Bruno Rodríguez alaba a Venezuela por apoyo dado tras Melissa, y culpa a Estados Unidos

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En la misma jornada en que el oriente de Cuba intenta levantarse del azote de Melissa, el canciller Bruno Rodríguez apareció con un doble mensaje que resume la estrategia oficial ante la crisis: gratitud con los aliados políticos y dardos contra Washington.

Primero, el jocosamente llamado «Condenator», porque cada vez que sale en Twitter es para condenar algo, y algo que no sucede en Cuba, celebró la llegada de la ayuda venezolana y dejó una consigna que suena a reproche: hacer es la mejor manera de decir.

El énfasis no es casual; ocurre mientras se multiplican ofertas externas y privadas de apoyo, y el gobierno intenta capitalizar la narrativa de que los amigos que “hacen” valen más que los adversarios que “prometen”.

Horas antes y en paralelo a ese gesto, el propio Rodríguez responsabilizó a Estados Unidos de la debacle del turismo en la isla.

Por supuesto no habló, por ejemplo, de los ñames y corruptos que durante décadas han estado al frente de los hoteles en Cuba, agencias de viaje y de los Ministerios. Ni del mal trabajo que durante años han hecho los compradores de estas instalaciones que prefieren – ¿por qué será?, me pregunto sarcásticamente – importar mercancía del extranjero y de vendedores internacionales antes de comprarla directo a los campesinos cubanos.

No habló Bruno de apagones, de aeropuertos cerrados ni de infraestructuras averiadas por el temporal, sino de sanciones, restricciones y un ecosistema de presiones que —según su versión— han erosionado el principal motor de divisas del país. En plena emergencia, el mensaje pretendió reconectar con un libreto conocido: si hay cancelaciones, hoteles vacíos y vuelos que no llegan, es por culpa de Washington.

El contraste es elocuente. Mientras en el terreno se reportan hospitales inundados, comunidades aisladas y comunicaciones intermitentes, el canciller coloca el foco en la geopolítica. La foto que busca perdurar es la de aviones con cargamento amigo aterrizando en La Habana, no la de colas frente a puntos de agua o de familias durmiendo sobre colchones mojados. En ese marco, la frase hacer es la mejor manera de decir funciona como un eslogan que distingue a los leales de los sospechosos: Venezuela actúa y merece reconocimiento; Estados Unidos, incluso si ofrece asistencia, sería el causante de la penuria estructural.

La operación simbólica, sin embargo, no tapa las preguntas de fondo. Si la catástrofe climática expuso una fragilidad acumulada durante años, ¿cuánto de esa vulnerabilidad puede achacarse a sanciones externas y cuánto a decisiones domésticas? El propio discurso oficial admite que se requieren donaciones, logística y combustible para moverlas. A la vez, insiste en que el turismo se derrumba por causas exógenas, sin detenerse en el deterioro de servicios, el encarecimiento interno o la inseguridad de viajar en medio de apagones prolongados por décadas de abandono que ha sufrido la infraestructura energética de la isla.

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