Jiang Zemin fue el hábil y carismático líder que logró que China, en el año 2001, entrara en la Organización Mundial del Comercio.
Eso sí, como todo líder de un gobierno totalitario, aplastó a sus críticos y aplazó mejoras que el pueblo pedía a gritos; y que condujeron a la sangrienta represión de 1989 contra los manifestantes en la Plaza de Tiananmen de Beijing
El exlíder chino Jiang Zemin, un viejo amigo de Fidel y Raúl Castro, murió en Shangai, este miércoles, a la edad de 96 años.
Jiang Zemin, exsecretario general del Partido Comunista Chino (PCCh) llegó al poder después de las protestas de la Plaza de Tiananmen, y abandonó el poder envuelto en un escándalo de corrupción.
Una declaración del Partido Comunista Chino dijo que murió de leucemia y falla orgánica múltiple, poco después de las 12:00 hora local ( 04:00 GMT).
En el comunicado, el Partido Comunista de China dijo que Zeming fue reconocido «como un destacado líder con gran prestigio» y «un combatiente comunista probado durante mucho tiempo».
Jiang ascendió al poder después de la sangrienta represión de 1989 contra los manifestantes en la Plaza de Tiananmen de Beijing y sus alrededores, lo que provocó que China fuera condenada internacionalmente. Se habla de que su gobierno se caracterizó por la apertura del capital chino al mundo, y por un florecimiento económico, pero si se tienen en cuenta los sucesos derivados de las manifestaciones en la Plaza de Tiananmen, es evidente que también se caracterizó su gobierno por claras violaciones de los derechos humanos en el país.
Su ascenso al poder fue más resultado de las circunstancias que envolvieron la lucha por el poder en la cúpula del Partido Comunista de China.
Jiang fue elegido porque a todos les pareció que era la única persona capaz de lidiar entre los militantes de línea dura y los reformadores; un elemento que unificaría a los de línea dura con los más liberales.
Yahoo News recoge que «bajo su dirección, se forjó una economía formidable, los comunistas reforzaron su control sobre el poder y China ocupó su lugar en la mesa principal de las potencias mundiales.»
Y esto, es lo que caracterizó su mandato: el reforzamiento de los comunistas sobre el poder a expensas del pueblo chino, que tuvo que soportar represiones a sus libertades civiles. Bajo su égida, se aplastó la disidencia interna mientras adoptaba una postura de línea dura sobre Taiwán.
Como todo gobierno represor, la mano dura le sirvió para hacer «florecer» la economía del país y pronto recibiría, con «la calma ciudadana» y una economía en desarrollo, el beneplácito y reconocimiento económico de las super potencias que, en la arena política internacional la criticaban duramente, con la entrada de China, en el año 2001 a la Organización Mundial del Comercio.
Sin dudas, como Castro, Zemin fue hábil y supo mover las piezas dentro de su partido y aprovechar su carisma. Conocedor de la rivalidad económica que imponía mundialmente los EE.UU. procuró hacerse más amigo de su enemigo, que enfrentársele, y por ello visitó varias veces a los EE.UU., dijo la agencia AP.
La entrada a la OMC fue lo que sumergió a China con fiereza dentro de la economía global, y es ovbio que el papel que jugó aquí los EE.UU. fundamental
El problema fue que, para lograr esta mejoría económica que, es evidente, solo benefició a una parte de la población y no a toda, se aplazaron las reformas políticas por las cuales el pueblo chino había salido a las calles a protestar.
Zemin supervisó la entrega pacífica de Hong Kong en 1997; y fue duramente criticado por la dura represión ejercida contra la secta religiosa Falun Gong dos años después, en 1999. Esta secta religiosa se consideraba una amenaza para el Partido Comunista, y Zemin no dudo en aplastarla, mediante la represión característica de un gobierno totalitario.
En sus últimos años se retiró del gobierno y rara vez se le veía en público.
Sus sucesores como presidente, Hu Jintao y Xi Jinping, mantuvieron la línea trazada por Zemin.
