Cubana denuncia desaparición de su esposo, chofer de un auto, desde ayer. «Hay que esperar,» dice la PNR

Havana
cielo claro
23.2 ° C
23.2 °
23.1 °
94 %
0kmh
7 %
Vie
29 °
Sáb
29 °
Dom
30 °
Lun
26 °
Mar
24 °

Desde ayer en la tarde, a eso de las cinco, Mailyn Ávila vive el peor temor de una esposa: su marido, Alexander Aguilera Becerra, conductor de un auto particular, desapareció sin dejar rastro. Según su testimonio en Facebook, él salió vestido como siempre, manejando un vehículo rojo, y nunca regresó a casa. Ante la angustia de no saber dónde está, ella acudió a la Policía Nacional Revolucionaria para presentar la denuncia. La respuesta que recibió fue que debía esperar hasta el día siguiente, a las diez de la mañana, para formalizarla.

“Esto no es un juego”, escribió Mailyn en una publicación que se ha compartido decenas de veces.

“Desde ayer a las cinco y pico de la tarde mi esposo está desaparecido. Espero que solo sea una mala noche y llegue ya por ahí y me diga: ‘Mami, vamos a comprar’. Mis hijos están sin palabras y yo tampoco puedo hablar mucho, solo escribir. Fui a la policía y me dijeron que para reportar personas desaparecidas tenía que ser al otro día”.

Desde su muro se pueden leer los comentarios de vecinos y amigos que tratan de consolarla y ofrecer ayuda. Algunos le piden revisar los hospitales cercanos, por si su esposo sufrió un accidente. Otros mencionan la posibilidad de que el carro se haya roto o que esté incomunicado. Pero todos coinciden en la misma sensación de impotencia: la espera. La que impone el reglamento policial y la que impone el miedo de pensar lo peor.

Incide además, en la preocupación de muchos, que horas antes de esta denuncia, ella misma publicara en Facebook:

¿Habría sido alquilado su esposo tras la publicación? ¿Qué tiempo le demoraría a los investigadores del MININT y la PNR, en un país donde todo está centralizado y bastaría una llamada «poderosa» para que ETECSA proporcionara los detalles del último número que llamó al celular de su esposo, o la última llamada hecha por él? Nada. Minutos. Pero la PNR dice que «hay que esperar».

Contexto de asaltos en Cuba a «boteros» y taxistas

En Cuba, sin embargo, y más en el contexto de crisis actual, esa espera suele tener un peso distinto. Aunque el protocolo legal exige confirmar una desaparición antes de activar una búsqueda, la experiencia ha enseñado que cuando el desaparecido es chofer y se desplaza en un vehículo de valor, cada minuto cuenta. Los casos recientes de taxistas y conductores asaltados o asesinados tras ser “alquilados” por desconocidos alimentan el temor de Mailyn y de muchos otros.

En junio de este año, por ejemplo, el chofer Geosvany Fidel Rivalta fue hallado sin vida en Jovellanos, Matanzas, varios días después de haber sido reportado desaparecido. El automóvil que conducía, un Peugeot 301 gris, nunca apareció. Todo apuntaba al robo del vehículo como móvil del crimen.

En Camagüey, otro taxista fue supuestamente contratado por tres personas que luego desaparecieron con él. El auto fue hallado abandonado, pero el conductor no volvió a saberse. Y en La Habana, el caso de Luis Ramón Pérez, trabajador de Cuba Taxi, terminó con su cuerpo encontrado y su Geely GC9 robado por los pasajeros que había transportado.

Estos hechos no son aislados. Se inscriben en una serie de sucesos que reflejan un patrón: los choferes particulares son vulnerables a ser emboscados bajo la apariencia de un simple servicio. Los criminales los contactan para un traslado y, una vez dentro del vehículo, se apoderan del carro y eliminan al testigo.

Sin embargo, el patrón no se limita a los taxistas. En La Habana, un médico habanero, Denny Orlando Rodríguez, acostumbraba ofrecer pasajes en su auto para redondear ingresos y fue atacado por dos hombres armados con machetes. Le robaron el teléfono, lo amenazaron de muerte y, aunque sobrevivió y logró denunciar a uno de los agresores, el caso quedó como advertencia de cómo un “servicio” contratado puede convertirse en emboscada cuando el objetivo real es el vehículo y lo que el conductor lleve consigo.

El texto donde se menciona el caso de Denny Orlando, escrito en mayo de este año, se escribió a raíz de otro modus operandi similar: el de un joven motociclista de Las Tunas, Cuba, que estuvo a punto de perder la vida tras ser víctima de un violento asalto mientras realizaba su trabajo como transportista informal. En esa misma nota se mencionan dos hechos recientes: También se recuerda el crimen de un joven en Cienfuegos que, tras ser contratado para un viaje en moto, fue hallado sin vida horas después. En Santiago de Cuba, un trabajador por cuenta propia fue hallado muerto tras ser emboscado por dos hombres que le alquilaron un viaje a las afueras de la ciudad. (lea sobre todos esos casos aquí, en Cuballama)

En La Habana, el antecedente más contundente es el de Pablo Corrales Susi, médico del policlínico Cristóbal Labra, en La Lisa, quien desapareció a finales de mayo de 2023 y el 2 de junio su familia recibió la noticia que nadie quiere oír: lo habían encontrado sin vida. Días después, el Ministerio del Interior informó la detención del presunto responsable. La versión que se consolidó en los partes y en la prensa fue la de un asalto para quitarle la moto con la que resolvía traslados, una variante de ese mismo esquema en el que el “servicio” es solo el anzuelo y el vehículo, el botín.

También pesa en la memoria el asesinato del profesor espirituano Santiago Diosdado Morgado, de 62 años, desaparecido tras salir en motocicleta y hallado dos o tres días después en el fondo de un pozo en la serranía de Cacahual–Planta Cantú. El Ministerio del Interior confirmó que se trató de un crimen violento y, con el avance del expediente, las crónicas apuntaron al robo de la moto como móvil; en 2023, los principales implicados recibieron cadena perpetua.

Más allá de las diferencias con el caso de Alexander, el recuerdo de «lo malo» se activa en la memoria; no es que se le eche encima a la denuncia los llamados «malos ojos».

En la publicación de Mailyn aparecen, como un coro, los gestos que el barrio y las amistades ponen cuando la vida se vacía de certezas: una vecina dice que ya lo compartió; otra propone ir a hospitales cercanos “por si se sintió mal”; un amigo suelta una pregunta seca, “¿qué pasó?”, que resume la perplejidad. Pero la trama íntima de la angustia se entrevera con una sospecha fundada: si Alexander fue contratado para un viaje, si aceptó llevar a alguien, si su auto tenía condiciones “apetecibles”, entonces la espera no es una mera formalidad jurídica; es un terreno que puede costar pruebas, pistas, huellas. Y si, por el contrario, lo que ocurrió fue un accidente de tránsito, ese mismo tiempo puede significar una persona herida sin identificar aún en una sala de urgencias.

Las autoridades lo saben. En los casos recientes que terminaron en tragedia, la exposición en redes, la presión pública y la colaboración comunitaria fueron claves para movilizar cámaras, teléfonos, datos de peaje y relatos de última hora. La diferencia entre un hallazgo efectivo y una constatación tardía suele estar en la rapidez con que se cruzan señales, se rastrea un móvil, se reconstruye una ruta. No se trata de negar procedimientos ni garantías, sino de leer el contexto: cuando hay un conductor desaparecido con un auto valioso, la experiencia demuestra que no sobra ni un minuto.

Si Alexander está bien, si regresa con el relato de una noche rota por una avería, y un celular que se quedó sin carga, esta nota será apenas el registro de un miedo. Pero si no, si fue atrapado en una de esas dinámicas torcidas donde el chofer es el primer eslabón para llegar al botín, entonces el tiempo de hoy será el que se recuerde mañana. En Cuba, se aprendió a golpes que la paciencia puede ser una forma de abandono. Ojalá esta vez no lo sea.

¿Quieres reportar algo?

Envía tu información a: [email protected]

Lo más leído

Quizás te interese

Envíos a CUBA desde → $1.79 x LBENVÍA AQUÍ
+