En un establecimiento público, un mostrador de madera con nueve divisiones tiene seis de ellas completamente vacías. En las otras hay tres cajas de compota Osito, un paquete de Café Hola, una bolsa de sal y una de leche en polvo. En otra de las secciones hay un saco blanco casi vacío con una pala racionadora y en el último sitio se halla una vieja calculadora y una hoja con un lápiz acompañando un ejemplar del diario Granma. Encima del estante hay un cartel que reza: “Por un socialismo próspero y sostenible”.
Probablemente, uno de los más grandes contrastes de la Cuba actual sea aquella de ver los estantes y tarimas vacías pulular por todo el país, acompañados por consignas que ahora, menos que nunca, contienen significado algún. Pero la desidia se ha hecho rutina en este país y casi nadie repara en sucesos tan tristemente cotidianos como la miseria de los establecimientos públicos y la politización optimista de su carencia.
En una foto de Cuba que circula ahora por redes sociales queda detallada toda esa escena. No se dice dónde y cuándo fue tomada la imagen y en realidad tampoco hace falta. Si un artista contemporáneo cualquiera hubiera tenido la idea de crear semejante instalación, su obra seguro habría tenido el favor de la crítica y el más rotundo éxito entre el público. Nada es tan contundente como el arte para explicar lo que a simple vista se muestra como un ridículo, una consecuencia nefasta de un sistema inoperante y cruel.
Sin embargo, la realidad en Cuba hace la función de lo artístico. Una foto de Cuba, de cualquier bodega o mercado, siempre que no sea de los que ofertan en Moneda Libremente Convertible, mostrará el contraste aquel entre la mentira que vociferan las consignas estatales y la dura verdad que padece el pueblo y que ya al oficialismo le importa muy poco.
Mientras al pueblo no le dejan otra alternativa que chotear y crear memes con su propia desgracia, el gobierno está ocupado en otras tareas y no puede reparar en que su política podría quedar al descubierto en un sitio tan insospechado como aquel donde ellos mismos han dejado exhibir un estante vacío y deprimente bajo un cartel con esas mismas condiciones. Hay que tener tacto y sensibilidad, pero en la política cubana eso tampoco existe.
Sucede que de esta foto de Cuba, de una escena como esa, lo peor no es que haya sido hecha a propósito, ni que todavía existan cubanos seducidos por las consignas como si de cantos de sirena se tratasen, tampoco sería lo peor si lo usaran como fino choteo hipócrita. Lo peor de aquella “consigna con estante vacío” es que muestra el resultado de seis décadas de sutil adoctrinamiento y lo cotidiano que resulta mirar y padecer la desgracia de un país.
Los cubanos han tocado fondo tantas veces en la miseria y la conformidad de una vida sin oportunidades y sin los más elementales derechos como ciudadanos que ya la mayoría ni siquiera se percata de que en cada esquina hay un contraste revelador. Tan estridente como alucinante.
La intención de apostar “por un socialismo próspero y sustentable” tiene ante todo un problema semántico. Hasta ahora la historia ha demostrado que un sistema socialista resulta prácticamente incompatible con la idea de sostenerse a sí mismo y mucho menos de tener prosperidad y buenas condiciones para sus ciudadanos.
