Amelia ¿por qué y para qué?

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Amelia Calzadilla es una ciudadana cubana que tras más de un quinquenio de grisuras amargas intentando vanamente resolver la carencia de suministro de gas a su vivienda, donde reside con sus tres hijos, su esposo y sus padres, decidió hacer pública su desesperación ante la total indiferencia de las instituciones a cargo de responderle.

Amelia Calzadilla es una ciudadana cubana que asumió su derecho a manifestarse en el infinito espacio público que son las redes sociales, y revelar su inconformidad con los procedimientos oficiales de las instituciones cubanas, para llamar la atención sobre su caso. Un recibo de consumo eléctrico por valor de 6000.00 pesos cubanos, que supera por mucho el salario promedio del cubano de a pie, era la prueba fehaciente que podía exhibir. Tan palpable y válida como el documento que expuso en su más reciente transmisión directa, luego de la reunión de dos horas con las autoridades municipales del Cerro.

Un recibo de la UNE y una carta ajada, rajada, repleta de firmas de funcionarios que atendieron su queja sin solucionarla, son el muro frente al que se estrellan las desesperadas arremetidas de la prensa oficial contra esta madre de 31 años, que la acusaron sin miramientos de agente al servicio del “enemigo”. Cuando par de sencillas llamadas telefónicas a las instancias correspondientes hubieran bastado para comprobar la veracidad de todos los argumentos de Amelia.

La citación del gobierno del Cerro a la joven, en vez de una conversación con la Seguridad del Estado o la policía, fue el segundo muro contra el que se estrellaron estas acusaciones con tufo difamador. Todo un auto gol de la oficialidad, que evidenció descoordinaciones internas.

Amelia sola es el principal muro frente el que estrellaron los intentos de desprestigio por vivir en una casa con lámparas que solo se adquieren en MLC en Cuba,  por tener una cuidada manicure y por haber celebrado su cumpleaños en una cafetería “cara”, en compañía de sus hijos. Incluso el “casual” tuit de Lis Cuesta sobre el “mango” de su esposo, que buscaría desviar las atenciones y las tensiones.

Amelia, aunque tuvo un gesto extremadamente político, no tiene agenda política ni pretende ejercer liderazgo de movimientos opositores. Es solo (y esto es suficiente) una ciudadana que se apertrechó de coraje y consciencia cívica para expresarse con libertad, para provocar un mínimo pero significativo cambio en los rumbos de su vida.

El gesto de la joven traductora detonó en muchas madres y padres cubanos este despertar cívico, que los llevó a manifestarse sin identidades falsas, sin pseudónimos, sin rostros falsos, sus necesidades, sus carencias, sus tragedias cotidianas. Apagones interminables, poca comida y cara, escuelas sin alimentación, dulces en MLC, casas ruinosas, desatención institucional a madres en crisis absoluta de vivienda con tres o más hijos. Muchas sin pintura de uñas ni lámparas caras que esgrimir en su contra.

Un repaso a las diferentes directas que secundaron la de Amelia permite comprender el panorama social de la Cuba actual, marcado por amplias, diferencias de clase, esas que la Revolución de 1959 prometió eliminar a favor del bienestar equitativo para todos los ciudadanos de la isla. Diferencias que no otorgan más o menos derechos a los que se manifiestan para hacerlo, solo más o menos desesperación, más o menos miedo.

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