La periodista cubana Mónica Baró Sánchez, Premio Gabo 2020 por el trabajo «La Sangre nunca fue amarilla», actualmente residente en España, ahondó esta mañana en su perfil de Facebook sobre un asunto que parece fundamental y es: cómo, desde una organización supuestamente independiente del gobierno cubano, fundada para proteger y defender a las mujeres cubanas, como lo es la Federación de Mujeres Cubanas, se gesta violencia contra la mujer cubana.
Ya no se trata de la «vieja» denuncia de desamparo en que una mujer cubana cuando ha ido a esta organización a buscar ayuda, tras haber sido víctimas de la violencia machista. O para ser más precisos: en la que no pocas mujeres cubanas se han visto.
Ahora, y según ha podido apreciar el mundo entero, mujeres cubanas pertenecientes a la Federación de Mujeres Cubanas, FMC, llegaron desde horas bien tempranas en la mañana a casa de la activista Saylí González Velázquez, mujer cubana también, a ejercer la violencia – hasta ahora psicológica y política, no física – contra la joven.
En un post que Mónica Baró Sánchez dirigió sobre el tema, expresa:
«NO se defiende una idea con violencia, no se defiende una idea abusando de tu poder, no se defiende una idea atacando a quienes piensan distinto y están en condiciones de desventaja y vulnerabilidad.«
La periodista ahonda además en un aspecto que ella, como periodista, debe denunciar además: la violencia.
Y si es contra una mujer, ella, Baró Sánchez, mujer también, debe denunciarla.
Mediante ocho puntos que bien pudieran ser más, Baró Sánchez detalla parte de lo vivido – sufrido, a pesar de la entereza que demuestra – Saylí González Velázquez, en su casa, en Santa Clara, esta mañana.
Baró Sánchez lo hace además desde su posición de mujer cubana violentada, que si bien no vivió dentro de Cuba un acto de repudio similar, sí vivió y sufrió violencia psicológica y abusos, por parte de los aparatos represores del estado cubano; los mismos que hoy, denuncia Mónica, gestaron, orientaron y dirigieron, este acto frente a casa de la joven emprendedora y activista cubana González Velazquez.
«(..) temo a los sentimientos de odio y venganza, porque nada bueno aportan para construir un país,» señala Mónica más adelante.
«Lo que están haciendo esas mujeres afuera de casa de Saily González hoy debería ser un delito en cualquier país con un mínimo de respeto por los derechos humanos. Esas mujeres han ido en grupo, con la complicidad de un Estado, a atacar a una ciudadana y a su madre en su casa por su manera de pensar. Las han ofendido, las han amenazado, las han encerrado en su propia casa,»
denunció la periodista.
Mónica llama a esas mujeres «escoltadas» por la bandera de la FMC por su nombre: represoras. Y dice de ellas que son «mujeres adultas con capacidad para distinguir lo que está bien de lo que está mal,» mientras hace un llamado al Ministerio de Justicia de Cuba.
«Es a los juristas a quienes les corresponde determinar cuál es la implicación de participar en actos de repudio que son fomentados y amparados por un sistema y que, si continúan, pueden tener desenlaces trágicos como tantos otros en los ochenta. Ahí hay un desafío enorme,»
señaló.
Baró Sánchez afirma creer que esas represoras deberán, en algún momento, sentir vergüenza por sus actos.
«Si en el día de mañana esas mujeres piden perdón a sus víctimas, por mí estarán perdonadas. Yo no guardo rencor ni a quienes me reprimieron en Cuba. El rencor a mí no me sirve de nada. Pero no olvido, quizás por eso es que no les guardo rencor.»
Y concluye:
«Lo único que tenemos quienes disentimos es la palabra, es la información, es la denuncia. No tenemos a nuestro favor leyes, ni instituciones, nada. Por eso creo que hay que denunciar todo, porque quien participa hoy en un acto de repudio sin consecuencias, mañana agarra un palo y agrede a un manifestante sin pensarlo dos veces, o sirve de ejemplo para que otros lo hagan.»
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