Cubano finalmente se reune con su pareja en el Reino Unido, pero ahora el problema es otro

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Cuando Danny, un joven cubano, decidió construir su vida junto a su esposa británica, Hannah Helbert, jamás imaginó que el amor tendría una factura tan alta. Y no hablamos en sentido figurado. Entre trámites migratorios, tasas de visado, recargos del sistema de salud y abogados, esta pareja ha gastado entre 7,000 y 10,000 libras esterlinas solo para poder vivir juntos en el Reino Unido.

Danny llegó al país el año pasado y, a las seis semanas, ya estaba trabajando y pagando su contribución al sistema nacional de seguros. Sin embargo, esa rapidez para integrarse no ha sido correspondida por la política migratoria británica, que cada vez parece más enfocada en recaudar que en integrar.

«Nuestros ahorros han sido aniquilados», lamenta Hannah.

“No tenemos malos sueldos, pero después de todo esto, comprar una casa es impensable. Habíamos presupuestado £5,000, pero los aumentos constantes nos han desbordado.”

Y la pesadilla no termina ahí. El visado de pareja debe renovarse cada dos años y medio. Luego viene la residencia indefinida, y si la pareja lo desea, la ciudadanía británica, con tarifas igualmente elevadas. Todo esto, sin contar que durante el proceso no tienen derecho a acceder a beneficios públicos.

En medio de una crisis del costo de vida, el aumento de las tarifas migratorias a partir de esta semana ha sido el golpe final para miles de familias como la de Danny. El visado de residencia para cónyuges ha subido a £1,938, pese a que al Ministerio del Interior le cuesta solo £482 procesarlo. La residencia permanente cuesta ahora £3,029, con un coste real de solo £523.

«Como ciudadano que paga impuestos desde el primer mes, me siento tratado como una máquina de dinero», dice Danny. «Esto no es integración. Es castigo.»

El caso de Danny no es único, pero sí representa una realidad ignorada: la de miles de migrantes que llegan legalmente, que trabajan, que aportan… y que sin embargo son empujados a la precariedad por políticas que ven la migración como negocio.

Al final, el amor cruzó fronteras, sí. Pero en el Reino Unido, cada sello y cada papel tiene un precio que muchos, como Danny, siguen pagando con esfuerzo y sacrificio.

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