Cubana publica fotos de mosquitos transmisores del Chikungunya y parecen rinocerontes voladores

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En medio de la crisis epidemiológica que vive Cuba, una simple foto de pared se ha convertido en resumen de los temores de todo un país. En el grupo de clasificados “Revolico Bayamo”, la usuaria Elisa Bárzaga subió la imagen de más de una decena de mosquitos aplastados, alineados sobre una superficie clara. No parecen insectos discretos, sino pequeños “rinocerontes voladores”, como bromean otros usuarios: cuerpos gruesos, patas largas, una presencia que impone más miedo que asco. Junto a la foto, la frase de Elisa es menos humorística: “De esta desaparecemos de la faz de la tierra, esto no lo para nadie, ya no hay quien viva”.

El miedo tiene contexto. Cuba atraviesa lo que las autoridades sanitarias han descrito como un brote complejo de arbovirosis: dengue, Oropouche y ahora también Chikungunya, un virus transmitido por mosquitos del género Aedes que provoca fiebre súbita y fuertes dolores articulares que pueden durar meses.

La Organización Panamericana de la Salud y la Cruz Roja han señalado que todas las provincias cubanas están afectadas en distinto grado, con mayor gravedad en la región oriental. El Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades de Estados Unidos, por su parte, ya emitió una advertencia de viaje específica por Chikungunya en la isla.

En los comentarios al post de Elisa, la mezcla de pánico y resignación es evidente.

“Ahora mismo en mi casa vi cientos de mosquitos, nunca en mi vida había visto tantos”, escribe una vecina. Otra asegura que teme salir a la calle porque “no se puede estar en ningún lugar a cualquier hora que no te piquen”. La plaga no se queda en Bayamo: usuarios de Holguín, Cienfuegos y otros puntos del país responden con sus propias fotos y relatos de paredes tapizadas de insectos, niños febriles en los hospitales y noches en vela bajo mosquiteros agujereados o demasiado caros para la mayoría.

En medio del caos, también circula la desinformación. Hay quien asegura que “estos mosquitos los han creado en laboratorios para exterminar a la gente” o que “los tiraron los chinos”, mientras otros intentan poner orden y aclaran que los de la foto parecen mosquitos Culex y no Aedes, el principal vector del Chikungunya y el dengue.

La confusión sobre especies convive con una certeza general: el ambiente perfecto para cualquier mosquito está servido. Ríos de basura sin recoger, tanques sin tapa, fosas desbordadas y ausencia de fumigación sistemática se mencionan una y otra vez como caldo de cultivo de la epidemia.

Entre recomendaciones caseras —quemar cáscaras de cítricos, limpiar con petróleo las esquinas, hacer hogueras— y la constatación de que los repelentes y mosquiteros son artículos de lujo, los comentarios se parecen más a una asamblea de supervivencia que a un simple hilo de Facebook. “Son helicópteros con misiles”, exagera uno. “Mosquitos o caballos”, se pregunta otra. Una tercera, cansada, resume lo que muchos sienten: “Lo único culpable es la dictadura cubana”.

La foto de Elisa, con sus mosquitos enormes apilados como trofeos precarios, no es solo un chiste gráfico sobre “rinocerontes voladores”. Es la evidencia doméstica de una crisis sanitaria que se vive casa por casa, cuarto por cuarto, en un país donde abrir la ventana ya no es un gesto cotidiano, sino una ruleta rusa de picaduras, fiebre y dolor.

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