Los apagones en Cuba, una constante en la vida cotidiana de la isla desde hace décadas, siguen siendo un dolor de cabeza para la población, y ni siquiera La Habana es la excepción.
El déficit de generación eléctrica no es un fenómeno nuevo en Cuba, pero en los últimos años la situación ha llegado a niveles críticos. La Habana, como capital, no ha sido tradicionalmente uno de los territorios más afectados, pero tras continuas protestas en la isla por la mala distribución de los apagones, ultimamente, los habaneros también han conocido a qué sabe la sal y la pimienta.
Este sábado, la UNE había pronosticado una afectación de 1,221 MW para el horario pico, pero las cifras reales superaron este cálculo, alcanzando más de 1,300 MW, dejando a miles de personas sin electricidad durante horas; incluso en la capital.
El problema no fue exclusivo del horario pico, pues hubo varios cortes eléctricos durante el día que afectaron a varios territorios durante más tiempo del previsto. Ciudades como Camagüey, Matanzas y Granma encabezaron el listado de las provincias con más interrupciones. En algunos lugares, los apagones duraron más de 8 horas. En provincias como Granma, los apagones alcanzaron una duración promedio de 7.7 horas, con picos de hasta 15 horas en algunos municipios, como Yara.
Además de los cortes programados, la falta de combustible está afectando el funcionamiento de tres centrales eléctricas flotantes, conocidas como «patanas turcas». Estas plantas generadoras se encuentran en puntos clave de la isla, como la Bahía de La Habana, Santiago de Cuba y el puerto del Mariel. Sin embargo, la escasez de fuel oil ha paralizado su actividad, lo que agrava aún más la crisis energética.
La desesperanza de los cubanos
La reacción de la población no se ha hecho esperar. Los cubanos, acostumbrados a soportar estas situaciones, han expresado su frustración en las redes sociales. «¡Vamos, cubanos, por los 1500! ¿Esto será por algún récord Guinness? A lo mejor ganamos alguno por país más oscuro y nos regalan una termoeléctrica», comentaba irónicamente un usuario en la página de Facebook de la UNE.
Otro ciudadano, visiblemente agotado, señalaba: «Nos están matando poco a poco. Vivo en una zona de campo con dos niños pequeños que no pueden dormir del calor. Ayer tuvimos 11 horas continuas sin corriente. En el barrio hay una anciana de 85 años encamada, dependiente de oxígeno. ¿Qué esperan? ¿Que se muera por culpa de un apagón?»
Este tipo de testimonios reflejan el agotamiento de un pueblo que, a pesar de los discursos oficiales, ve cada vez menos esperanza en una solución cercana a la crisis energética.
Cuba, en su lucha por encender las luces, parece estar destinada a seguir viéndola «a buchitos», con una infraestructura cada vez más deteriorada y una población que ya no sabe qué más esperar.
El designado a dedo, ministros y funcionarios «eléctricos», han prometido que la situación debe ir mejorando a partir del 2025; pero los cubanos, cansados de promesas desde hace 65 años, ya no les creen.
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