Cirugía estética: Quiso «retocarse», pero ahora no puede pegar un ojo

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La vanidad a veces, no estar conforme con lo que Dios nos dio, o simplemente placer por sentirnos un poquito mejor y menos viejo, a veces suele jugarnos una mala pasada, como por ejemplo le sucedió a este hombre que quiso retocarse «las chin» – mejillas – y la cirugía estética a la que se sometió no salió del todo bien. De hecho, salió mal, y el pobre hombre lleva ya tres años sin poder pegar un ojo.

Más bien, sin poder cerrar los ojos.

Así lo contaba el pasado 15 de enero el diario Dayli Star, en una noticia que se hizo viral y al otro día encontró eco en el Dayli Mail.

El hombre, identificado como Pete Broadhurst, un jubilado de 79 años que vive en Gran Bretaña dice vivir un infierno. Ahora para poder dormir tiene que cubrirse los ojos.

Pero, no solo eso. Para evitar que se le sequen los glóbulos oculares, tiene que usar constantemente gotas, lo cual cuesta dinero. Además.

Víctima de la mala praxis por parte de los cirujanos en el momento de someterse a la cirugía estética, el hombre ahora no puede cerrar los ojos. Lo que fue un deseo de retocarse las mejillas, lo puso en esta delicada situación. Peligrosa hasta para su salud.

No duerme bien, tiene stréss… algún trastorno psicológico por depresión, además, por verse así, con los ojos abiertos todo el tiempo. Incluso en horario nocturno. En horarios en que se supone debería estar descansando cómodamente. A fin de cuentas tiene ya 79 años y lo que uno desea a esa edad es eso: descansar, vivir relajados.

Pete dice que la cirugía estética para retocar sus mejillas terminó siendo una pesadilla. Se gastó en la fatídica operación 13.000 euros. Se hizo varias intervenciones pero no hay modo: sus ojos no pueden cerrarse correctamente.

Las gotas que usa, las tiene que usar ¡ocho veces al día!

Dice que su problema empezó en 1959, cuando luego de una cirugía dental, sus mejillas se agrandaron.

Esto le provocó una frustración personal y hasta rupturas amorosas. Debido a eso, y no por capricho ni deseos de verse joven, sino por necesidad y autoestima, se sometió en el año 2019 a la cirugía de estiramiento de cuello, una blefaroplastia debajo de los ojos y una rinoplastia.

La operación duró 9 horas, y luego de pasar los efectos de la anestesia, pero todavía con los ojos tapados, fue dado de alta y enviado a casa.

Sin embargo, Pete comenzó a notar que sus ojos estaban muy irritados y llorosos. “Parecía que me habían golpeado. Fue horrible y no podía cerrar los ojos. Estuve enfermo toda la noche. El día después de la cirugía estética deseé no haber ido nunca”, aseguró.

Cuando regresó al cirujano estos le dijeron que eso era normal. Que tenía que esperar a que su cuerpo se acomodara a los cambios y cicatrizara correctamente; pero la piel nunca se estiró ni creció, y el hombre se quedó corto. O de párpados o de mejilla.

Volvió Pete al médico. Le diagnosticaron algo que se denomina «ectropión» – vaya nombrecito – que es algo así como un problema en los ojos, el cual no le permitía cerrarlos completamente al parpadear o querer dormir.

Esta condición – el ectropión – ocurre cuando los párpados inferiores se separan del globo ocular e impiden que los ojos se cierren por completo.

Le dijeron que le corregirían ese defecto con una nueva operación. Esta, por supuesto, gratuita, pero… no hubo mucho cambio tras la nueva cirugía que corregiría la malograda cirugía estética primera. O casi ninguno, para ser más precisos.

Pete no mejoró ni siquiera con el injerto de piel que el hicieron. Los médicos y cirujanos plásticos tenían la esperanza y casi convicción que, el injerto de piel, le ayudaría a Pete a que «sus mejillas se encontraran con sus párpados,» que es lo que ocurre «normalmente» en un rostro que no tenga el defecto que él tenía y que quiso corregirse.

Dice que no puede manejar – curioso, porque para manejar lo peor es no quedarse dormido y tener siempre los ojos abiertos – pues ni siquiera logra distinguir las expresiones faciales de las personas; así que imagínense una señal de tránsito.

“Un día, al subir al colectivo, un hombre me dijo: ‘Dios mío, ¿qué te pasó en la cara?’. De sentirme mal pasé a sentirme peor”, contó en una entrevista. “Ahora solo me preocupa que mis ojos estén cómodos. Solo quiero alivio. Sea quien sea en quien confíes, incluso un cirujano de primera, por favor, ten cuidado porque puede arruinar tu vida”, aseguró el jubilado.

Sin embargo, nadie quiere volver a operarlo. Ni hospital privado ni público, pues temen que pierda la vista por completo-

Sus rutinas cambiaron. A Pete le gustaba practicar el tiro al blanco. Su hobby preferido. Con los problemas de visión que le dejaron, no puede acertar ni un burro a tres pasos.

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