Cuba 2022: El gallo Kiriko, ¿me baño o compro el pollo?

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Una graciosa fábula de la cultura popular hispanoamericana, la del gallo Kiriko – ese gallo que quería ir a la boda de su Tío Perico -, fue «revivida» en un hogar cubano en el día de ayer cuando, un hombre fue marcado en el brazo con el 60 en una cola para poder comprar el pollo al día siguiente. Este, al llegar a su casa, se enfrentó a un dilema: ¿Me baño o no me baño?

Sí, porque si se bañaba corría el riesgo de borrarse con el jabón y el agua la tinta del brazo. Y perder el pollo.

Así lo contó su esposa en el grupo de Facebook «Mira lo que yo veo», a la vez que exponía la foto del brazo del hombre, que como gallo que iba a la boda de su Tío Perico, tal parecía no querer «embarrarse el pico», que en su caso equivalía a no bañarse.

Este cubano corría el riesgo de que si se bañaba, podía perder su turno en la cola para comprar el pollo.

¡Menudo dilema ese para un cubano! ¿O no? ¿Me baño y pierdo el pollo, o no me baño?

«To bath or not to bath,» diría Hamlet, el personaje en la novela homónima de Shakespeare

Si bien ya en el pasado se ha comentado sobre esta «técnica» de marcar a los cubanos en las colas como si fuesen reses; si bien la historia de este «gallo moderno», puede resultar jocosa para algunos, a otros les causa mucho dolor y tristeza ver cómo en la isla se ponen de manifiesto a cada rato «soluciones» degradantes para los cubanos.

«Lo vi ayer, yo estoy en ese grupo, no pude ni comentar porque como les daba tanta risa y yo morí de pena y vergüenza, preferí pasar de largo,» comentó desde España una miembro del grupo «Mira lo que yo veo».

Al final, tanto él – el cubano marcado – como miles de otros cubanos – otros no, otros hubiesen protestado – se dejó marcar en el brazo, porque el objetivo era – es y siempre será – conseguir alimentos para el hogar. Sea pollo o picadillo.

Su propia esposa, horas después, volvió al grupo a actualizar lo sucedido.

No pocos se habían quedado con la historia en la cabeza y, querían saber si el hombre se había bañado o no, que en su caso significaba renunciar al pollo.

Al parecer el hombre, habilidoso, optó por protegerse con un nylon «el tatuaje» y tras la ducha – o el cubo con jarrito – emergió del baño con el 60 en su brazo, indeleble y victorioso.

Baño y pollo.

El hombre finalmente se bañó.

Al pobre hombre sin embargo, tal y como lo narra su esposa, se le presentó otro dilema; y es que a la hora en que tenía que estar en la cola para poder comprar el pollo, el hombre ¡tenía que estar en su centro de trabajo!

Así que no solo tuvo que enfrentarse al dilema del baño y el pollo, tal y como el gallo del cuento se cuestionó si picaba el grano de maíz o no. También tuvo que dirimir esta mañana el otro dilema: «Voy a trabajar o compro el pollo».

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