Camagüey vive desde anoche bajo una nube de consternación. Un menor de 13 años se encuentra hospitalizado tras haber sido herido en la cadera por un agente policial durante un incidente ocurrido en esa ciudad.
El adolescente fue trasladado de urgencia al hospital infantil, donde se le practicó una cirugía en la zona de la cadera o el fémur, según informaron fuentes del sector de la salud. En las inmediaciones del centro médico se desplegó un fuerte operativo de seguridad, con presencia de uniformados y representantes de instituciones estatales, lo que ha contribuido a un clima de tensión y rumores en las calles.
Hasta el momento, no existe una versión oficial sobre lo ocurrido. Sin embargo, testigos y un audio (video) que circula en redes ofrecen reconstrucciones parciales del suceso.
En una de ellas, se asegura que el menor participaba junto a otros adolescentes en una riña donde varios portaban machetes, y que la policía llegó al lugar para controlar la situación. Un testigo relata que un agente intentó accionar su arma con la intención de disparar al aire, pero lo hizo de forma incorrecta, provocando que la bala impactara contra el menor.
Otra versión, no menos extendida, sostiene que el joven se habría abalanzado con un cuchillo hacia el oficial, lo que habría llevado al disparo en defensa propia. La misma fuente asegura que, el barrio donde sucedieron los hechos, es «bien caliente» y hace referencia a que el joven herido «es tremenda pieza».
Mientras las autoridades guardan silencio, el debate público se enciende. Algunos exigen una investigación exhaustiva y cuestionan el uso de armas de fuego frente a menores de edad. Otros, en cambio, justifican el accionar policial, comparándolo con escenarios internacionales – entiéndase los Estados Unidos – donde la respuesta de las fuerzas del orden suele ser mucho más letal. En redes sociales, las reacciones oscilan entre la indignación y el miedo, con un denominador común: la preocupación por la creciente espiral de violencia que involucra a niños y adolescentes.
Más allá de las versiones y los juicios inmediatos, el caso refleja una grieta más profunda. La combinación de marginalidad, descomposición social y respuestas institucionales torpes parece empujar a los más jóvenes a los bordes de la violencia, mientras el Estado responde desde la represión y no desde la prevención.
Cada hecho como este deja al descubierto una fractura moral que se ensancha, y una pregunta que vuelve una y otra vez: ¿qué está pasando en Cuba para que un niño de 13 años termine herido de bala por un policía?





