Medio «anti sistema» defiende brigadas médicas cubanas y asegura «han salvado 5.8 millones de vidas»

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El medio estadounidense CounterPunch publicó un extenso artículo del investigador Isaac Christiansen en el que acusa a Washington de intentar desacreditar sistemáticamente a las brigadas médicas cubanas, calificando como “calumnias” las denuncias de que estas misiones constituyen trabajo forzado. Según el texto, las recientes presiones de Estados Unidos incluyen sanciones, restricciones de visados y campañas mediáticas que, además de golpear una importante fuente de ingresos para Cuba, afectan la salud de comunidades vulnerables en África, América Latina y Asia que dependen de este apoyo.

Christiansen recuerda que la cooperación médica internacional de Cuba comenzó en 1963 en Argelia y se ha expandido a más de 180 países, superando incluso el alcance de la Organización Mundial de la Salud en ciertas áreas. Cita datos que estiman que entre 1999 y 2015, las misiones cubanas —con cerca de 29.000 profesionales— realizaron 1.395 millones de consultas, siete millones de cirugías menores y tres millones de cirugías mayores, además de formar a más de 73.000 médicos extranjeros. Según el economista Henry Morales, estas acciones salvaron alrededor de 5,8 millones de vidas.

Un ejemplo emblemático es la Brigada Henry Reeve, especializada en desastres y epidemias, que ha intervenido en crisis como el ébola en África occidental, terremotos en Pakistán y Nepal, y la pandemia de COVID-19, cuando actuó en más de 40 países. En 2017 recibió un premio de la OMS por su labor. Christiansen subraya que en muchos casos «el servicio se ofrece de forma gratuita» o con costos cubiertos por terceros, y que «los médicos participan voluntariamente, reciben su salario habitual en Cuba, estipendios locales y vacaciones.»

El artículo también aborda la formación médica internacional, destacando la Escuela Latinoamericana de Medicina (ELAM), que ofrece becas completas a estudiantes de zonas necesitadas —incluidos ciudadanos de EE.UU.— con el compromiso de que ejerzan en comunidades vulnerables. Asimismo, recuerda programas como “Operación Milagro”, que ha devuelto la visión a miles de personas, y la atención gratuita en Cuba a víctimas del desastre de Chernóbil.

Para Christiansen, las acusaciones de “esclavitud” son un arma política en el marco de la confrontación histórica entre Washington y La Habana, agravada por el bloqueo económico. Señala que, mientras EE.UU. sostiene alianzas con gobiernos acusados de violaciones graves de derechos humanos y envía armas a zonas en conflicto, Cuba envía médicos y equipos sanitarios.

Aunque Christiansen presenta sus cifras como contundentes y respaldadas por investigaciones, gran parte de las fuentes citadas en el artículo provienen de medios oficialistas cubanos o de periodistas y académicos afines al modelo de cooperación médica de La Habana.

Los datos que fundamentan las afirmaciones más ambiciosas —como el número de vidas salvadas o de consultas realizadas— proceden, en muchos casos, de reportes elaborados por los propios jefes de brigada. Diversos testimonios de médicos que han abandonado misiones internacionales han denunciado que estos informes eran manipulados, inflando cifras para justificar mayores pagos a Cuba por parte de los países receptores o de organismos intermediarios.

Esta falta de verificación independiente debilita el sustento empírico de un trabajo que, además, deja ver la marcada parcialidad de su autor. Christiansen escribe con un tono que trasciende el análisis para adentrarse en un registro casi lírico, impregnado de gratitud personal hacia el sistema que defiende.

En el texto, dedica un pasaje a narrar cómo, durante su estancia como voluntario en Gambia, padeció un fuerte dolor renal que, según relata, pudo haber acabado con su vida de no ser por la atención de un equipo de médicos cubanos. Esa experiencia, presentada como prueba viviente de la eficacia y el valor de las brigadas, refuerza el carácter testimonial y emocional del artículo, pero también confirma que el relato se construye más desde la admiración personal que desde la distancia crítica.

El texto concluye que la campaña contra las brigadas médicas busca castigar a Cuba por su modelo social y por demostrar que la salud puede tratarse como un derecho humano y no como una mercancía. Frente a ello, afirma que la solidaridad médica cubana no debería ser objeto de difamación, sino un ejemplo a seguir.

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