No hizo falta estudio de grabación ni un beat pegajoso para que Samantha Hernández lanzara su mensaje. Bastó una camiseta blanca, sencilla, pero con una frase que lo dijo todo: “My ex is my biggest fan”. La influencer cubana la lució en una salida reciente a un restaurante en Miami, y de inmediato las redes entendieron el dardo. Para muchos, fue la contestación directa al estreno de “Rica y To”, el nuevo tema de su ex, Wampi.
La jugada fue tan clara que no necesitó explicaciones. Sin etiquetas ni menciones, Samantha apareció tranquila, en un ambiente casual, pero con el pecho convertido en pancarta. Los seguidores lo resumieron entre risas: “Es un cerrar tras otro, al que le sirva la saya que se la ponga o se la quite”; “Cuando sea grande quiero ser como tú”; “Ella cerró sin decir nada”.
En cuestión de horas, el gesto se convirtió en la conversación principal en la farándula digital. La propia Samantha recibió tantas preguntas relacionadas con el origen de la camiseta que decidió compartir con sus fans el enlace para comprar esta prenda en Amazon.
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El contexto le dio aún más fuerza al mensaje. Mientras Wampi presentaba en su videoclip a una modelo con un aire muy similar a Samantha, ella protagonizaba su propio videoclip de Instagram, acompañada de L’Kimii, con quien se le vincula sentimentalmente. Una especie de confrontación narrativa.
La escena tuvo un tercer actor inesperado: el comediante cubano Kenny Robert. También presente en la salida, grabó una parodia que se volvió tan viral como la foto de la camiseta. Entre carcajadas, improvisó: “Mi ex es mi mayor fan. Yo fui el que la corrompió a ella, por eso su mamá no me deja andar con ella. Cuando la conocí, ni hablaba… y llegué yo. He corrompido a esa niña”. El humor le añadió gasolina a un fuego que ya ardía por sí solo.
Las redes, como siempre, hicieron el resto. Cada detalle fue analizado, desde la pose relajada de Samantha hasta la aparente indirecta escondida en las barras de Wampi: “tú puedes estar muy rica y to’, pero el que está contigo es un punto”. Frente a esas palabras, Samantha no cantó, no grabó y ni siquiera escribió. Solo necesitó seis palabras impresas sobre tela.
El resultado fue contundente. La camiseta terminó siendo más viral que cualquier campaña de promoción, con un mensaje que muchos calificaron de elegante y demoledor al mismo tiempo. Porque no hubo gritos ni polémicas directas, sino una respuesta que viajó sola, multiplicada por likes, comentarios y reposts.
