En medio de la creciente oleada de inseguridad que sacude a La Habana, el reguetonero cubano Yomil Hidalgo ha vuelto a ser víctima de un robo. Esta vez, el golpe fue directo contra uno de sus más ambiciosos proyectos personales: la segunda sede de su emprendimiento gastronómico, Doping Pizzas, que aún no había sido inaugurada.
Según denunció el propio artista a través de su cuenta de Instagram, los hechos ocurrieron la madrugada del martes, cuando individuos aún no identificados violentaron la puerta trasera del local y se llevaron, entre otras cosas, un televisor de 75 pulgadas. Pero más allá del valor económico, lo que parece haber desatado la indignación de Yomil es el trasfondo del robo.
“Alguien que tiene que conocer bien el salón nuevo… me rompió la puerta de atrás y me robó”, escribió, dejando entrever que no descarta que el autor del hecho sea alguien de su entorno. El comentario ha resonado fuertemente entre sus seguidores, especialmente aquellos que conocen de cerca la realidad habanera: en una ciudad donde “el de al lado” puede volverse enemigo por necesidad, las traiciones ya no sorprenden, pero sí duelen.

La reacción del músico no se hizo esperar. En sus palabras, cargadas de rabia e impotencia, apuntó directamente hacia los “quimiqueros” y “piedreros”, dos figuras tristemente conocidas en el panorama urbano de Cuba. En los últimos años, el consumo de drogas sintéticas de bajo costo ha aumentado notablemente, sobre todo entre los jóvenes más vulnerables, convirtiéndose en un fenómeno de salud pública y un detonante de la violencia callejera.
Para muchos en Centro Habana, estos vicios no solo arruinan vidas, sino que también desatan una cadena de delitos pequeños pero constantes que, como en este caso, impactan hasta a quienes intentan crear empleo y mover la economía informal desde dentro.

Yomil asegura que su tía, encargada del negocio, quiere presentar una denuncia, pero él no confía en que las autoridades resuelvan nada. En su mensaje, fue claro: si alguien da información sobre el ladrón, él mismo se encargará de “dar un buen salve”. Una promesa que, aunque no detalló, remite a la recompensa que muchos cubanos entienden como un intento de justicia por cuenta propia. No es la primera vez que opta por este camino.
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Ya en febrero, Yomil compartió un video donde se ve cómo un joven que consideraba su amigo lo despoja de pertenencias dentro de su propia casa. A pesar de pixelar el rostro del implicado, su mensaje fue contundente: “Muerden la mano que les dio de comer… cayeron en descaro por el sing* vicio”.
Estos episodios han generado un debate intenso entre quienes aplauden su franqueza y quienes critican que ventile estos asuntos en redes. Sin embargo, nadie puede negar que sus palabras reflejan el sentir de muchos cubanos que, como él, se esfuerzan por emprender en una ciudad cada vez más golpeada por la precariedad, la inflación y la falta de seguridad.
Para Yomil, el proyecto de Doping Pizzas representa más que una fuente de ingresos: es un símbolo de resistencia y superación. En un país donde montar un negocio es una hazaña diaria, perder algo por culpa de la delincuencia duele el doble. Y si encima viene de manos conocidas, la herida cala más hondo.