Ante el endurecimiento de las políticas migratorias en Estados Unidos, especialmente con la revocación del «parole humanitario» que afecta a más de 500,000 inmigrantes de Cuba, Haití, Venezuela y Nicaragua , muchos cubanos parecen estarse viendo en la necesidad de al menos pensar en buscar alternativas para evitar la deportación a su país de origen.
Parecería impensable tomar tales decisiones una década atrás pero, la realidad monda y lironda parece tener esa vertiente, visto lo visto y comprobado lo ya comprobado: lejos de intentar mejorar sus condiciones dentro del propio país en que nacieron, los cubanos como solución futura a todos sus problemas tienen una única opción A, y esta es MIGRAR.
Miles de cubanos en Estados Unidos viven con el temor constante a ser detenidos y deportados, sobre todo tras el endurecimiento de políticas migratorias y la incertidumbre legal en la que se encuentran quienes llegaron por vías como el parole humanitario o la frontera sur. Mientras algunos esperan una resolución migratoria, otros se preguntan con urgencia: ¿hacia dónde podrían irse si los sacan de Estados Unidos o si deciden irse antes de que eso pase?
Una de las primeras opciones que barajan muchos cubanos, incluso desde que están en Cuba, es España. De modo general, la alternativa B – A para algunos – si no pueden irse a los EE.UU. es el Viejo Continente. Especialmente España.
Los que lograron obtener la ciudadanía española por la Ley de Memoria Democrática tienen un salvavidas. Esa ciudadanía les permite no solo evitar la deportación, sino establecerse legalmente en cualquier país de la Unión Europea. Para los que aún no han completado el trámite, la posibilidad de acogerse a esa ley sigue siendo clave si tienen abuelos o bisabuelos nacidos en España. Aunque España no es perfecta, representa estabilidad legal, acceso a servicios públicos, y un sistema migratorio menos incierto que el estadounidense.
Los que no, e incluso los que sí, deben saber que encontrar trabajo no es fácil, pero tampoco imposible. Si tienes fe en tus conocimientos y tienes cómo echarle ganas, España es una buena opción.
México, por cercanía, suele parecer una opción lógica. Muchos cubanos que cruzaron por la frontera o hicieron estancia en ese país antes de llegar a Estados Unidos tienen ya contactos, conocidos o información de cómo funciona el sistema migratorio mexicano. Algunos incluso decidieron no seguir y se establecieron allí. Dicen que otros han optado por regresar voluntariamente y solicitar refugio o residencia por razones humanitarias. Pero también es uno de los lugares más riesgosos: secuestros, extorsiones, xenofobia y trabas burocráticas complican el panorama. No es recomendable ir sin apoyo ni recursos. O al menos eso aconsejan los que más le saben al asunto.
En América del Sur, Uruguay y Argentina se mantienen como dos destinos legales y accesibles. Ambos países ofrecen procesos relativamente claros para obtener residencia temporal y luego permanente. En Argentina, hay una comunidad cubana establecida. Sin embargo, su economía es inestable y la inflación erosiona rápidamente el poder adquisitivo. Uruguay, por su parte, tiene una política migratoria abierta y mayor estabilidad institucional, aunque con menos oportunidades laborales y un costo de vida más alto. No pocos cubanos que se establecieron allí de pronto, a raíz de la crisis del 2008 y por la pandemia después, se fueron de allí, rumbo Norte.
Paraguay es, para muchos, un destino discreto pero efectivo. Permite establecer residencia legal mediante trámites asequibles, y su costo de vida es bajo. Aunque no es un país con grandes atractivos turísticos ni grandes ciudades, sí ofrece un entorno relativamente tranquilo y un espacio donde comenzar desde cero, sobre todo si se piensa en pequeños emprendimientos.
En Europa del Este, Serbia se posicionó durante años como puerta de entrada para cubanos, gracias a su política de libre visado. Aunque esa vía se ha ido cerrando, algunos aún la consideran una opción si logran entrar con algún tipo de visado europeo o si tienen pasaporte de un tercer país. Aun así, establecerse legalmente no es fácil, y las barreras del idioma y la escasez de empleos limitan su viabilidad como destino definitivo.
Rusia y Bielorrusia siguen siendo técnicamente accesibles para los cubanos, pero representan más un riesgo que una solución. A pesar de la política de entrada sin visa y la afinidad política con el régimen cubano, las condiciones económicas, el clima hostil hacia los migrantes y la guerra en curso hacen de estos países una mala elección para establecerse. Varios reportes indican que cubanos que llegaron a Moscú o Minsk se encuentran varados, sin opciones legales ni trabajo. Y sobre todo sin conocer el idioma que no es nada fácil de aprender.
Guyana es otro país al que los cubanos pueden entrar sin visa. Aunque su economía es pequeña, su ubicación en Sudamérica la convierte en una posible escala para quienes intentan reorganizar su situación migratoria. También hay referencias de cubanos que han logrado legalizarse y encontrar empleo básico allí, aunque la sociedad, especialmente el entramado urbano y del tráfico, es caótico. En un par de años muchos cubanos han perdido la vida allí precisamente por eso: por accidentes de tránsito.
Otros destinos menos explorados incluyen Dominica y San Vicente y las Granadinas, islas del Caribe que no exigen visa a los cubanos. Son lugares con poco desarrollo económico, pero que permiten regularizar el estatus migratorio con trámites menos exigentes. También se ha mencionado a Azerbaiyán, un país que mantiene relaciones diplomáticas estables con Cuba y que, aunque distante y con una cultura ajena, ofrece ingreso sin visa y cierta flexibilidad legal si se cuenta con recursos.
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En todos estos casos, lo más importante es evitar quedar en situación irregular, buscar vías legales de residencia lo antes posible, y contar con redes de apoyo, información verificada y recursos mínimos para comenzar. Salir de Estados Unidos por voluntad propia puede evitar el trauma y las consecuencias de una deportación, especialmente si se tienen antecedentes legales en orden y capacidad de gestión migratoria en el nuevo destino.
La clave para muchos cubanos hoy no es solo encontrar un nuevo país, sino encontrar un lugar donde puedan rehacer su vida sin vivir con miedo, sin que les toquen la puerta a las seis de la mañana, y sin que la única opción sea volver a un país que abandonaron precisamente para sobrevivir.
De país de acogida a país de huida: el vuelco migratorio de Cuba desde 1959
Hasta el 1ro de enero de 1959, Cuba era un país al que la gente quería llegar, no del que huían. Italianos, españoles, haitianos, jamaicanos, chinos, libaneses, y hasta estadounidenses cruzaban el mar o el Atlántico para instalarse en la isla. Lo hacían buscando trabajo, oportunidades, y una vida mejor en una tierra que ofrecía estabilidad, crecimiento económico y una sociedad con niveles de vida superiores a muchos de sus vecinos del Caribe y América Latina. Cuba era, sin duda, un destino migratorio.
En los años 40 y 50, La Habana era una ciudad cosmopolita y vibrante, con inversiones extranjeras, un turismo en auge, una clase media creciente y leyes migratorias que no solo permitían sino que atraían a extranjeros. Muchos inmigrantes llegaban sin un peso, pero en pocos años abrían negocios, criaban familias y echaban raíces. La promesa de prosperidad estaba en la calle.
Pero todo eso cambió radicalmente después de la entrada de Fidel Castro a La Habana. Desde el triunfo de la Revolución, el mapa migratorio cubano se invirtió violentamente: Cuba pasó de ser un país receptor a convertirse en exportador forzoso de personas. Y no por casualidad. El nuevo régimen implantó un sistema político autoritario, de partido único, que rápidamente eliminó las libertades económicas y civiles que antes hacían de la isla un lugar atractivo. Las expropiaciones, la censura, la vigilancia política, los Comités de Defensa de la Revolución y el aislamiento internacional convirtieron a la isla en una cárcel geográfica de la que millones han tratado de escapar durante más de seis décadas.
Los cubanos comenzaron a irse primero en silencio y por goteo, luego por oleadas. De los vuelos de la libertad, a Camarioca, al Mariel, a los balseros del 94, y ahora al éxodo por Centroamérica, siempre ha habido una constante: huir. Lo que antes era entrada, se convirtió en salida. Lo que antes era esperanza de llegada, ahora es desesperación por no volver. Mientras países como Estados Unidos, España, México, Argentina o Canadá recibieron antes a cubanos como inmigrantes educados, libres y emprendedores, hoy lo hacen como parte de crisis humanitarias, como refugiados, o como personas en tránsito que escapan del hambre, la represión y el estancamiento.
El cambio no ha sido solo estadístico o geográfico. Es existencial. El cubano que hoy sueña con escapar de la isla, o incluso de ser deportado desde EE.UU., ya no ve su nacionalidad como un pasaporte de oportunidades, sino como una carga. Ahora los cubanos buscan países donde no los deporten, donde al menos puedan trabajar y sobrevivir. Sitios que hace 70 años ni siquiera aparecían en el radar de nadie –como Serbia, Paraguay o Azerbaiyán– hoy se consideran opciones viables porque Cuba dejó de ser una opción de vida.
Así de profundo ha sido el giro.
Cuba, que fue tierra de acogida, hoy expulsa. La isla que recibía a los pobres del mundo con los brazos abiertos, ahora ve cómo su gente escapa por todos los medios posibles: balsas, fronteras, selvas, fraudes, matrimonios simulados o renuncias formales a toda esperanza. No buscan ya un «sueño americano», sino cualquier sitio donde no haya hambre ni miedo. Donde puedan dormir sin sobresaltos. Donde no los manden de vuelta a lo que dejaron atrás.
Porque el drama no es solo que ya nadie quiera llegar a Cuba.
Es que los propios cubanos ya no quieren quedarse.