miami.
Y es que esta niña, con miles de seguidores en redes sociales, parece haber heredado el carisma de sus padres y también su sentido de la estética. La Dura, su madre, no escatima en elogios ni en apodos como “mi princesa” o “mi consentida”, y su padre no pierde oportunidad de llenarla de emojis de corazones y miradas enamoradas. La dinámica familiar se deja ver claramente: amor, estilo y una buena dosis de viralidad.
