Un vecino de Fomento, en Sancti Spíritus, grabó un video desde “El Chalet de los Ferrá”, una casona de madera y techo a dos aguas y pórtico corrido con techumbre (en tejas) que, según afirma él, forma parte del patrimonio histórico local.
A la vista, se trata de una vivienda vernácula republicana (probablemente primeras décadas del siglo XX), de madera sobre zócalo de mampostería, con portal corrido en esquina y cubierta a dos aguas de amplios aleros. Su lenguaje es el eclecticismo popular con guiños neoclásicos: columnas cuadradas sobre pedestales, un pequeño frontón en el hastial y carpinterías sencillas.
No es una “casa de autor”, sino un tipo criollo muy representativo del centro de Cuba —piezas que dan carácter al paisaje urbano por su escala doméstica, su relación directa con la calle y sus soluciones bioclimáticas (sombra, ventilación cruzada, elevación respecto al suelo).
El estado de conservación, por las imágenes a continuación, muestra aleros y cabios degradados, humedad por capilaridad en el zócalo, tejas faltantes, carpinterías deterioradas y herrajes oxidados. Urge una estabilización de cubierta (reposición de tejas y refuerzo de la estructura), tratamientos contra xilófagos en la madera, drenajes y barrera antihumedad en el basamento, así como restitución de puertas y ventanas respetando secciones y perfiles originales. El acabado ideal sería una pintura a la cal o silicato (transpirable).
En las imágenes —difundidas en redes y donde evidentemente se aprecia que el inmueble contiene elementos que lo harían merecedor del título si no lo tuviese— el hombre explica que la vivienda, por su alto valor tipológico y urbano, la vivienda merece un plan de conservación que priorice la autenticidad material y su lectura como parte de la memoria cotidiana del pueblo. Es decir: necesita mantenimiento urgente y, a pesar de vivir allí, no consigue que el Estado le asigne materiales ni autorizaciones para intervenir sin “buscarse un problema” con las oficinas de Patrimonio.
Su reclamo reabre un debate conocido: ¿cómo se mantiene el legado arquitectónico en Cuba cuando los dueños carecen de recursos y las instituciones no responden?
La queja no surge en el vacío. En los últimos años abundan los reportes sobre inmuebles con valor cultural en franco deterioro, afectados por filtraciones, plagas y desplomes parciales; o por daños directos durante obras públicas sin la debida protección.
Un ejemplo reciente fue la mutilación por parte de la Empresa Eléctrica de un mosaico histórico de La Rampa en La Habana, ocurrida durante trabajos de infraestructura, hecho sucedido ya hace algunos años y que generó indignación y pedidos de responsabilidades. En la capital también se han documentado derrumbes de edificios antiguos —algunos habitados— tras años de falta de mantenimiento, con riesgos evidentes para familias y peatones.
La tensión entre la “tutela estatal” del patrimonio y quienes lo habitan
La tensión entre la “tutela estatal” del patrimonio y la vida real de quienes residen en esas propiedades es el núcleo del problema. En teoría, Cuba cuenta con un marco institucional —consejos y direcciones de patrimonio, registros e inventarios— para identificar, proteger y restaurar bienes culturales.
Sin embargo, en la práctica, el acceso a materiales está racionado, la economía informal encarece cada decisión y los permisos demoran. El resultado es un círculo vicioso: los propietarios no pueden intervenir sin aval técnico, las instituciones no proveen ni autorizan a tiempo, y el inmueble sigue degradándose. La experiencia de otras ciudades cubanas sugiere que, cuando finalmente llegan, las respuestas estatales suelen concentrarse en polos monumentales (plazas fundacionales, ejes turísticos) y menos en residencias periféricas con alto valor local.
El vecino de Fomento añade una arista sensible: “Yo quiero arreglar mi casa”. No pide una restauración integral financiada por el presupuesto; pide acceso legal a madera, tejas, clavos, pintura, y que la autoridad cultural acompañe —no obstaculice— una reparación básica que evite males mayores. Ese enfoque de “conservación habilitante” (permitir intervenciones seguras y reversibles para preservar habitabilidad) ha sido recomendado en múltiples contextos con economías restringidas, pero en Cuba choca con una burocracia que prioriza el control documental por encima de soluciones de urgencia.
La percepción de doble rasero tampoco ayuda. En redes han circulado críticas a cuadros políticos que habrían acometido reformas suntuosas en sus viviendas durante campañas públicas de embellecimiento urbano; el caso del ya «defenestrado» primer secretario en La Habana, Luis A. Torres Iríbar, generó incluso una frase paródica —“Por tu casa, la más bella”— que varios medios opositores y cuentas en Facebook amplificaron. Son publicaciones que alimentan la idea de privilegios, aunque deben leerse como denuncias y opiniones, no como sentencias judiciales.
¿Qué haría falta para que “El Chalet de los Ferrá” no acabe en la lista de pérdidas? Lo mínimo razonable es ayudar – y no castigar – al inquilino que quiere impedir que su casa patrimonial se venga abajo. O no creer qué, como en el caso de «Amalia», en Cienfuegos, que este habitante de Fomento quiere reparar la casa para alquilarla al turismo y no darle nada, porque «el Estado no va a incurrir en un gasto millonario para que tú te ganes los dólares» (anécdota real ocurrida en la sureña provincia y frase dicha por el exGobernador de Cienfuegos).
Si el Estado no “da ni dice dónde hay”, la historia se deshace por goteo —y, con ella, un pedazo de identidad que no vuelve.
nota del autor: Para ver una especie de lista de inmuebles históricos y patrimoniales cubanos que se han destruido y otros que se están destruyendo a la mirada de todos, recomiendo leer: Monumento Nacional en Bayamo se deteriora a la vista de todos.





