Si alguien se atreve a contar que en Cuba ya han sido superados todos los tabúes en torno al tatuaje, apúrense en corregirlo, porque no es cierto.
Si bien ya se ha logrado salir del encasillamiento aquel que lo suponía como elemento de presidiarios y al menos entre los jóvenes es cuestión de tiempo (o de economía) llevar uno, dos, tres…los que sean; la realidad es que todavía en Cuba no se concibe el tatuaje como arte corporal en toda su naturaleza.
Con las mujeres sucede otro tanto. A los prejuicios explícitos que ya pesan se le suman otros anquilosados dentro de una sociedad profundamente machista y sexista, donde la mujer, aunque decida un mínimo de emancipación y pueda ser una profesional exitosa, con proyectos e ilusiones; también debe ser la figura endiosada, cuya piel tersa, pulcra y limpia será sinónimo de belleza. Increíble a estas alturas del mundo, pero cierto.
A una mujer que lleve tatuajes en zonas visibles se le mirará más de una vez en la cola del pan, en la tienda, en la farmacia y en cualquier servicio de salud, por ejemplo. Si por demás trabaja en un lugar estatal deberá acompañarse siempre de ropas que la cubran bien, de lo contrario no encajará o deberá pasar algún que otro mal rato.
Algo parecido sucede con las que tienen que enfrentar no uno, sino dos “pecados originales”: llevar tatuajes y hacerlos. Esto ya roza los límites porque si damos por sentado que el tatuaje no termina de ser bien visto o normalizado en la sociedad, quienes lo ejecutan, por axioma esquemático, deberán ser los hombres.
No obstante, la tendencia a encontrar mujeres que tatúan es cada vez más creciente y puede que empiece a ganarle terreno a los prejuicios. Hasta ahora los mantiene a raya, por lo menos.
Aunque menos reconocida y con mayores dificultades que los hombres, en Cuba pervive una pequeña comunidad de mujeres alrededor del arte del tatuaje, quienes han sorteado más que una barrera para lanzar adelante sus proyectos. Amanda Santana Rizo, May Llanos, Claudia Moreno y Amalia Cuellar se hicieron muy conocidas en el mainstream habanero de 2019 cuando crearon su estudio independiente Risink Tattoo y en ese mismo año, otra joven, Ana Lyem Lara, ya era conocida por sus obras desde Zennit Tattoo, un estudio compartido con hombres que todavía es de los más famosos en la capital, pero como todos todavía no cuentan con el respaldo legal e institucional que deberían.
La primera comunidad de mujeres basada en el amor por el arte corporal y sembrada en la sororidad de sus integrantes nació hace unos meses en La Habana.
Con el nombre de Erias Comunity (@erias_comunity), la iniciativa que ya cuenta con casi mil seguidores en Instagram, así como un canal en Telegram, asume el tatuaje como medio de expresión artística en su totalidad.
Desde sus redes sociales impulsan además campañas ambientalistas y de apego a los animales, graficadas con imágenes de jóvenes que han decidido tatuarse la piel y asumirlo como un estilo de vida, lo cual, apuntan, se mantiene como gran tabú en nuestra sociedad.
En Erias Comunity participan tatuadoras, modelos, chicas over size y mujeres comunes quienes exhiben sin prejuicio y con autenticidad cada mancha de tinta sobre su cuerpo.
Asimismo, se han asociado con otros emprendimientos cubanos como el estudio fotográfico Pletórica Studio (@pletorica.studio) y la marca de moda y diseño Textura (@textura.cuba), entre otros negocios o marcas independientes.
Desde la propia página de Instagram es posible conectar con el canal de Telegram de la comunidad, el cual se mantiene en crecimiento con apenas 53 suscriptoras y pretende desde allí fomentar el intercambio y la socialización.
Al momento de la suscripción, las directoras del canal invitan a completar una encuesta anónima, la cual indaga en los propósitos de pertenecer a la comunidad.
Quiero hacerme tatuajes más económicos
Quiero interactuar con otras mujeres tatuadas
Quiero mostrar mi cuerpo tatuado
Quiero colaborar con la comunidad
Son esos los campos de la encuesta y al mismo tiempo las ventajas que permite Erias Comunity y que pretenden trabajarse aún más. “Apoyaremos campañas sociales y todo movimiento para ayudar a las mascotas. Insertar aún más la imagen de la mujer tatuada en el medio audiovisual y en la publicidad”, explican desde su perfil.
En una de sus series fotográficas más recientes, titulada «Buscando la Paz», Erias recrea el significado del nombre mismo de la comunidad. Según refieren en su canal de Telegram se trata de “una variación fonética de Eira, que pertenece a la mitología nórdica, quien trabajaba como sirvienta de Odín y Fregga, privilegio que pocos tenían. Para los vikingos era una deidad, conocida por ser la diosa de la salud y la sanación”.
Según explican, el nombre fue tomando en cuenta para bautizar a la comunidad teniendo en cuenta que la diosa Eira solo compartía sus conocimientos con mujeres y eran ellas quienes atendían todo lo relacionado con la medicina, mucho antes de que llegara la ciencia al continente europeo.
En un sentido feminista y de realce de valores y conocimientos portados por las mujeres, Erias es una variación además que denota fortaleza de espíritu y que en nuestra época también se traduce en la valentía de afrontar un estilo de vida distinto a lo que exigen los estándares y que pretende hacer de cada cuerpo un templo personal.
