La travesía de migrantes cubanos hacia Estados Unidos siempre ha estado marcada por desafíos extremos, pero las historias de Reynaldo Aldama y Julio Ibarra resaltan por la valentía y la fe que los llevaron a buscar un nuevo comienzo. Aunque sus caminos fueron distintos, ambos reflejan la desesperación y la esperanza que impulsan a miles de cubanos a emigrar.
Reynaldo Aldama Leyva y su esposa, Laura, decidieron abandonar Cuba en agosto de 2024. Trabajar para el gobierno les pasó factura, y Reynaldo no dudó en asegurar que «ser cubano ya es una historia dura». Luego de meses en México, lograron cruzar la garita del Chaparral en Tijuana, utilizando la aplicación CBP One para solicitar asilo.
La pareja pasó horas en su cita migratoria, donde los oficiales estadounidenses verificaron sus datos y les asignaron una fecha para presentarse ante un juez. Con apoyo de sus familiares en Phoenix, Arizona, Reynaldo y Laura finalmente encontraron un respiro tras años de separación. Lo curioso de su llegada es que Reynaldo había sido quien despidió a estos mismos familiares en el aeropuerto José Martí de La Habana años atrás.
«Ahora duermo tranquilo», comenta Reynaldo, quien en Cuba fue un destacado paramédico especializado en rescates aéreos. Su próximo objetivo es volver a trabajar en su área profesional mientras aguarda la decisión sobre su asilo.
Por su parte, la historia de Julio Ibarra desafía la lógica y encarna lo que muchos llaman un milagro. Partió desde Cuba en una embarcación junto a otras 11 personas, pero el viaje pronto se tornó trágico. El motor de la embarcación falló, dejándolos a la deriva en medio del océano.
La falta de alimentos y agua, combinada con la exposición al sol, llevó a la muerte a los demás tripulantes. Julio, contra todo pronóstico, fue el único sobreviviente.
«Fue un caos desde el inicio», recuerda, agradeciendo a su fe y esperanza por haberlo mantenido con vida hasta que fue rescatado cerca de las costas de Florida.
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