Hace 32 años se derrumbó el Muro de Berlín. Un recuento

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El 9 de noviembre de 1989, cayó el Muro de Berlín, frontera física y altamente simbólica entre la República Federal Alemana (RFA) y la República Democrática Alemana (RDA), las dos mitades de esta nación derrotada en la Segunda Guerra Mundial y dividida por los grandes ganadores aliados de la contienda.

Como resultado del final de la II Guerra Mundial, la Unión Soviética de Stalin sumó entonces otro territorio a su gran botín de guerra: los países socialistas de Europa del Este como Checoslovaquia, Polonia, Hungría, Bulgaria, Rumanía, y más, que fortalecieron su posición frente a Occidente.

Desde este mismo momento de fundación, la emigración hacia la RFA aumentó a niveles millonarios, provocando que a partir de 1952 las fronteras inter alemanas fueran protegidas con grandes cercas y vigilantes armados. El Muro de Berlín fue la concreción de esa idea de separación entre dos Alemanias, que siempre fueron una en el corazón.

Una estrecha zona de 5 kilómetros se quedó autorizada para el tránsito entre ambas naciones con permisos especiales. A pesar de todo, entre 1949 y 1961 más de 3 millones de personas abandonaron la RDA, muchas de ellas profesionales de óptima formación. Incluso, para muchos polacos y checos, Berlín Occidental se convirtió en la puerta de escape del bloque comunista.

Bajo el pretexto de proteger a la población de la RDA de elementos fascistas que conspiraban para evitar la voluntad popular de construir un Estado socialista en Alemania del Este se levantó la gigantesca construcción. El Muro de Berlín vino a ser una especie de Muralla China de la Historia Moderna, a lo largo de unos 156,4 kilómetros.

Cuarenta y cuatro kilómetros dividían la ciudad de Berlín, y unos 112 rodeaban la ciudad por el norte, el oeste y el sur, para aislarla por completo de la RDA. Nacía así el Muro de Berlín, cuya caída años después marcaría el fin del comunismo en Europa del Este.

Casi hasta último momento, el muro de Berlín fue un secreto negado por las autoridades de la RDA y de la URSS. El entonces presidente del Consejo de Estado, Walter Ulbricht, lo negó con vehemencia en junio de 1961 durante una conferencia de prensa.

Comentó que “hay hombres en Alemania del Oeste que desearían que movilizáramos a los trabajadores de la construcción de la capital de la RDA para erigir un muro. No conozco la existencia de tales motivaciones, pues los obreros de la construcción de la capital emplean todas sus fuerzas principalmente en la construcción de casas. ¡Nadie tiene la intención de erigir un muro!”

28 años duró este muro que ignoraba Ulbricht, como encarnación palpable de la división bipolar del mundo inmerso en la interminable Guerra Fría de espías, carreras armamentísticas, espaciales y nucleares (tanto para la paz como para la guerra). Una ciudad partida a la mitad para un mundo partido a la mitad, en guerra consigo mismo. La emigración fue más difícil y trágica, pero continuó, pues los muros nunca son la solución, solo son diques para contener la fuerza imparable de las aguas de la historia.

Incluso durante su construcción, bajo la responsabilidad de Erich Honecker (quien fuera luego el penúltimo líder comunista de la RDA), desertaron 85 hombres de las fuerzas de vigilancia (Grenztruppen) y 400 civiles en unas 216 escapadas. Una famosa fotografía ilustra estos sucesos, la del joven policía de fronteras Conrad Schumann mientras salta sobre las alambradas de la calle Bernauerstraße.

Luego de terminado el muro, se registraron unas 140 muertes en el intento, y unas 5075 personas consiguieron trascender sus 3,6 metros de altura de hormigón armado, protegidas por una valla de tela metálica, cables de alarma, trincheras que impedían el paso de vehículos, una cerca de alambre de púas, más de 300 torres de vigilancia y treinta bunkers. Todo montado a un costo de 16 155 000 marcos de la RDA. 57 alemanes consiguieron en octubre de 1964  huir a través de un  túnel de 145 metros cavado desde la parte occidental de Berlín.

En agosto de 1991, el deteriorado gobierno de Erich Honecker se vio obligado a retirar las grandes restricciones de viaje hacia la RFA. Solo en septiembre, 13 000 alemanes emigraron hacia Hungría, y estallan manifestaciones masivas contra el gobierno socialista que dan con la renuncia de Honecker en octubre, siendo reemplazado por Egon Krenz.

El propio 9 de noviembre se promulgó un plan que permitía obtener pases para viajes de visita, anunciado de inmediato en conferencia de prensa por Günter Schabowski, miembro del Buró Político del gobernante Partido Socialista Unificado de Alemania. Creyendo que se podía pasar a través del Muro sin trámites, decenas de miles de personas corrieron hacia varios puntos de la construcción, y los guardias fronterizos ya no se atrevieron a disparar, abriendo sobre las 11:00 de la noche el primer punto fronterizo de Bornholmerstraße.

La verdadera avalancha tuvo lugar a la mañana siguiente del 10 de noviembre, en que se concretó la apertura de las fronteras. Alemania volvió a ser una. Como en el título de la famosa película de Wolfgang Becker de 2003, los alemanes gritaron de muchas maneras “Good Bye, Lenin!”. Los dioses rojos cayeron, la Segunda Guerra Mundial terminó de acabarse para Alemania, y de alguna manera hasta el mismo siglo XX.

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