La muerte del joven pedagogo Xavier Arrue Pinto, profesor del IPVCE “José Maceo Grajales” en Guantánamo y director del proyecto comunitario Andando Plus, ha desatado duelo y preguntas. En redes, colegas y exalumnos lo recuerdan como un docente exigente y cercano, “un educador en el sentido más amplio”, según escribió un periodista oficial en una emotiva despedida que subraya su entrega y su huella humana. Pero esa misma nota —aplaudida por su calidez— evita un dato clave: la causa de la muerte.
La activista Irma Lidia Broek difundió un testimonio de una persona “muy cercana” al fallecido que asegura que Xavier murió por un virus, muy probablemente a causa del dengue hemorrágico que es, dentro de las arbovirosis, el más letal de todos, y denuncia el inicio de los rumores de “infarto fulminante” como “manipulación”.
“Se lo llevó el virus. Y punto”, afirma ese testimonio, que pide no ocultar lo ocurrido. En el mismo hilo, Broek reprocha a los comunicadores oficiales “acogerse al manual” para maquillar, ocultar y silenciar datos vitales, especialmente en medio de un panorama epidemiológico que la ciudadanía percibe como desbordado.
Entre las reacciones públicas, la página La Tijera habló de “luto en Guantánamo y silencio oficial”, retomando la denuncia de Irma Lidia Broek sobre la ausencia de datos sanitarios y apuntando a un patrón de opacidad en plena crisis epidemiológica.
El profesor Héctor Proenza Herrera se sumó al duelo con un mensaje sobrio —“me acabo de enterar y no tengo palabras”— que condensa el golpe emocional en el sector docente. También Cuquita Acosta Elejalde hizo un recuerdo largo y cercano del Xavier adolescente, los años de la FEEM y la amistad persistente, humanizando al “diputado y pedagogo” más allá de su cargo. Elo Carnet lamentó que, cada vez que abre Facebook, recibe una mala noticia. Los tres, desde la isla, «olvidaron» decir cuál fue la causa de su fallecimiento.
Otra que lo conocía desde antaño, Yanila González, dijo desde la isla que el finado, en sus clases, «encendió en sus alumnos la chispa de la curiosidad y el deseo de superación», pero obvió mencionar la causa.
Desde Argentina, Enmanuel Álvarez dedicaba las palabras más extensas de todos, sin decir de qué falleció.
Al tratarse de un figura vinculada al oficialismo, no podían faltar las esquelas mortuorias de los perfiles «ciberclariosos».
La conversación ciudadana, sin embargo, no se quedó solo en la elegía. Comentarios como los de Guelmi Abdul (“hay tantos virus que ya ni ellos mismos saben qué circula”) o Yesenia Alfaro (recordando picos de dengue y coinfecciones de años previos) apuntan al desgaste sanitario y a la sensación de descontrol vectorial. Otros —Jose Manuel Requejo, Julia Hernández, Mayra Canet, Angela Brito Valdés, Daisy González— repiten un coro de pésames y, a la vez, exigen claridad: saber qué virus fue, dónde se infectó, qué medidas se tomaron y qué deben hacer alumnos, colegas y vecinos.
También hay intervenciones más políticas: Barbara Joner habla de un pueblo “debilitado por el estrés” y denuncia la precariedad de servicios; Irina Arvaliño ironiza con “mosquitos disidentes” para subrayar la falta de control; Jose Manuel Requejo lo dice sin rodeos: “no esperen la pura verdad de la prensa oficialista”. En conjunto, esa polifonía deja una demanda clara: además de homenajes, la comunidad quiere datos epidemiológicos verificables, parte clínico y comunicación de riesgo transparente.
El retrato final es el de una ciudad que llora a su maestro —con mensajes de Rosa María Lott Soler, Estela Álvarez, Odalys Martínez, Marisol Aday, Gladys Beatriz Pérez de Armas, entre muchos otros— y que, al mismo tiempo, pide un cambio en el modo de contar la enfermedad: menos narrativa edulcorada y más información útil para prevenir. Ese reclamo no desmerece la estatura humana de Xavier Arrue Pinto; al contrario, la honra: convertir la tristeza en lecciones de salud pública para que ninguna otra familia tenga que sumar su nombre a la lista.
En Guantánamo, páginas y perfiles locales hablan ya de “luto” y de silencio oficial. “Muere joven pedagogo y diputado… pero el detalle más importante —la causa real— fue borrado”, resume un post que recoge la denuncia de Broek y critica la falta de información sanitaria. Aun sin parte médico público, la narrativa ciudadana se impone: la gente quiere saber qué pasó, no solo quién fue. Y reclama que los comunicadores que hoy ensalzan su legado también contribuyan a prevenir nuevas pérdidas con datos claros: diagnóstico, vector, zona, indicaciones de control y alerta a contactos.
La muerte de Xavier Arrue Pinto abre un agujero en la comunidad escolar guantanamera y, a la vez, un debate urgente sobre cómo comunicar la enfermedad en Cuba. Homenajear su obra y su bondad —como hizo la prensa local— es justo; negar el contexto epidemiológico, no. Hablar de causas no estigmatiza: salva vidas. En tiempos de brotes, la transparencia no es una opción editorial; es salud pública.





