Bruno Rodríguez hace un alto en sus condenas en Twitter para agradecer envío solidario desde Bélgica

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Cuba sobrevive, cada vez más, gracias a aportes externos que cubren huecos que antes eran obligaciones estatales.

La imagen pública que quiso proyectar el canciller cubano Bruno Rodríguez este fin de semana fue la de un funcionario agradecido, moderado, casi diplomático en su tono, más allá de las constantes denuncias acerca de la presencia de buques de guerra estadounidenses frente a las costas de Venezuela,o el cierre del espacio aéreo de ese país decretado por Donald Trump, que Rodríguez Parrilla calificó de grave injerencia.

En X, escribió además un mensaje celebrando el envío de ayuda humanitaria desde Europa para las zonas más golpeadas por el huracán Melissa; específicamente a la llegada desde Bélgica de 40 toneladas de material médico, equipos clínicos y mobiliario hospitalario destinados a restablecer servicios en Granma, Santiago de Cuba y Holguín.

La donación —coordinada, según la Embajada cubana en Bruselas, con el activista Adriano Fernández, el grupo ICS Cubanismo y las compañías Nirint Shipping y BDC Intl. S.A., junto al hospital Sans Frontière— fue el motivo que impulsó el mensaje de agradecimiento del canciller cubano. Un mensaje correcto, medido, casi obligatorio. En el texto habla de “esfuerzos de recuperación” y del “apoyo” de la Unión Europea. Omite, por supuesto, cualquier mención al hecho de que el sistema de salud que ahora recibe muebles, jeringuillas y equipos desde Bruselas perdió capacidad porque el propio Estado no pudo sostenerla.

Además de ese cargamento, según señala Prensa Latina, desde Francia, la asociación Cuba Cooperation France (CubaCoop) anunció el despacho de un tercer contenedor de leche en polvo, diez toneladas que llegarán en los primeros días de 2026 y que será destinado al Hospital Pediátrico Juan Manuel Márquez, en La Habana.

Según su presidente, Manuel Pascual, la iniciativa se sostiene con donaciones abiertas y la colaboración de entidades como el Ayuntamiento de París, el municipio de Villejuif y el Secours Populaire. No es un envío aislado: junto a la leche, se prepara también el traslado de dos vehículos Renault Kangoo y un cargamento de insumos médicos y bienes esenciales para apoyar la recuperación en el oriente cubano, devastado tras el paso de Melissa a finales de octubre.

La llegada de leche en polvo desde París y de equipos médicos desde Bélgica son buenas noticias para quienes las necesiten. Son, al mismo tiempo, recordatorios de una paradoja: mientras la sociedad civil europea recauda, compra, organiza y envía lo que falta en la isla, la dirigencia cubana se limita a agradecer desde sus cuentas oficiales, sin asumir que la crisis es resultado directo de la gestión del propio Estado.

Entre la foto de un contenedor europeo y el mensaje diplomático del canciller se abre un vacío que la narrativa oficial no puede llenar: el de un país donde las donaciones sustituyen ya funciones básicas del gobierno, y en el que la leche, incluso la que llega en barcos desde Francia, no alcanza ni para quienes deberían garantizarla. La narrativa oficial insiste en culpar al embargo, y CubaCoop repite la fórmula habitual en su declaración. El embargo es real, pero el deterioro del país, que precede a Melissa, se explica mejor desde la ineficiencia acumulada y el naufragio económico interno que desde cualquier sanción extranjera. Por eso las escenas de gratitud —Bruno con su mensaje sobrio, las embajadas compartiendo fotos de cajas marcadas con logos europeos, los activistas sonrientes en los puertos de carga— son también la evidencia de una dependencia crónica.

El contraste lo completa el detalle que nunca se dice en esos comunicados: ni el canciller ni buena parte de la élite que gestiona el desastre padecen en carne propia las carencias que hoy maquillan con agradecimientos públicos. Bruno Rodríguez no toma leche, no hace cola para el pan, no recorre policlínicos buscando un antibiótico para un familiar. Su gesto diplomático, moldeado para la audiencia internacional, pretende mostrar un país que se levanta con solidaridad; pero evita admitir que Cuba sobrevive, cada vez más, gracias a aportes externos que cubren huecos que antes eran obligaciones estatales.

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