Modernidad, belleza y espacios impresionantes. Así se define esta casa en Las Minas, Cienfuegos, una propiedad que bien podría estar en cualquier catálogo internacional de arquitectura de lujo. Con más de 600 metros cuadrados, seis cuartos, seis baños y garajes amplios, este hogar lo tiene todo. Todo, excepto un comprador.
Y es que, a pesar de ser una joya moderna, esta casa tiene un detalle que ningún diseño espectacular puede esconder: está en Cuba. Un país en crisis donde los sueños, como esta residencia, parecen desvanecerse. En un contexto donde «largarse» es el verbo más conjugado, y todos intentan vender sus propiedades para financiar un boleto hacia cualquier lugar, el mercado inmobiliario está colapsado. No hay dinero, no hay interés, no hay compradores.
Esta casa se anuncia con la esperanza de un milagro, mientras los propietarios ofrecen incluso canjes por algo más pequeño o un carro. ¿El sueño de vivir en tu propia versión de Beverly Hills cubano?
















Tal vez. Pero en un país donde lo único que sobra son casas a la venta, la realidad golpea más fuerte que el diseño. Aquí, aunque estés en una casa de lujo, estás aquí. Y eso, hoy por hoy, lo dice todo.

Y no, no es la única mansión que se vende en Cuba. En Miramar, a pasos de la icónica 5ta Avenida, se ofrece otra joya arquitectónica: una casa de dos plantas, con más de 1000 metros cuadrados, cinco habitaciones, cinco baños, garaje cerrado y extensas áreas de jardín y patio.
La vivienda, en su momento de construida, incluso ganó un premio de arquitectura. Pero, como ocurre con tantas propiedades de lujo en la isla, su dueño está dispuesto a negociar porque sabe que el mercado está saturado. Aunque asegura que el precio es «muy muy por debajo de lo que realmente vale», la realidad es que pudieran no existir muchos interesados. Y menos aún con recursos suficientes para adquirirla.

En un país donde la gente vende casas no para mejorar, sino para salir, estas mansiones son una postal de un mercado inmobiliario atrapado en un limbo: lujos que nadie puede costear, en una nación donde lo urgente dejó de ser vivir bien para convertirse en simplemente vivir.
Lo más bonito de todo es que en los comentarios en ambas publicaciones, todo el mundo pregunta «el precio», como si pudieran comprarlas o tuviesen interés de hacerlo.
Más bien es que quieren «chismear» con la idea de saber cuánto puede valer una casa así. Aunque la mayoría no viva en Cuba; e incluso, aunque los que vivan fuera, no quieran regresar.
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