Vence una alcaldesa demócrata en Miami. ¿Habemus nueva hoja de ruta?

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Miami eligió por primera vez en su historia a una mujer como alcaldesa y, de paso, rompió casi tres décadas de hegemonía republicana en la ciudad. La demócrata Eileen Higgins, hasta ahora comisionada del Distrito 5 de Miami-Dade, se impuso con cerca del 60 % de los votos en la segunda vuelta frente al republicano Emilio González, respaldado públicamente por Donald Trump y por el aparato conservador de Florida.

El resultado tiene una dimensión simbólica evidente: además de ser la primera mujer que llega a la alcaldía, Higgins es la primera demócrata que ocupa el cargo desde 1997 y la primera no cubanoamericana en tres décadas en una ciudad donde el poder municipal había estado casi siempre en manos de hombres de origen cubano o cubanoamericano. La foto política que deja la noche electoral rompe con la narrativa reciente de Miami como bastión sólido del trumpismo hispano y obliga a releer los mapas electorales de una ciudad donde más del 70 % de la población es hispana y cerca del 60 % son inmigrantes, señala Reuters.

Higgins llega a la alcaldía con un perfil marcado por las políticas locales: vivienda asequible, transporte público y resiliencia frente al cambio climático han sido ejes de su trabajo en la Comisión de Miami-Dade y también de su campaña. Pero su victoria se está leyendo fuera de Florida como algo más que una preferencia por arreglar baches y acelerar permisos de construcción. En un estado donde los republicanos dominan la gobernación y el Congreso estatal, que Miami gire hacia una demócrata en una contienda seguida como termómetro nacional dice algo sobre los humores de un electorado latino que no es tan monolítico como se quiso presentar tras las presidenciales de 2020 y 2024, destaca Politico.

La pregunta inmediata es si este resultado es un castigo directo a la agenda antiinmigratoria republicana o, más bien, un hartazgo difuso con “los de siempre”, incluidos los caciques locales que han hecho carrera entre escándalos y acusaciones de corrupción. La campaña de Higgins puso énfasis en la promesa de “poner fin al caos y la corrupción” en el gobierno de la ciudad, mientras González cargaba con el peso de las bendiciones de Trump y Ron DeSantis en un contexto donde buena parte de los votantes inmigrantes viven en carne propia las consecuencias de políticas más duras en frontera, asilo y programas humanitarios.

También es posible que estemos ante una combinación de factores. Por un lado, un voto de castigo hacia un Partido Republicano que, en su afán por mostrarse duro con la migración irregular, ha terminado alienando a sectores que comparten valores conservadores pero sienten que las redadas, las restricciones a permisos y la criminalización del inmigrante los ponen a todos bajo sospecha, incluidos quienes ya están regularizados. Por otro lado, un cansancio profundo con la clase política municipal tradicional, marcada por guerras internas, maniobras para aplazar elecciones y la sensación de que el Ayuntamiento funciona más como un tablero de ambiciones personales que como un servicio público.

En el caso específico del voto cubanoamericano, el vuelco no es tan simple como “abandonaron a los republicanos”. Miami sigue siendo un escenario donde el exilio histórico, los recién llegados y la nueva diáspora se mezclan con venezolanos, nicaragüenses, haitianos y un largo etcétera de latinoamericanos marcados por sus propias crisis. Que una candidata demócrata, anglosajona y no hispana haya logrado articular una mayoría en ese contexto habla más de una coalición pragmática en torno a problemas concretos —rentas imposibles, transporte caro y lento, barrios expulsando a su propia gente— que de una conversión masiva al ideario progresista.

De cara al futuro, la gran incógnita es si esta será una anomalía local o el inicio de una nueva hoja de ruta política para la ciudad y, por extensión, para el sur de la Florida. Si Higgins consigue traducir su victoria en mejoras tangibles en vivienda, servicios y transparencia, puede abrir espacio a otros demócratas en contiendas de condado y estatales, y empezar a erosionar el relato de que en Miami-Dade el péndulo ya se movió definitivamente hacia la derecha. Si, por el contrario, tropieza rápido o queda atrapada en las mismas dinámicas de siempre, los republicanos tendrán argumentos fáciles para presentar su mandato como un paréntesis que conviene cerrar cuanto antes, concluye WLRN.

Por ahora, lo cierto es que Miami ha enviado una señal que complica los titulares simples: una ciudad que votó por Trump en 2024 ahora entrega su alcaldía a una demócrata, mujer, no de origen hispano, que hizo campaña hablando de inclusión y de aliviar la vida de una mayoría de origen inmigran, frente al político que estaba siendo respaldado precisamente por Donald Trump. Faltan años y muchas elecciones para saber si se trata de un giro sostenido o de un gesto puntual de hartazgo. Pero el mapa político de la ciudad ya no es el mismo y, a partir de hoy, todos —demócratas y republicanos— tendrán que recalcular su estrategia en un territorio que creían ya descifrado.

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