La marca de ropa que sigue revolucionando el mercado informal de ventas en Cuba se llama Shein. Una empresa china que es fenómeno mundial gracias sus ventas diarias y que también se ha vuelto centro de negociaciones alternativas para los que viven en la Isla y no pueden acceder a sus tentadoras ofertas.
Las dinámicas comerciales de Shein son muy simples. Tiene un sitio web amigable, organizado y prácticamente didáctico, donde cada quien encuentra sin problemas lo que necesita y obtiene detalladas muestras del producto que pretende comprar. Siendo una empresa china, Shein ha basado su éxito en los bajos precios, algo que históricamente se suele adjudicar a los comerciantes orientales. No obstate, las ganancias de la globalizada marca de ropa no son precisamente tan bajas como sus precios. Mayor comercialización consigue mayores ganancias. Esta parece ser su premisa.
Sin embargo, no sucede así con Cuba. El país latinoamericano es uno de los que no se cuentan en las listas de envíos de la empresa y eso ha hecho que una red paralela intente llevar sus productos a la Isla. Los cubanos quieren vestir y vestir bien. La añoranza por tener mucha ropa y por acercarse a lo que dicten las normas de estilo y los outfits de los famosos es una consecuencia que ha dejado, sobre todo en los jóvenes, la precariedad y escasez de ropa, zapatos y accesorios que ya es costumbre en el país.
Pero lo cierto es que no todo los cubanos pueden vestir con Shein. Aquí la dinámica para obtener un producto de la tienda online es a través de un intermediario, cuya función es comprarlo en el extranjero y luego hacerlo llegar a Cuba por un precio excesivamente alto para la mayoría de los que desean vestirse a la moda. Cada pieza de Shein que sea adquirida por un cubano, le costará en realidad el doble o más de su costo real en la tienda online.
Vestidos, blusas, gafas de sol, lencería, bikinis y zapatos son algunos de los productos más demandados en la Isla y cuya modalidad de pago es en dólares americanos, o al cambio en el mercado informal que ronda los 110 pesos por cada dólar. Para que se sea más claro el ejemplo, un bikini de 12 dólares se traduce en Cuba a unos 3500 o 4000 pesos, aproximadamente. Y así con todas las piezas. Sostenerse económicamente en la Isla y vestir de Shein al mismo tiempo es empresa difícil y reservada para unos pocos.
Sucede que aunque la modalidad cubana de Shein no pueda ser asumida por todos los que quisieran, debido a sus altos costos y lo difícil que se está haciendo la vida en el país, lo cierto es que muchos jóvenes caen rendidos en la trampa de la marca. El secreto de sus fundadores se traduce en lograr un producto que si bien no tiene la calidad exquisita de otras marcas que le sirven de competencia, la filosofía del producto hace que su intención no sea durar por años, sino colarse en el gusto del cliente.
Que la gente consuma y repita. Que los jóvenes sientan la necesidad de comprar más y más ropa. Que lo vean como algo imprescindible. Que necesiten cambiar de blusa o de jeans cada mes. Que encuentren esas piezas en sus influencers favoritos y que quieran copiar su estilo. En todo eso, Shein ha sido un gigante inteligente. Una maquinaria consumista y arrolladora que en Cuba ha creado una especie de clientes de élite.
Mientras las cubanas más populares como Aly Sánchez, Camila Arteche y otras influencers de turno se encargan de promocionar los outfits firmados por Shein, la locura por la marca se hace cada vez más fuerte en la Isla. Una página de Instagram con más de cinco mil seguidores, las debidas propagandas en todos los grupos de venta clandestina y hasta tutoriales de compra en YouTube son apenas algunas consecuencias del furor por Shein y la urgencia por adquirir sus piezas en Cuba. Eso sí, preparen el bolsillo los que se atrevan.
