Santiago de las Vegas volvió a celebrar el entierro de Pachencho

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El pasado 5 de febrero, Santiago de las Vegas, un suburbio de La Habana, volvió a llenarse de música, risas y tradición con la celebración anual del «Velorio de Pachencho». Esta festividad, que data de 1984, ha ganado popularidad con el tiempo, atrayendo a numerosos participantes y espectadores cada año.

Así lo recogió EuroNews, que dio cuenta de esta celebración, la cual consiste en una procesión que parte del antiguo Liceo de Santiago de las Vegas, convertido en una funeraria improvisada, y se dirige al cementerio local. Durante el recorrido, el ataúd de Pachencho es acompañado por una «viuda» desconsolada, un «sacerdote» y otros personajes pintorescos. Lejos de ser un evento solemne, la procesión se transforma en una fiesta callejera llena de música, baile y humor.

Este año, el papel de Pachencho fue interpretado por Ricardo Herrera, quien, antes de iniciar la procesión, comentó con humor: «Muchos van a pensar que estoy muerto, pero cuando salgamos del cementerio, todos estarán bailando». Su comentario refleja el espíritu festivo de esta tradición, que combina humor, música y un fuerte sentido de comunidad.

Según la tradición, al llegar al cementerio, el ataúd es bajado a una fosa, y tras una serie de rituales humorísticos, Pachencho «resucita» al ritmo de tambores y congas, uniéndose a la celebración con los presentes.

Esta tradición, que data de 1984, ha ganado popularidad con el tiempo, atrayendo a numerosos participantes y espectadores cada año, y la idea es la de dar a entender que «el muerto» no estaba muerto, sino bajo los efectos del alcohol, y por tanto de velorio se transforma en fiesta, porque hay que celebrar que está vivo. Como reza la canción… «No estaba muerto, estaba de parranda».

Para ver entierros en años anteriores, acceder a este enlace (aquí)

A decir verdad dentro del anecdotario cubano hay un hecho real ocurrido en La Habana, hace ya muchos años, cuando una famosa epidemia azotó a la isla. Los muertos eran tantos que los familiares, para evitar el contagio, los sacaban a los portales y allí los dejaban, hasta que pasaba un carretón, los recogía, los amontonaba y se los llevaba para el cementerio.

Reza la leyenda que uno de esos carretoneros era un ex esclavo que apenas sabía hablar español y un día, confundió a un borracho, que dormía la mona, con un fallecido. Lo agarró, lo subió al carretón, lo llevó donde un superior que contó los muertos, le dio un papelito con la cifra exacta de fallecidos y le dijo que siguiera su camino hacia el cementerio.

Ya llegando al cementerio, con el ajetreo del carretón por una Habana adoquinada, el borracho despertó y quiso bajarse del carretón, impidiéndoselo el ex esclavo, que mostraba el papel diciéndole en su rudimentario español: «Papelitos hablan lenguas». Es decir: que a él le habían ordenado llevar X muertos y X muertos tenían que llegar al camposanto.

Aunque no hay evidencia histórica que confirme este suceso, se asegura que sí, que es tal cual se cuenta y quedó registrado en el vox populis. En el caso de Cuba, durante el siglo XIX, la isla sufrió varias epidemias de cólera y fiebre amarilla que devastaron a la población, lo que es probable que haya sido una de estas enfermedades, la que pudo dar origen al relato.

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