El perrito “Duque” debería estar hoy muerto. Eso es lo que repiten, entre alivio y cansancio, las personas que lo acompañaron en una verdadera peregrinación por clínicas veterinarias de La Habana hasta encontrar, casi al filo del tiempo, a quien se atreviera a operarlo en las peores condiciones posibles: sin electricidad, con lámparas recargables y ventiladores llevados por su propia rescatista.
Según relató la activista animalista cubana Claudia Leyviz en el grupo de Facebook “Ley de Protección Animal en Cuba ¡Sí voto!”, el caso comenzó temprano en la mañana, en la clínica de oncología del hospital Fajardo, uno de los centros más recomendados para tratar tumores en perros en la capital. Allí le realizaron ultrasonidos y una biopsia, y confirmaron lo peor: Duque sufría una obstrucción intestinal severa y un tumor en la zona anal que exigían cirugía urgente.
Con esos resultados en la mano, el equipo fue remitido de emergencia a una clínica en el Casino Deportivo. El médico que los atendió, calificado por la propia rescatista como “buen doctor”, tampoco lo operó. La ruta continuó hacia VetPro, otro de los nombres recurrentes en el mapa habanero de servicios veterinarios privados, donde recibieron una respuesta desoladora: los médicos que podían intervenir al animal “no estaban en Cuba”. Después de varias “buenas puertas” que se cerraban una tras otra, Duque seguía con el intestino al borde de romperse.
La salvación apareció en la clínica estatal de 60 y 29, en el municipio Playa. Allí la doctora Amarilis y su asistente decidieron asumir el riesgo sin titubeos, pese a que a las seis de la tarde ya no había corriente eléctrica en el local. La operación, cuenta Leyviz, se hizo a la luz de lámparas recargables, con ventiladores portátiles que llevó la propia familia para intentar mantener condiciones mínimas de trabajo en un quirófano improvisado por la crisis energética.
Durante la intervención, Duque tenía el intestino “casi al rajarse” y llegó a vomitar heces por la boca, un signo de gravedad extrema. El equipo logró extraer todo el bolo fecal que lo obstruía y extirpar el tumor del ano. Al terminar, le aplicaron antibióticos de “última generación” para intentar frenar la infección provocada por el episodio. Ahora el animal permanece en tratamiento, con curas diarias durante cinco días, dieta blanda y seguimiento cercano. El 4 de diciembre, si todo evoluciona bien, le retirarán los puntos. Si la biopsia confirma un cáncer maligno, está previsto iniciar un protocolo con vincristina, un medicamento oncológico usado también en veterinaria.

La intervención tuvo un costo de 12 000 pesos cubanos, que aún no han sido cobrados por la doctora, y que se podrán pagar gracias a una cadena espontánea de donaciones recogidas en redes sociales. Bajo la publicación de Leyviz se acumulan decenas de comentarios de personas que agradecen al equipo médico, ofrecen medicamentos para la recuperación o simplemente mandan “buenas vibras” a Duque, al que muchos llaman “guerrero” y “campeón”.
Historias como esta llegan en un momento en que el movimiento animalista cubano discute su alcance real y sus límites. En un reportaje reciente, el medio independiente Havana Times utilizó el caso del perro “Yoni” —denunciado como abandonado tras el paso del huracán Melissa por Granma y luego encontrado con vida junto a su dueño— para retratar las tensiones entre organizaciones como Bienestar Animal de Cuba (BAC), clínicas privadas cuestionadas por negligencias y una red de rescatistas “independientes” que operan con pocos recursos y casi nula institucionalidad.
En ese paisaje fragmentado, la batalla por Duque resume varios rasgos de la realidad cubana: la precariedad de la red estatal de clínicas, el encarecimiento de los servicios privados, los apagones que atraviesan incluso los quirófanos y, al mismo tiempo, la capacidad de articulación ciudadana en torno a un animal concreto. Mientras activistas y organizaciones discuten estrategias y responsabilidades, en una sala de Playa un perro mestizo pelea por seguir con vida gracias a una combinación de profesionalidad veterinaria, fe y cooperación digital.





