Una carta publicada el 28 de diciembre de 2025 por el portal Informazione & Comunicazione entra por un lugar que, en Calabria, muchos reconocen sin que haga falta estadística: la sanidad puede fallar por falta de camas, de personal o de equipos, pero también por la manera en que el paciente es recibido, escuchado y tratado cuando llega vulnerable. El “cittadino calabrese” que firma la lettra aperta asegura que la región necesita un proceso real de “umanizzazione” y coloca a los médicos cubanos como espejo incómodo para una parte de la medicina local, no por milagros técnicos sino por gestos repetidos: cortesía, disponibilidad con los familiares, una forma de hablar y de acompañar que, según él, vuelve a poner a la persona por delante del trámite.
En Calabria, esa comparación no ocurre en el vacío. La llegada de médicos cubanos nace de una decisión política tomada en 2022 para tapar una carencia crónica de personal, con un esquema de cooperación que, sobre el papel, aspiraba a sumar hasta 497 profesionales.
Para finales de 2025, en documentos institucionales regionales se habla ya de 350 médicos cubanos “en servicio” en hospitales calabreses, presentados como un apoyo clave para garantizar asistencia donde “era más urgente”. En el terreno, el relato se vuelve más concreto cuando aparecen escenas de urgencias y guardias que, sin ese refuerzo, habrían quedado al borde del cierre: en el hospital Annunziata de Cosenza, una médica cubana que coordina a parte del grupo llegó a afirmar que en ese servicio los cubanos representaban cerca del 60% del personal y que, sin su contribución, el Pronto Soccorso “habría arriesgado cerrar”.
A partir de ahí, la “humanidad” de la que habla la carta encuentra ejemplos que en Calabria se han narrado como hechos, no como metáfora. En el otoño de 2023, LaC News24 contó el caso de una doctora cubana destinada al hospital de Cetraro, Alathiel Alexander Perez, que intubó a una niña de siete años que llegó en coma y con convulsiones, y la sacó de una situación descrita como de muerte casi segura. El mismo medio conectó ese episodio con otro ocurrido meses antes en Locri, donde un médico cubano realizó una maniobra salvavidas a un niño de cuatro años en condiciones críticas. Son historias que, por sí solas, no prueban que un sistema funcione; pero sí explican por qué una parte de la población allí empieza a hablar no solo de médicos “que faltan”, sino de médicos “que se quedan”, “que miran”, “que deciden” cuando el tiempo se acaba.
Ese es el lado luminoso que la carta intenta fijar, pero en Calabria esa misma experiencia arrastra, desde el inicio, una discusión que también es difícil de esquivar: ¿en qué condiciones laborales llegan y trabajan esos médicos, y quién cobra realmente por su trabajo?
Los documentos del acuerdo muestran con claridad un punto: la Región Calabria paga un monto mensual a la empresa estatal cubana Comercializadora de Servicios Médicos Cubanos (CSMC S.A.) por cada profesional, y el pago se canaliza a Cuba. En el texto del acuerdo marco del 22 de julio de 2022 aparece un “corrispettivo mensile onnicomprensivo” de 3.500 euros por médico, abonado a CSMC. A ese dato contractual se le superpone el debate político y mediático que estalló en Europa desde 2022: Euronews recogió críticas que describían una brecha entre lo que la región estaría dispuesta a reconocer como “salario” y lo que el médico terminaría recibiendo, planteando la operación como una forma de intermediación estatal que, en otros contextos, se ha denunciado como “esclavitud moderna”.
En 2025, el British Institute of International and Comparative Law publicó un informe que analiza el programa de misiones médicas cubanas a la luz de estándares internacionales de derechos humanos y laborales y recoge preocupaciones recurrentes sobre prácticas que podrían constituir explotación, además de posibles represalias contra quienes denuncian o intentan abandonar la misión.
En paralelo, el Parlamento Europeo, en una resolución de 2024 sobre la situación en Cuba, expresó preocupación por el trabajo forzoso y condenó explícitamente el “forced labour” impulsado por el Estado cubano, mencionando de forma particular las brigadas médicas y la apropiación de salarios por parte del Gobierno. En el contexto estadounidense, el texto de la H.Res.205 introducida en marzo de 2025 retoma señalamientos del Trafficking in Persons Report sobre confiscación de pasaportes/credenciales, vigilancia y retención de una parte significativa del salario en programas de exportación laboral que incluyen misiones médicas.
Esa es la tensión que vuelve más interesante, y más delicada, la carta del “cittadino calabrese”. Porque su elogio apunta a un rasgo visible en la cama del hospital: el trato. Pero el gran debate, el que se mueve por debajo, discute el precio moral y contractual de esa solución. Mientras se discute si hay “humanidad” que falta en los hospitales locales, hay quienes sostienen que esa humanidad también debería incluir un principio básico: que el profesional que salva vidas cobre su salario sin intermediaciones coercitivas, y que pueda decidir libremente su permanencia y sus movimientos.
“Qué buenos son” o “qué malo es el sistema”, pone a conversar dos planos que casi nunca se miran de frente. El plano íntimo del paciente y el familiar, que agradecen una voz suave y una mano disponible cuando todo aprieta, y el plano estructural de un acuerdo internacional cuestionado por posibles rasgos de explotación y por el control estatal sobre el trabajo médico. Calabria aparece entonces como un lugar donde ambas cosas pueden ser ciertas a la vez: la gratitud concreta por guardias cubiertas, urgencias sostenidas y niños que salieron vivos, y la sospecha política y jurídica de que, detrás del acto humano, hay un modelo laboral que muchos describen como “esclavitud moderna”.



















