Mientras la política migratoria de Estados Unidos endurece su curso, dos historias opuestas de cubanos bajo custodia de ICE reflejan la complejidad —y la crudeza— del sistema de detención y deportación. Uno, Ángel Vera Oliva, enfermo y sin atención médica; el otro, Jorge Muñiz García, con un largo historial criminal, a punto de ser expulsado del país.
Vera Oliva, residente en Austin, fue arrestado el 2 de septiembre tras presentarse voluntariamente a una cita migratoria en San Antonio. Desde entonces permanece detenido en un centro de ICE en Caney City, Texas. Padece espondilitis anquilosante, una enfermedad inflamatoria que afecta la columna vertebral y requiere tratamiento constante.
En las últimas semanas ha desarrollado además uveítis, una inflamación ocular que podría dejarlo ciego si no recibe atención médica.
“Estoy perdiendo la vista y nadie me atiende”, dijo en una llamada a Univision. Su familia teme que la falta de tratamiento derive en daños irreversibles y ha solicitado su liberación por motivos de salud, sin respuesta hasta el momento.
En el extremo opuesto está Jorge Muñiz García, de Miami, detenido en el centro Alligator Alcatraz, en los Everglades, y señalado por ICE como parte de la operación “Lo peor de lo peor”. Muñiz acumula condenas por intento de homicidio, agresión agravada, robo y porte de armas.
La agencia federal confirmó su inminente deportación, aunque no está claro si será aceptado por Cuba. El régimen de La Habana suele negarse a recibir nacionales con antecedentes penales o emigrados antes de 2017, lo que ha obligado a Estados Unidos a enviar a algunos a terceros países.
Desde enero, más de 1,200 cubanos han sido deportados desde EE.UU. a la isla. Sin embargo, los casos de Vera y Muñiz, tan distintos entre sí, ilustran una misma realidad: la fragilidad del inmigrante cubano detenido, ya sea víctima del sistema o su más temido ejemplo.





