La realidad es que, mientras el régimen cubano siga tratando al Sistema Eléctrico Nacional como un campo de batalla ideológico en lugar de un servicio público esencial, los apagones seguirán siendo parte del día a día en Cuba.
En un país donde la electricidad es un lujo y no un derecho, el verdadero colapso no es técnico, sino moral.
De los recursos dilapidados durante décadas y las decisiones tomadas por la cúpula dirigente cubana en contra de las opiniones de los expertos – entiéndase Fidel Castro vs Marcos Portal – todavía no se ha hablado lo suficiente.
A veces, la narrativa oficial cubana suena más a un libreto de ciencia ficción que a un informe técnico. En esta ocasión, el Gobierno cubano ha desplegado su maquinaria mediática para proclamar, con tono casi mesiánico, que el Sistema Eléctrico Nacional (SEN) está “restablecido”. La realidad, sin embargo, cuenta otra historia: el SEN no es más que un castillo de naipes tambaleante, víctima de décadas de desidia, retórica vacía y parches temporales.
Una «victoria» sin luz para el pueblo
El ministro de Energía y Minas, Vicente de la O Levy, se apresuró a declarar que todas las unidades estaban funcionando y que el Sistema Eléctrico Nacional estaba “como antes del colapso”, según recoge Prensa Letrina (perdón, Latina. Me he confundido porque así mismo la llaman los que trabajan ahí jocosamente).
Esto plantea una pregunta obvia: ¿qué tan bueno puede ser volver a un estado que ya era un desastre? Antes del colapso del 4 de diciembre, los apagones eran la norma, no la excepción, con cortes de hasta 20 horas diarias en muchas zonas.
La prensa oficialista, siempre lista para maquillar la realidad, señala que se ha logrado “estabilizar el sistema” gracias a esfuerzos titánicos y “microsistemas” que recuerdan más a soluciones de emergencia en un hospital de campaña que a un sistema eléctrico moderno.
El uso de términos técnicos como “arranques en negro” y “subestaciones” pretende disfrazar lo evidente: el SEN es incapaz de garantizar algo tan básico como el acceso continuo a la electricidad.
Granma, por ejemplo, dedicó cuatro artículos al problema. En uno recoge lo acontecido en una reunión donde Díaz-Canel estuvo presente. Donde intervino y dijo que «se está trabajando con seriedad y mucho esfuerzo».
En otro artículo, se «explica» que el problema no es el estado ineficiente que ha dilapidado malsanamente los recursos durante décadas. No se dice que se ha invertido durante décadas más en Turismo que en tener una infraestructura eléctrica eficiente. Tampoco se critica a Fidel Castro por creer que Chávez sería eterno y que eternamente nos regalaría petróleo, y convirtió al país en un país dependiente del petróleo con su llamada y fallida Revolución Energética. No. El Granma dice que el problema es «el cierre de la válvula de corte de combustible a la caldera de la central termoeléctrica (CTE) Antonio Guiteras».
En otro trabajo publicado en el Granma se asegura que «no cesa el trabajo para restablecer el Sistema Eléctrico Nacional». Y en el peor de todos, la joven periodista bayamesa Mailenis Oliva Ferrales, nos dice que «como en Alegría de Pío, la resolución es no rendirnos», y habla de que «para entender la épica resistencia del pueblo cubano, capaz de sobreponerse a las más complejas adversidades y contingencias, habrá que ir siempre a la historia de las gestas independentistas de esta nación, marcada –entre otras muchas proezas– por esa máxima irrevocable de convertir los reveses en victorias.»
Establecer paralelismos absurdos con momentos históricos como la resistencia en Alegría de Pío, lo sabemos, es parte de la narrativa oficialista, pero comparar un sistema eléctrico colapsado con una gesta militar revolucionaria no solo es inapropiado, sino insultante para una población que lo único que pide es electricidad estable, no gritar como Juan Almeida Bosque.
Antonio Guiteras, el villano perfecto
No quedan dudas que la Central Termoeléctrica Antonio Guiteras, en Matanzas, es un personaje recurrente en esta tragicomedia energética. Según el director de la planta, Rubén Campos Olmo, la última debacle fue causada por el “cierre inesperado de una válvula de corte de combustible”. Sin embargo, las explicaciones técnicas son solo una cortina de humo para ocultar lo obvio: la falta de mantenimiento y modernización ha convertido a la Guiteras en una bomba de tiempo.
Mientras el gobierno, a través de voceros como el matancero Juan Miguel Solís insiste en que “no hubo daños” en la planta, los constantes apagones y las caídas del sistema desmienten cualquier intento de optimismo oficial. Incluso el proceso de reactivación de la Guiteras requiere “energía externa”, un testimonio vergonzoso de su inoperancia estructural.
Otro vocero, Lázaro Manuel Alonso, publicó un post donde «ocultó» que el restablecimiento será lento, para evitar otra caída del Sistema Eléctrico Nacional.
Ambos periodistas, y otros muchos, parecen vivir en la eterna noria. Todos, asumen el discurso triunfalista. Evocan consignas. Muchos para justificar que no les quiten los MBs asignados a sus cuentas en internet. ¡Qué triste!
El recurso a los llamados microsistemas o “islas energéticas” ha sido vendido a cada rato como un triunfo de la gestión gubernamental. En realidad, no es más que una confesión implícita de que el Sistema Eléctrico Nacional está fracturado. Estas islas priorizan hospitales y servicios básicos, pero dejan a la mayoría de la población sumida en la oscuridad.
Incluso en las zonas donde se ha restablecido el suministro eléctrico, los cubanos reportan inestabilidad en el voltaje, apagones intermitentes y una sensación de precariedad constante. En redes sociales, los ciudadanos han bautizado al SEN como “Sistema Electrónico Nacional” en alusión a los equipos que se queman por las variaciones de voltaje.
El presidente Miguel Díaz-Canel, siempre fiel a su tono triunfalista, calificó los esfuerzos del Gobierno como “serios” y aseguró que los trabajadores eléctricos “trabajan sin descanso” y dio a entender que él tampoco ha dormido, al hacer mención a las palabras «desde la madrugada damos seguimiento».
Lo hizo en su cuenta de Twitter, lugar donde la población que él no escucha, le respondió con una avalancha de críticas: “corrupto”, “inepto” e “ineficiente” fueron algunos de los epítetos más suaves.
Desde la madrugada damos seguimiento al restablecimiento del Sistema Electroenergético Nacional.
— Miguel Díaz-Canel Bermúdez (@DiazCanelB) December 4, 2024
Los compañeros de @EnergiaMinasCub y @OSDE_UNE trabajan sin descanso y con precisión en su reconexión. Ya funcionan varias islas de energía en el país. Hoy debe haber buen avance.
El contraste entre la narrativa oficial y la realidad vivida por los cubanos no podría ser más marcado. Mientras el Gobierno celebra una supuesta “recuperación”, el pueblo sufre apagones interminables, alimentos que se descomponen en refrigeradores apagados y noches de insomnio bajo el calor abrasador.
La eterna búsqueda de culpables
Cuando las explicaciones técnicas no convencen, el Gobierno cubano recurre a su comodín favorito: el “bloqueo económico” de Estados Unidos. Si bien el embargo tiene un impacto indiscutible, no puede justificar décadas de mala gestión, corrupción y falta de inversión en infraestructura.
Por otro lado están otros culpables puntuales. Asociados al robo de combustible, aceites y paneles solares.
Sí, el desastre energético cubano no se limita únicamente a la incompetencia de la gestión gubernamental. También hay una galería de villanos locales que, por acción u omisión, agravan la situación, y a ellos acude también la prensa oficialista para justificar el desastre nacional.
El robo de paneles solares en Las Tunas, noticia reseñada también por el oficialista Granma, es uno de los ejemplos más insólitos y, a la vez, desalentadores. Sistemas diseñados para suministrar agua potable a comunidades rurales han sido desmantelados por manos inescrupulosas que han dejado a familias enteras sin acceso al vital líquido.
Granma señala que en menos de seis meses, ocho estaciones de bombeo quedaron inoperantes, y las autoridades locales no han dado con los culpables ni recuperado los equipos. La escena resulta casi surrealista: comunidades que volvían a depender de pozos manuales en pleno siglo XXI.
Mientras tanto, en Santiago de Cuba, otro tipo de crimen alimenta la penumbra nacional: el robo de aceite dieléctrico de los transformadores eléctricos. Este líquido, esencial para el funcionamiento y la vida útil de los transformadores, ha sido el objetivo de un mercado negro que vende cada litro por más de mil pesos.
El resultado es catastrófico: transformadores inutilizados, miles de personas a oscuras durante días y un costo millonario para sustituir equipos que el país no puede darse el lujo de perder. En San Luis, el robo de 300 litros de aceite dejó a más de 17,000 residentes sin electricidad, un acto que las autoridades calificaron de «criminal». Sin embargo, las soluciones implementadas —como la rotación del servicio o la instalación de transformadores provisionales— apenas son paliativos temporales para un problema estructural.
En Guantánamo, la picaresca local toma otra forma: fraudes eléctricos. Venceremos dice que más de 576 casos fueron detectados este año, desde manipulación de medidores hasta conexiones ilegales desde el tendido eléctrico.
Estas prácticas, aunque menores en comparación con el robo de aceite o paneles, también representan una sangría constante para un sistema ya en ruinas. La electricidad robada, que a menudo se destina a negocios clandestinos, pone en jaque los pocos recursos disponibles para las comunidades que cumplen con el pago de su consumo.
Estos delitos son una muestra de cómo la crisis energética cubana ha degenerado en un ecosistema de caos, donde el ingenio delictivo y la desesperación colectiva se combinan para agravar un panorama ya sombrío. La falta de una respuesta efectiva —más allá de medidas punitivas— pone de manifiesto la fragilidad no solo del sistema eléctrico, sino del entramado social que debería sustentarlo.
Y todo, absolutamente todo, es culpa del #EstadoFallido.
tal vez quieras leer: Ropa alegórica a El Taiger se vende por miles de pesos en Cuba