A bombo y platillo el gobierno de Cuba anunció la fabricación de 23 mil motos y triciclos eléctricos para aliviar la grave crisis del transporte público. Y aseguró que iban por más. O sea, traducido al castellano, quiere decir, según un reportaje televisivo, que se
incrementará la producción hasta cifras imponentes de acuerdo, claro está, con lo que significa esa palabra en la oficialidad.
El Canal Caribe lo resumió así. “A 23 mil 361 asciende la cifra de motos y triciclos eléctricos ensamblados y producidos en #Cuba entre 2020 y 2022, con la posibilidad de incrementar esas producciones muy demandadas en la población como una alternativa o solución ante las dificultades con el transporte público, se conoció hoy en La Habana.”
Y siguió: “Durante una visita a la Asociación Económica Internacional (AEI) Vehículos Eléctricos del Caribe #Vedca (Minerva), para conocer al respecto las potencialidades de la industria sideromecánica, Alejandro Gil Fernández, vice primer ministro y ministro de Economía y Planificación (MEP), supo que las capacidades productivas instaladas permiten lograr 39 mil unidades al año”.
Ahora bien, la pregunta que se impone es a qué sector van destinados o quién puede pagar ese tipo de vehículos cuando salgan al mercado. Ya las cifras que rondan la venta de esos medios de transporte en las tiendas en moneda libremente convertible (MLC) asciende a cientos de dólares. En efecto, solo pueden comprarlos unos pocos cubanos que reciben cuantiosas remesas o acceden a “ moneda dura” dentro del país.
La lógica se impone por donde quiera que se mire el asunto. Un periodista oficial, Francisnet Díaz Rondón, lo ha dicho claro y alto.
“Las cifras optimistas no aportan nada, lo que debe buscarse alternativas y posibilidades para que los trabajadores de a pie (literalmente A PIE) puedan adquirirlos, ya sea a plazo, por crédito, descontando de la nómina, o como sea”, dijo en su perfil de Facebook.
El hecho es que todo indica que se seguirán incrementando las desigualdades entre los cubanos por parte del gobierno que no encuentra cómo satisfacer las necesidades básicas del ciudadano de a pie, como bien explica Rondón. O mejor dicho, del cubano que no tiene acceso a más entrada que su salario que apenas le alcanza para pagar los insumos de la libreta de abastecimiento. Y si hablamos del transporte público el tema se oscurece aún más porque los precios de los llamados almendrones o sistemas de taxis privados van por los cielos y no hay forma ni intención visible de hacerlo accesible a la gran parte de la población.
Todo eso sucede mientras aumentan claramente las diferencias entre los cubanos con acceso a dólares y los que su vida solo se sostiene con los cada vez más escasos productos de la «bodega».
No se ha dicho por lo claro el destino de las nuevas producciones de vehículos anunciados por el gobierno, pero según la experiencia posiblemente se venda una parte en las tiendas en MLC solamente para los pocos bolsillos que los puedan pagar.
